(El cartón con el que se ilustra este texto de Verónica Mastretta es de Abel Quezada (Monterrey, 1920-1991), caricaturista, pintor y escritor mexicano, uno de los más importantes caricaturistas de la prensa política en el siglo veinte en nuestro país. Y sin duda, el más sabio en su crítica social del sistema político mexicano.
La partidocracia mata a los ideales.
Una joven sobrina que estudia su maestría en relaciones internacionales visitó con sus compañeros de grupo el Senado de la República. Hay que decir que entre otras tareas, es en el senado en donde se regulan e impulsan las políticas públicas internacionales de nuestro país. Les impactó la sede, les gustó lo que vieron, les pareció que ser senador debe ser un trabajo interesante, motivo de orgullo, audaz y difícil y para el cual se necesitan altos estándares de preparación y calificación. Mi sobrina está especializándose en estudios de Asia y está estudiando a profundidad todo lo relacionado con China, incluso el idioma.
"Me encantaría en algún momento de mi vida ser senadora", nos dijo. Ajá, le dije yo, "¿y por cuál partido crees que podrías llegar a serlo, cuál te mueve, a cuál te inscribirías? Porque fuera de ellos, hoy en día, no hay posibilidad de que seas competitiva en una elección."
Se quedó callada un rato y me dijo:
"A ninguno..."
¡Ahí está el detalle! A ninguno. Lo dice una joven sencilla y razonable. Los gordos partidos que en la última reforma a las leyes electorales se autorizaron otros 1,279 millones de pesos más para su funcionamiento anual, no provocan el entusiasmo de los jóvenes, ni animan a sumarse a ellos; todos parecen iguales, un pastiche de estatutos en los que se proponen cosas parecidas y en los que en la práctica, a la hora de gobernar o legislar, y sobre todo en sus formas, lo único distinto acaban siendo sus logos. Hubo tiempos en que los partidos funcionaban con militantes y dirigentes que no cobraban un centavo. Tiempos lejanos, sí. Los tiempos en que el PRI era rico riquísimo porque obtenía sus recursos directamente del erario, a tal grado que era casi imposible ganarles una elección. Aun así, existió una militancia de oposición altruista, que trabajaba a cambio de sentir que hacía algo por su país. Luego el PRI razonó y gestó una reforma política de la que nacieron las candidaturas plurinominales y más adelante las prerrogativas en dinero líquido de apoyo a los partidos, con el fin de legitimarse haciendo la competencia menos desigual. Se supone que sería una transición, no una institucionalización del abuso.
Y henos aquí en garras de la partidocracia.
¿Cómo fue que pasamos de un extremo al otro y cómo lo vamos a cambiar? Ta en Chino. Todos se agarran de los pelos en luchas internas para hacerse del poder, pero están desdibujados adentro del congreso y lo único que hace la diferencia es la capacidad personal de cada quién. Ya estamos en otro sexenio, y los muertos del narco que se le achacaban a Calderón ahora son los muertos de Peña, cuando en realidad son los muertos de la partidocracia toda, del estado fallido que van gestando día a día a fuerza de ser unos partidos incompetentes, mantenidos, conchudos, en los que los ideales y la militancia con ideas concretas han sido sepultados por el deseo simple y llano de estar cerca del dinero y el poder. Hay partidos que saben que su única función es la de ser bisagras bien pagadas, en las que van vendiendo sus votitos al mejor postor y cuyos militantes cobran dentro del partido en el que militan cuando no tienen cargo alguno. Solo bajo esa luz se entiende la peleadísima contienda interna del PAN de hace dos semanas, los eternos pleitos de las tribus perredistas, o el activismo de Morena por adquirir su franquicia una vez usado y desechado el PT. Fuera del presupuesto no hay posibilidad de competir electoralmente. Nuestra Constitución Política se vuelve letra muerta, pues aunque a todos nos da derecho a participar en una elección, no hay equidad para hacerlo fuera de los partidos. Creo que el nuestro es el país del mundo que más dinero regala a los partidos políticos. Los financiamos para que nos tengan en sus manos. Es casi tan aberrante como pagarle a un Club Rotario por reunirse y sesionar paro luego rogarles que trabajen.
Hagamos cuentas rápidas. Los partidos antes recibían dinero por dos lados: el federal y el estatal. Del federal todos recibían lo mismo, pero del estatal, había estados que daban poco y otros que eran extremadamente generosos. En la reforma reciente, los partidos decidieron estandarizar lo que se les da vía los estados. El año pasado recibieron 3,811 millones de pesos anuales de la federación y 2,268 millones de los estados, 6,079 millones en total. Este año, con el ajuste de estandarización, recibirán 1,279 millones de pesos más. Si el ajuste hubiera sido a la baja, ni lo tocan ni lo reforman. Hay que aclarar que desde la reforma del 2007, a los partidos se les regala por ley la publicidad equitativa en radio y TV. Antes gastaban el 70 % de su dinero en pagar a los medios. Hoy, aunque ya no gastan en eso, se les da lo mismo y se aumentaron más. Por eso Leo Zuckerman dice que no tienen madre. De acuerdo con el enojo. No con el epíteto. ¿Por qué no dicen mejor que no tienen padre? Enigmas del idioma. Volviendo a los partidos y al desencanto que provocan, entiendo a mi sobrina cuando dice reflexivamente "A ninguno...". Es probable que ella nunca sea senadora; a lo mejor y con suerte, puede ser asesora en el congreso, pero no va a entrar al viacrucis y las patadas internas de los partidos simplemente porque no es claro lo que proponen ni qué ideales persiguen. Se necesita una frialdad de lagartija en invierno para meterse a un partido que no te emociona ni convence. Las candidaturas ciudadanas son inviables, pues les pusieron tal cantidad de candados, que será tan difícil ganar un cargo desde ellas, como antes fue casi imposible ganarle al PRI.
Llevo toda mi vida votando. Ser contumaz es perseverar en el error. ¿Es un error votar, tener credencial de elector, participar? En su momento pensé que no, que esa es la única vía pacífica de construir cambios graduales en nuestro país. Sin embargo, acabo de perder mi credencial y paso a diario por la oficina en donde puedo tramitarla. Por alguna razón no me he detenido a hacer el trámite para obtenerla. Y ahora me regresa a la cabeza la frase de "a ninguno".