• Lilia Venegas/Dirección de Estudios Históricos-INAH
  • 11 Septiembre 2015
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 Mundo Nuestro. Este texto de la Maestra en Historia Lilia Venegas fue presentado el martes 8 de septiembre pasado como la primera de las conferencias del ciclo “El siglo XX mexicano: resistencia y memoria”, organizado por la Dirección de Estudios Históricos del INAH, Profética, Casa de la Lectura y la revista digital Mundo Nuestro.

Investigadora titular de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, licenciada en Economía por la UNAM, Maestría en Antropología Social en la ENAH, estudios de doctoranda de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.  Especialista en la historia de género en el siglo XX.

             Entre sus libros destacan: Lilia Venegas y Dalia Barrera, Testimonios de participación popular femenina en la defensa del voto, Ciudad Juárez, Chihuahua, 1982-1986, INAH, 1992. Y Lilia Venegas y Anna Fernández, La Flor más bella del ejido, Plaza y Valdés/INAH, 2002.

 

El mundo de la política no ha sido considerado como un espacio accesible para hombres y mujeres por igual. De hecho, de todos los espacios que implican la vida pública, la política es, quizá la más restrictiva para la mitad de la humanidad. Hay muchos aspectos involucrados en la participación política; aquí recorreré sólo algunos de los aspectos y los episodios que nos ayudarán a entender cuál ha sido el papel que las mujeres han desempeñado a lo largo del siglo XX en nuestro país.

 

 

Para ilustrar la diferencia de acceso a la política conviene recordar que a la Declaración de los Derechos del Hombre, tuvo que seguir la Declaración de los Derechos del Hombre y la Mujer (Olimpia de Gouges). También conviene recordar el desfase en el tiempo entre la obtención del derecho al voto entre hombres y mujeres a lo largo y ancho del planeta.

Por lo demás, el reconocimiento de la legitimidad y legalidad de las mujeres para participar en política nunca ha sido un impedimento para que ellas participen en los asuntos y los conflictos de la vida pública.

 

En esta plática partiremos de la Revolución mexicana y sus antecedentes. Desde antes de que estallara el conflicto armado, algunas mujeres figuraron en la conspiración contra la dictadura: Carmen Serdán, por ejemplo.

 

María Arias Bernal.

 

 

Juana Belén.

Ya en el proceso revolucionario, el papel de las mujeres en las distintas facciones (Dolores Jiménez y Muro, maderista; Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, zapatista; María Arias Bernal, maderista; Hermila Galindo, carrancista)  fue muy importante: como soldaderas, enfermeras, correos, redactoras de planes y escritos, espías, coronelas.

 

 

Adelitas y coronelas.

 

 

El símbolo Adelitas y la foto más famosa…

 

 

 

 

 

 

Las niñas de la guerra.

 

Es interesante destacar tres aspectos: el estudio de las revolucionarias descubre que hay un problema de visibilidad, de ocultamiento; a través de lo que se ha estudiado, es posible señalar que la Revolución implicó un cambio en las mentalidades frente a la ideología dominante del porfiriato: “si Adelita se fuera con otro” devela una libertad e independencia que hubiera sido impensable en el porfiriato; el Estado excluyó  a las mujeres del ejército cuando terminó la etapa armada, y se resistió a reconocer su participación armada cuando se otorgaron indemnizaciones y pensiones; sí otorgó cierto reconocimiento, a una mujer abstracta y como parte del pintoresquismo revolucionario.

 

 

Hermila Galindo.

 

En 1917 Hermila Galindo, secretaria de Emiliano Carranza,  hizo llegar a los constituyentes el reclamo para que se otorgara a las mujeres el derecho al voto. Este punto se turnó a asuntos generales y se desahogó sin mayor detenimiento. El alegato para negar el derecho se basaba en que el mundo de la política era sucio, y por tanto inconveniente para ellas, y que no se trataba de un reclamo socialmente respaldado.

 

 

La lucha por el voto en el mundo.

 

 

El Congreso Feminista en Yucatán-

 

Vale aclarar que la demanda se había expresado desde el siglo XIX por revistas feministas y autoras como Laureana Wright de Kleinhaus; también se había colocado en el centro de las demandas de las feministas que ya se habían reunido en Yucatán en el Congreso Feminista de 1915 y 1916. Como se sabe, las luchas por la obtención de  este derecho seguirán por toda a primera mitad del siglo XX.

 

 

Elvia Carrillo Puerto.

Antes de seguir con la secuencia de acontecimientos de orden bélico, vale la pena dirigir la atención a lo que ocurrió en Yucatán con los gobernadores progresistas, Alvarado y Carrillo Puerto. Empeñados en el combate a la superchería y la superstición se generó un ambiente libertario que auspició la educación sexual de las mujeres, el derecho al divorcio y a la educación de las mujeres. En ese ambiente empezó a circular el folleto Sanders de educación sexual y control de la fecundidad.  La iglesia católica y los sectores conservadores respondieron con un fenómeno típico de “pánico moral”. Manifestaciones y protestas que llegaron a la capital y al gobierno federal.

 

 

 

 

Tina Modotti y Frida Kahlo.

 

 

Frida y Rivera.

 

 

Frida y Tosqui.

 

 

 

 

Guadalupe Marín.

 

 

Carmen Mondragón ( Nahui Olin)

 

Para contrarrestar la propuesta de control de la natalidad y la expansión de una propaganda que les parecía licenciosa, el periódico Excélsior propuso se fundara, en 1922, el día de la Madre. Eran años, los fabulosos 20, en los que cobraban fama nombres que hoy son muy familiares, pero que, al parecer, también escandalizaban por la libertad de costumbres: Tina Modotti, Frida Kahlo, Nahui Ollin, Antonieta Rivas Mercado.

 

 

 

La Cristera.

Pero volvamos a la guerra y las mujeres. Entre 1926 y 1929 estalló en México la guerra cristera. La presencia y el apoyo de las mujeres, en esta ocasión de católicas activistas, fue muy destacada. Vale la pena recordar, a propósito de estos años, que la tradición conservadora había estado presente en nuestro país a lo largo del siglo XIX. A inicios del XX, las organizaciones de custodia de la moral y buenas costumbres, así como defensoras de la libertad religiosa y la enseñanza religiosa en las escuelas, por ejemplo, era pujante y convocaba a muchas mujeres.

 

 

Campesinas católicas en pie de guerra.

 

 

Las mujeres de los Cristeros.

 

 

La solución política del conflicto dejó de lado a la revuelta campesina.

 

La solución del conflicto entre el Estado revolucionario y el clero se resolvió, pero no todos los seguidores de Cristo Rey quedaron satisfechos con los arreglos del modus vivendi.   

 

 

El cardenismo.

 

 

 

 

 

La respuesta a la expropiación.

 

 

La movilización de las masas.

 

 

 

Durante el cardenismo se reavivan las movilizaciones de las sufragistas, en parte alentadas por declaraciones y actitudes del propio presidente. Cobró auge la Unión Pro Derechos de la Mujer: llegó a reunir a 50 mil mujeres de distintos sectores y estratos sociales. El apoyo a Cárdenas era muy grande, como se pudo ver en la cooperación para indemnizar a las compañías petroleras extranjeras.

 

La  negativa cardenista al voto de las mujeres.

 

Hacia 1938 los Congresos de todos los estados aprobaron la modificación al artículo 4 constitucional; también se aprobó en el Congresos de la Unión. Sin embargo, no se publicó la resolución en el Diario Oficial, de manera que el derecho al voto femenino volvió a quedar en suspenso. Una buena parte de la Unión se incorporó a la versión cardenista del PNR, es decir, al PRM.

 

 

La movilización conservadora al final de cardenismo.

 

 

No se ven mujeres en el presídium de los primeros panistas.

 

A fines del sexenio cardenista, los sectores conservadores y la oposición de derecha se habían aglutinado regionalmente en El Bajío, con el movimiento sinarquista. El Partido Acción Nacional, con personajes de la talla de Gómez Morín, se fundó en 1939. Once mujeres formaron parte de los fundadores, aunque no se sentaron el presídium. La “larga brega de eternidad” que mantuvo el PAN por décadas, contó siempre con el trabajo y el apoyo de muchas mujeres anónimas. Parte de la pugna al interior de este partido dividía a los militantes entre participar o abstenerse en las elecciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero el reclamo por el voto se mantuvo.

 

 

 

Las mujeres de Nueva Rosita acompañan en  la marcha conocida como “La caravana del hambre” a sus esposos mineros en huelga hasta la ciudad de México desde Nueva Rosita, en Coahuila.

 

Durante la segunda postguerra, en México se viven dos fenómenos contradictorios: el crecimiento económico y la industrialización modernizadora, de la mano de una ideología de fortalecimiento del papel de las mujeres como madres y amas de casa. 

 

 

Con Ruiz Cortinez, finalmente, en 1953, el Estado priista reconoció el voto femenino.

 

 

 

 

 

 

El voto ante la mirada de los ojos escrutadores de los hombres.

 

 

Una muy ordenada casilla electoral.

 

El movimiento ferrocarrilero del 58-59 y la represión a los vallejistas.

 

 

 

El movimiento magisterial a finales de los años 50.

 

Del lado de la política, fueron los años dorados de la dictadura y la represión contra diversas expresiones sociales y políticas. Un ejemplo de ello fue la represión a la defensa del voto en 1959 en Tijuana, donde varias mujeres fueron golpeadas y encarceladas.

 

 

 

 

La lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, con Martin Luther King al frente.

 

 

El año 68 en el mundo.

 

 

El 68 en México.

 

 

El resurgimiento del movimiento feminista en la ciudad de México.

 

 

 

 

El movimiento de las mujeres panistas en Tijuana por la libertad del voto, reprimido por el ejército mexicano.

 

 

El feminismo en los años 70.

 

 

Las movilizaciones a favor del aborto en esos mismos años.

 

 

Durante la década de los sesenta y setenta, las organizaciones sociales y los movimientos sociales incluyeron la segunda oleada feminista. Es necesario tener en cuenta que durante estos años cobra auge el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, y sobre todo, en California. Una feminista mexicana escribió una crónica de la movilización en el país vecino y esto prendió la mecha de la movilización de las pioneras feministas. En el mundo de la política formal, sin embargo, destacaron poco hasta mediados de los ochenta. Se orientaron, más bien, hacia temas de salud reproductiva y la despenalización del aborto, presentando hacia 1978, una propuesta ante la Cámara de diputados en este sentido. No procedió, pero se ha mantenido como una cuestión importante y presente en la agenda legislativa hasta hoy. Es, por lo demás, uno de los puntos de mayor desacuerdo entre las mujeres políticas de izquierda y derecha. Durante esos años se formaron grupos guerrilleros. No fueron pocas las mujeres que participaron con estos grupos, en México y en Centroamérica. Un ejemplo de ello es el libro de reciente publicación de Rosa Albina Garabito.

 

Las guerrilas en Centroamérica.

 

 

Griselda Álvarez, la primera gobernadora en Colima y en México.

 

 

La lucha histórica por los desaparecidos por la guerra sucia.

 

 

 

La movilización panista en Chihuahua y el fraude de 1986.

 

Con el inicio de la década de los ochenta, los procesos electorales (más bien rituales de simulación democrática) empezaron a mostrarse como espacios reales de disputa entre grupos y partidos políticos. A un inicio, sobre todo, en los márgenes de la nación (Yucatán, Chihuahua) y en el norte del país. También en Oaxaca, donde la Cocei (una coalición de movimientos sociales de izquierda) ganó importantes posiciones en la zona de Juchitán. Las mujeres del PAN tomaron un papel destacado contra el fraude electoral de Chihuahua, 1986, llamado “patriótico” por Miguel de la Madrid. Un año antes, el terremoto de la Ciudad de México, también conmocionó a muchos de los que, hasta entonces, no veían mucho sentido en movilizarse y actuar políticamente. Las mujeres fueron, de nueva cuenta, protagonistas socialmente importantes. La organización de las costureras y de los barrios afectados por el terremoto, se movilizaron y mostraron los resultados de un intercambio que llevaba ya algunos años con las feministas de la vertiente popular.

La caída del sistema, no fue sólo el anuncio del recuento suspendido de los votos en la elección federal de 1988, fue también el inicio de lo que entonces se llamó la transición a la democracia mexicana. La apertura del sistema político alentó, sin duda, la participación más decidida de muchas mujeres para competir por cargos de elección popular. Para los noventa, pugnaron juntas, mujeres de izquierda y derecha, por las cuotas de discriminación positiva. La ley electoral se fue modificando en este sentido, desde 1996 hasta el 2014, en el que se volvió obligatoria la paridad en la selección de candidatos de los partidos políticos.      

 

 

 

 

El país se desbarranca: las muertas de Juárez en los años 90

   

 

 

 

 

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