• Ángeles Mastretta
  • 19 Septiembre 2013
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Por: Ángeles Mastretta

¿Qué haré contigo Esther? Me rebasas, me arrebatas, me rindes.

Esto le pregunté hace no mucho tiempo, en la presentación de su novela, a Esther Rizo, mujer seductora precisa y preciosa, que a los ochenta y siete años ha publicado su primer libro. Lo llamó “Rebozo de Aromas”.

Esther me hizo el viaje de seis horas a Lima. Las pasé leyendo su novela, entretenida, en sus manos.

Escribir un libro, le dije, es soñar que encontrará quien lo descifre, quien lo ame, quien bendiga, acompañe y compadezca a sus personajes. "Tú, Esther, has traído a nuestro ánimo un libro que te vimos escribir como un desafío, como un no me rindo, como un aquí estoy para dar fe de que existen los cipreses, las almas buenas y el deseo de sobrevivir al olvido".

No quise, por el bien de quienes estaban en la presentación sin haber leído el libro, cosa lógica, contar de qué se trata. Además, de que darme semejante deber me llevaría a la frustración. Es imposible resumir esta historia. Se trata de una saga familiar que como toda buena saga está suspendida, entrelazada con el mundo, el aire, las costumbres y la emoción por la que cruza el recuento.

Siguiéndolo pasa el tiempo, pasa la muerte y corre como un delirio la misteriosa vida. Esther hace pasar frente a nosotros una cauda de personajes increíbles. Hombres y mujeres. Caballos, mercancías y lugares. Porque en este libro también las cosas son personajes. Y mueven lo inamovible, consiguen dar sentido a la vida de quienes los poseen o los habitan. No se cansa de enumerarlos, de dar sus nombres, sus ojos, el detalle que los alumbra, el desconcierto que los inspira, la duda que los devasta. Y todo, pero todo, como Esther sabe y nos deja saber, está regido ahí por el azar.

Es tal la pleitesía que “Rebozo de aromas” le rinde a la casualidad, tal el modo en que la narradora se le entrega y nos lo entrega que no puede leerse sin reconocer que la propia Esther es una devota de este dios indescifrable, generoso y ruin que es el azar.

Mil veces en este libro las cosas suceden porque sí. Lo mismo el bien que el espanto, lo mismo el amor que la desolación, lo mismo los hijos que el olvido, igual la guerra que el rencor, la generosidad que la muerte, pasan, devastan, reconstruyen sin el más mínimo respeto por la lógica, el orden, lo previsible. Como en la vida. Mil veces los sentimientos, el trastorno, la memoria, la enfermedad no tienen más razón de ser que serlo.

Existen porque sí los personajes más inusitados, se dan las amistades, los amores, la complicidad, la nobleza de espíritu, las traiciones, el olvido, las perlas, las lágrimas y los males, sin más explicación: como se dan la lluvia, los relámpagos, el desierto, las islas, el temor y la nada.

Yo conozco a Esther desde hace treinta y más años, y supe desde la primera vez que la oí hablar del asunto, tratándolo como una más de sus extravagancias, que ella escribiría el libro porque estaba urgida de encontrar su voz recuperando el pasado para que no se le pierda. Escondida en las palabras con que intenta convencer de que todo lo suyo es un juego insensato, ha trabajado como la más cuerda, como la más estricta y puntual escritora. Y nos ha dado una asombrosa lección de vida. El primer personaje que aparece en su libro, pierde el habla en la tercera página, ella se propuso recuperar esa voz, la de su abuela, y de paso hablar por tantas otras.

Así que ahí estaba ayer, presentando su libro, viva como una luz, probándonos que su vida es un hechizo, y la nuestra, con ella, parte del mismo ensalmo. Ojalá y puedan ustedes leer esta novela publicada en México por la editorial Suma de letras, que contagia el valor, la bondad y sabiduría con que la autora acepta los bienes y los males que trae el destino. Esther Rizo es un milagro de ochenta y siete años. Estoy orgullosa de conocerla.  Y feliz de quererla tanto-

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