• Ana Mastretta Yanes
  • 22 Mayo 2014
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Desde pequeña me encanta el fut. Aunque le temía al balón, para mí jugar futbol era ser hija de mi padre.

Al patear un balón me siento nerviosa, poderosa, decidida, contenta, sorprendida, plena. Siempre que pierdo el balón me queda voluntad para volver a chutarlo. Pero era muy tímida e insegura, por eso mi ídola era aquella chica que jugaba futbol con los niños en el recreo.

En cuarto de primaria todas las niñas competimos en los juegos de zona de futbol. Llegamos más lejos que los varones. Pero en la final, la que nos daría el suculento pase a los regionales, perdimos ante unas rivales con un detestable uniforme rosa pastel. Nos dimos las manos sin expresar nada. Pero pronto corrimos en direcciones contrarias y con emociones opuestas. Tal vez es el día en que más he llorado, porque es de humanos que al ganar un partido de fut bol te sientas como si fueras capaz de deshacer todas las leyes, ya sean jurídicas o físicas. Seguro perdimos para que no se colapsara el universo.

 

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Después de la derrota el colegio dejó de apoyar. Pero el entusiasmo, el mayor miedo del sistema, no menguó.

Las que quisimos, buscamos un lugar para entrenar fut. Fue tan complicado como encontrar una aguja en un pajar.

Queríamos femenil, pero encontramos un equipo mixto en el Alpha 2.

Una claudicó porque su primo, antiguo socio del club, le advirtió de la entrenadora.

Se llamaba Irma, maestra de cómo ser mujer. Nos echó el ojo y decidió hacernos campeonas. La llamábamos Profa. Era chaparrita, pero toro. Ni un cabello le estorbaba la vista, y las agujetas siempre amarradas sostenían un carácter estremecedor, que a pesar de tener lastimadas las rodillas nunca flaqueaba. Una capacidad de grito y exigencia brutal; que iba desde “¡¡Aviéntate!!” a “¡¡¡¡No salgas!!!!!! ¡¡¡¡¡Eres el último hombre!!!!!!”

La más concurrida era “¡¡¡¡¡¡¡TROOOOOOOOOONCA!!!!!”

Pero la que aún me duele es “Te estás estancado, Anita.”

Agresiva, firme, decidida. Pasión al futbol y seguridad en lo que hace. Endulzada con amabilidad e inteligencia. Clásicas características de un entrenador odiado y amado por todos.



Irma, la Profa, maestra de cómo ser mujer…

 

Como Pier Luigi Buffon no entraba en la categoría de edad y la Profa descartó a Ochoa porque no simpatizaba con él América, jugamos un buen rato sin un portero estable; era como columpiarse sin asiento. Hasta que una tarde entramos a la cancha y vimos algo maravilloso. Una portera defendía el arco de unos tiros de la Profa y sus largos rizos se alzaban como las palomas del zócalo cuando resuenan las campanas de Catedral. Su negro uniforme se enfrentaba al mundo preparado incluso para un amigo que fuera el delantero del enemigo en una final. Nos acercamos como si viéramos a Jesucristo volver a la vida y fue entonces cuando aprendí las diferencias entre sexo y género. Se llamaba Rodolfo y era un niño, ni niña o reno.

Fuimos el único equipo mixto del torneo, pero eso no era obstáculo para ganarles a nuestros oponentes y llevarnos la copa. Les ganamos hasta a los equipos varoniles y abundantes del club, mientras solo éramos siete. El juego vive más allá de las líneas de banda y meta, y según Juan Villoro, se juega dos veces. En mi caso tres, porque mientras nuestra porra era una fiesta, la de los niños les gritaba a sus hijos “mariquita”. 



Campeonas. Ellos sólo se ponían celosos…

 

Pero no solo ellos se ponían celosos, los directivos y entrenadores del club tampoco nos soportaron. ¿Por qué no se ponían contentos? ¿Acaso no éramos parte de su club? Sigilosos ofendieron y menospreciaron a Irma. Poco a poco nos apoyaron menos. Nosotras no nos dimos cuenta, porque la Profa seguía intentando; si no les hubiera dicho a nuestros papás yo no lo sabría. Pero como ella es poderosísima cada vez avanzábamos más, incluso fuimos a competir a Veracruz (aunque sin los niños) en un equipo formado por nosotras y niñas de barrios alejados, como La Resurreción. La cancha estaba junto a un prostíbulo y con un perro en estado de descomposición al lado.



La cancha estaba junto a un prostíbulo…

 Ahí, entre tiros de esquina y práctica de pases entendí que dentro de los tantos mundos de este mundo hay personas. La cultura de ese lugar era triste, las madres de las niñas estaban asustadísimas ante el hecho de que se nos caería la matriz por jugar futbol ¿Quién creó ese mito?

Fuimos felices juntas. En Veracruz tuvimos muchas aventuras ¡Las de Oaxaca traían bruja! ¡Mi compañera de cuarto enloqueció! ¡Auxilio! ¡Golpea la pared con un coco! ¡Ganamos! 



La selección poblana en Veracruz.

 

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De regreso a Puebla el desquite de los machistas fue reacomodar a los entrenadores. Nos quitaron a Irma, y ya nadie serio nos entrenaba.

¿Es necesario aclarar que se disolvió el equipo?

Buscamos en otros lados pero no funcionó. Cada una siguió otros intereses; probé ballet acuático (no funcionó), empecé a montar a caballo, otra probó coro; solo una compañera entró a una escuela de fut, aun que fuera con puros niños.



Probé ballet acuático, pero no funcionó…

 

Pasaron un par de años. Extrañé a Irma, menstrué, entré a secundaria,  me caí de cabeza del caballo y usé collarín tres semanas, seguí buscando equipos, comencé a ir a fiestas y construyeron el parque lineal.

Era la primera vez que estaba allá arriba, en medio de copas de árboles, cuando vi las canchas del Parque del Arte. Se me humedecieron los ojos, desde mi esófago trepó mi vieja esperanza y salí disparada a pedir informes. Comenzó un partido de mi yo optimista contra mi yo realista, un clásico.

Un partidazo:

Llego, pregunto y los optimistas anotan el primer gol de este partido. A-Ú-N no hay equipo femenil, pero yo seréla primera.

Comienza encenderse la porra.

Paso dos meses entrenando con los niños, en espera de la llegada de más chavas. Un día me harto y decido que será mi última clase.

¡Los realistas meten un gol! 1-1. ¡Sollozos optimistas!

¡Pero un día al llegar noto que hay un jugador de pelo largo! Los defensas realistas contienen a los optimistas con la posibilidad de que sea un hombre de pelo largo y sedoso, pero ¡Chilenita! ¡Tiene bubis!

¡2-1! ¡La porra optimista se vuelve loca! ¡Comienzan a aventar cerveza!

--Hola, Ana ¿Qué has hecho? —me preguntan unos días después.

--He estado formando mi equipo de futbol femenil —respondo orgullosa--. Aunque sólo somos dos… —añado con humildad.

-- ¿Eso ya es un equipo?

---Claro, nos estamos consolidando.

 

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Sin un entrenador es casi imposible que un equipo salga adelante, por suerte tenemos a  Vini, gracias a él y sus ganas de variarle un poco existe este equipo de futbol. Es un adulto joven con pelos de pico. Sereno, amable, buenísima gente y respetuoso. Tiene un collar de guitarra y siempre trae una playera del Puebla. Nunca levanta la voz, pero nos trae en chinga e incluso hace algunos ejercicios con nosotras, como correr y practicar pases. En las cascaritas es más apasionado que los chavos que entrenan los otros instructores y hay un notorio cambio en su personalidad durante un partido.

Pero el partido sigue:

A la semana otras dos se nos unen.

¡3-1! ¡Besos en las gradas!

Pero pronto se salió una. 3-2 ¡Se siente la tensión, señores y señoras!

Continuamos entrenando y a morir los días de trabajo físico, sin bajar los ánimos, porque todos le echamos ganas. Tan súbito como un balonazo en la nariz caigo en la cuenta de algo: Jamás pensé que existiera un Vini, muchos prefieren entrenar hombres. Un día le pregunté a Vini porqué decidió entrenar mujeres si estaba tan acomodado con los equipos que le daban. Me dijo que se aburrió.

Ha de ser difícil soportar a unas guacamayas cuatro veces a la semana. Aplausos a Vini.

¡Remate y goooooooooooooool! ¡Nueva compañera! ¡4-2! ¡Espero que Irma escuche las matracas!

 

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 Entonces sucedió algo que sorprendió a todos. Caminaba rumbo a la cancha  y percibí que una chica, que iba en la misma dirección, llevaba un balón de fut bol.

--Hola, buenas tardes, ¿vas a entrenar con el equipo femenil? --pregunto babeando curiosidad.

--Sí —responde y sonríe con timidez.

¡El delantero optimista baila a los contrincantes! ¡Está ante la portería!

--¡Genial! Yo entreno aquí, me llamo Ana y soy media, ¿y tú?

-- Sami, y soy portera.

¡Se finta al último defensa! ¡El balón es uno con el movimiento! Al ángulo y ¡GOOOOOOOOOOL! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Todos en el estadio enloquecen! ¡La gente se desnuda! ¡También los policías! ¡5-2, querida humanidad!

Esa semana se nos suman tres más. ¡6-2! La porra se acaba la garganta y muchos comienzan a explorar otros asuntillos, pero no se toman la molestia de salir del estadio.

 

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Entonces llegaron los uniformes. Fue la sensación, nos veíamos guapísimas y éramos la alegría futboleando.

Son blancos con líneas rosas fosforescentes horizontales que se hacen más delgadas conforme se acercan al cuello. Vini tiene una camiseta igual a las nuestras, pero azul. Rompí mi juramento de que nunca portaría un uniforme rosa, pero no pude resistir. Soy la once, no me esperaba ese número, pero me fascina, cuando llegué a mi casa puse las camisetas juntas, porque a las 11:11 se pide un deseo.

Poco después comenzaron los partidos ¡Ganamos el primero! Pero en el siguiente nos vencieron, clásico fuera de lugar optimista. 3 a 1 en contra de las muchachas de la Prepa 2 de Octubre.

La conversación antes del partido.



Primer tiempo.


Por suerte tenemos a Vini



Cae el tercero para las de la 2 de Octubre.

 

 

 

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Ya con mi piel disfrutando de la suave tela de la playera futbolera, mi baloncito y yo estábamos solitos minutos antes del entrenamiento, no llegaba mi equipo. No era la única jugadora en la cancha; en la portería donde todos dejamos nuestras aguas el equipo varonil perdía el tiempo fingiendo alistarse, pero en realidad hacían unas estúpidas bromas. El más alto (y con el peinado más ridículo del círculo) lleva la conversación. Todos se ríen de sus comentarios, él aprovecha los instantes mudos en los que recuperan la conversación para engancharlos con otro chiste. En un momento dado pregunta si ya vieron la película de Noé, todos gesticulan la palabra malísima, el asiente con la cabeza y mientras se cambia la camisa sin ningún intento de discreción afirma:

 

--Lo peor es que las mujeres siguen culpándonos de todo, si por ellas nos expulsaron del paraíso.

 

Soy la única que no se ríe, examino al individuo y se me hace tan anticuado como el modelo geocéntrico del sistema solar, pero no puedo evitar la ira. Me dan ganas de taparles los oídos a los niñitos que juegan ahí y patearle los testículos al pobre cabrón. En eso uno añade que las mujeres menstrúan porque le pidieron a Dios pagar a plazos.

 

Antes de que pueda responderles llegan las demás y Vini nos manda a correr.

 

Después nos sienta y concluimos que perdimos dos miembros, entre ellas la portera. La realidad es que no han venido en mes y medio.

 

¡Pero los realistas siguen intentando! ¡Le quitan el balón al medio campista optimista!

 

¡Encaran al último hombre, cruzan el balón y gol! ¡Nada pudo hacer el portero! ¡6-4! ¡No chinguen! ¡Espinazo  a la media optimista! ¡El árbitro tiene algo en el ojo y no lo vio! ¡Le echan gas pimienta al portero! ¡Carajo! ¡Goooooooool! ¡Carajo! ¡Motín en las gradas! ¡Qué partido señores y señoras! ¡Volvemos después del medio tiempo! ¡Chútense todos los anuncios porque las empresas son tan poderosas que hasta someten a una niña loca!

 

Estuvimos de mal humor, reprochándonos, enojándonos por errores que antes nos daban risa. Me desanimé y fue la primera vez que casi me convenzo de que la consolidación de este equipo era tan solo un sueño de niña ingenua. Niña tonta que ama un país aún machista. Pero esa niña tonta es entusiasta y no deja de patear un estúpido balón mientras se imagina un México diferente si hubiera más equipos de futbol femenil, o mejor aún ¡mixtos! Porque eso representaría el feminismo que nunca sabré si Irma leía y apoyaba o simplemente era.

 

¿Y que ganamos con eso? Un partido en el que nadie es el vencido.

 

 



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