• Ana Mastretta Yanes
  • 17 Septiembre 2014
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El futbol tiene muchos amantes. Ya seamos brutos o astutos, callados o tímidos, delanteros o porteros, compartimos la pasión al arte del pateado de balón. Cuando crecemos y tenemos que ganarnos la vida no todos acabamos trabajando en ese arte. El porcentaje se reparte en todas las posibilidades que ofrece la vida, pero nunca dejamos al fut. Colaboramos de modos distintos: algunos de narradores, muchos de entusiasta porra, otros de jugadores callejeros y aunque parezca imposible en esta época embarrada de industria, hay un hombre que hace balones artesanales.



Vive en la ciudad de Puebla. Su nombre es Cristóbal González Espino, lo pueden encontrar en la 6 Norte frente al Parián en el local “D”. Se dedica a la talabartería en artículos deportivos desde hace 60 años y tiene 77. De aprendizaje autodidacta hace peras, sacos de box y, como les mencioné, balones de futbol; pero no cualquier tipo de balones. Balones de cuero, de esos que cuando le encontré el gusto a patear ya eran una reliquia del deporte. Pero este artesano los mantiene vivos, por más que se tarde en elaborarlos. Todo trabajo suyo es hecho a mano. Maneja distintos cortes y utiliza timbre oaxaqueño, que es un curtido natural y de indudable calidad. A eso se debe que sus balones cuesten entre 1,300 y 1,500 pesos. Al contrario de los balones de vinil, hechos a máquina, que son baratísimos. Aunque según el criterio de don Cristóbal son una porquería. Tanto en las costuras, como en la cámara, la resistencia y la durabilidad, llegan a durar un mes, mientras los de cuero acompañan a uno por años. Además, jugar con balones de cuero fortalece tus músculos, porque son más pesados. Mientras uno de vinil los relaja por la falta de esfuerzo. Crucial diferencia de fuerzas durante los partidos. 






Eso me hace sentir mal, desperdiciamos dinero y recursos en inexistente calidad, mientras don Cristóbal solo tiene siete u ocho ventas al año. “Yo lo entiendo, –dice- somos mal pagados, claro que no alcanza.” Y es ahí cuando me explica una tristeza: la decadencia de las artesanías y del parián. No solo él tiene malas ventas. Todos los artesanos de tan icónico mercado se ven en las mismas. El turismo los ayuda, pero no todos los visitantes compran. Los programas de gobierno, desde la perspectiva de don Cristóbal, son útiles más no lo suficiente. Él participó en el proyecto “Barrio con Vocación” que consistía en dar clases de tu respectivo oficio, lo cual le dio un beneficio. Pero es una débil defensa frente a los delanteros del capital extranjero. Que le están metiendo una goliza a la artesanía popular.

No es culpa de los defensas, tal vez solo es cosa de cambiar la estrategia de juego, porque México tiene un equipo rebosante de talento. Pero eso no importa ahora. En este preciso momento, me basta con recordar el local del artesano del futbol y sonreír ante un agujero en el paso del tiempo, como el de una ventana rota por un balonazo, que deja entrar un aire de júbilo y esperanza.



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