El agua traspasa la piedra y el tiempo
María Bretón, 48 años, arquitecta y ceramista en mayólica.
Tetela de Ocampo, con sus hermosas cascadas en Xaltatempa, me ha dejado una huella.
Después de bajar y bajar por un camino con un barandal de madera para proteger al paseante, entre árboles llamados papalote, piedras, vueltas y veredas empinadas, comencé a escuchar el cantar del agua, cada vez más fuerte, cada vez más cerca, y de repente en una de las vueltas infinitas, ¡sorpresa!: una cascada de agua limpia que descansa en un espejo transparente azulado. Tuve una sensación de pequeñez, quería fundirme con el agua, la piedra, el sol y el espacio, quería permanecer en esa presencia de grandeza y paz. Quise hacerlo, pero ante la expectativa de encontrar otra más grande, me puse en marcha del segundo encuentro. Esta vez igual, acompañada de árboles, piedras, vueltas y rampas, el sonido lo seguía con cuidado y por la mitad del camino ya se veía la caída y el espejo, más alta, más imponente, la piedra más lisa. Para llegar a tocar el agua tuvimos que atravesar un puente de madera recién construido. Mi sensación de tranquilidad y emoción me llenó de naturaleza, oxígeno y energía.
Por supuesto el agua sigue su cauce y llega a un río. Lo seguimos y nos fue llevando de la mano hasta una gigantesca piedra como de 50 metros de largo y dos de ancho que terminaba en una punta donde ya no se podía avanzar, el agua pasaba a los dos lados del monolito, limpia, transparente, juguetona. Desde este lugar se podían observar dos paredes de 300 metros de altura a una distancia de 4 metros por donde pasaba el agua y no podíamos acceder. Ese momento fue único, me sentí en un lugar donde ha pasado el mundo entero, años y años de ver pasar el torrente de agua, que con su fuerza perfora en la piedra cavernas donde pudieron haberse resguardado animales y personas en el pasado.
Habíamos caminado horas y de repente, se me paró el mundo, sentí miedo, inseguridad, incertidumbre y regocijo. Estaba extasiada. Un espacio donde el pasar del agua a través de esos muros de piedra se traspasa el tiempo, y la pequeñez del humano se hace evidente ante esta maravilla natural.