Domar a la naturaleza
Casandra Robredo, 22 años, artista plástica
La revelación de la cañada… Ja, ja, ja, lamento no poder escribir sin un ligero dejo de dramatismo, ¡pero… no lo puedo evitar!
Fue un viaje espectacular, lleno de risas, aventuras y mucha comida. Un momento memorable de este viaje fue cuando un pequeño grupo de aventureros nos encontrábamos sobre una roca gigantesca al fondo de una cañada. Llegamos hasta allí debido a un malentendido de indicaciones y un deseo desesperado por abrazar aventura y naturaleza que nos hizo salir desbocados en una dirección que nuestra ingenuidad nos vislumbraba como obvia. Pero no lo era, nuestro grupo de “exploradores” nacidos y crecidos en ciudad no fue capaz de encontrar “El sendero”. El resultado de nuestra idiotez se tornó en una gran experiencia y en un paisaje imperdonable.
Debajo de la roca sobre la que estábamos parados el río corría con gran fuerza haciendo más intensa la sensación de vértigo y el temor de resbalar y caer debido a nuestras inexpertas piernas citadinas. Delante, el río se abría paso violentamente por entre las rocas. Al mirar hacia arriba se veían caer pequeños chorros de agua que brotaban de las capas superiores de la tierra dejando a su paso curiosas formaciones de minerales. Al voltear hacia atrás se veía una espesa capa de vegetación por la que minutos antes habíamos transitado. Estando en dicho lugar, contemplando aquel maravilloso espectáculo, me hizo sentir por un momento, como en un cuadro romanticista , “la gran exploradora domando a la naturaleza”, pero esa sensación se desvaneció pronto para abrir paso a un conflicto de emociones, entre fascinación por tan bella escenografía, angustia por sentirme de pronto tan pequeña, satisfacción por entender la magnitud de la naturaleza y temor al dudar de las capacidades destructivas de los humanos.