• Revista Sin Permiso
  • 07 Julio 2015
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Este texto publicado este lunes 6 como editorial dela revista Sin Permiso expone con todo detalle el significado del No dado mayoritariamente por el pueblo griego en el referéndum del domingo. Es también una crítica a la postura de la prensa española en su postura sobre la crisis griega y una alentadora versión de lo que puede seguir para Europa.

Antoni Domènech es el Editor general de la revista digital española Sin Permiso. Gustavo Buster y Daniel Raventós son miembros del Comité de Redacción de SinPermiso.

 

La noche del pasado domingo entramos en una nueva época histórica en toda Europa. Y el viento sopla ahora de empopada: los fuertes ya no son capaces de hacer cuanto pueden y los débiles no están ya dispuestos a sufrir cuanto deben.  

 

El ejercicio de intromisión en la soberanía nacional griega que han llevado a cabo a plena luz los Juncker, Merkel, Schaüble, Dijsselbloem, Lagarde y Rajoy, y en la penumbra, Renzi y Draghi, tiene sin duda su precedente histórico –como casi todo en Europa— también en Grecia. Lo cuenta Tucídides en el famoso diálogo entre las autoridades de Milos y los delegados atenienses sobre la vacuidad de la democracia y la justicia cuando se trata de la soberanía en las relaciones entre potencias. Se resume en esta sentencia: "Los fuertes hacen cuanto pueden y los débiles sufren cuanto deben".

 

El desenlace es conocido. Tras rechazar la oferta de tributo de Milos, que quería ser "amigo de todos y enemigo de nadie", la isla y sus habitantes fueron colonizados y esclavizados por Atenas, con apoyo de Esparta, gracias a la traición interna de un sector de la oligarquía milense. No era otro el tenor de los mensajes cruzados estos días entre las instituciones europeas y el gobierno griego. Y si esta época nuestra produce un historiador como Tucídides, es probable que nuestros descendientes puedan leer en el futuro como un ejemplo de la "vieja política" los intercambios entre los ministros del Eurogrupo.

 

No será mucha exageración decir que la tradición republicano-democrática moderna nació casi dos milenios después, precisamente con este recordatorio de los Levellers plebeyos ingleses a la Cámara de los Comunes en 1646, en plena Revolución:

 

“Estamos convencidos de que no podéis olvidar que el propósito de vuestra elección como parlamentarios fue el de liberarnos de todo tipo de servidumbre y conservar la república en paz y felicidad. A tales efectos os otorgamos el poder que radica en nosotros para hacer eso mismo. Pues, precisamente, es lo que podríamos haber hecho nosotros mismos sin vosotros si por conveniente lo hubiéramos tenido: os hemos elegido –como personas que tenemos por aptamente calificadas, y fiables— para evitar algunos inconvenientes. Pero tenéis que recordar que con eso no hicimos sino conferiros un poder de confianza, el cual es siempre revocable, como no puede ser de otra manera, y no puede ser empleado para otro fin que el de nuestro propio bienestar. (…) Nosotros somos vuestros principales, y vosotros, nuestros agentes. Esa es una verdad que no podéis dejar de reconocer.” [1]

 

La democracia no pasa en el mundo por sus mejores momentos. No, desde luego, en Europa. Por eso resultó tan emocionante oír al ministro de finanzas griego, Varoufakis, justificar literalmente tres siglos y arreo después en esos mismos términos –en la rueda de prensa tras el Eurogrupo del pasado 27 de junio— la convocatoria de un referéndum para que, tras largos e infructuosos 5 meses de negociaciones del gobierno de Syriza con la Troika, el pueblo griego tomara directamente la palabra: “porque nosotros sólo somos los agentes, y el pueblo griego, el principal”.

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