• Mundo Nuestro
  • 25 Julio 2013
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Por: Mundo Nuestro

La reserva de coníferas Siuslaw National Forest, en Oregon, Estados Unidos.

A juzgar por su base, debe tener más doscientos años, según las gráficas que muestran el crecimiento de estos viejos gigantes. Sitka Spruce (Picea sitchensis) es un árbol joven si se juzga que pueden los de su especie llegar a vivir hasta setecientos años. Y es uno de tantos en esta larga costa norteamericana, que suma en los tres estados (California, Oregon y Washington) a todo lo largo, cincuenta reservas como la que cobija al joven gigantón, la reserva llamada Siuslaw National Forest.

Siuslaw National Forest es un parque nacional en el oeste de Oregon, Estados Unidos. Establecido en 1908, el Siuslaw se compone de una amplia variedad de ecosistemas, que van desde los bosques costeros hasta dunas de arena.El Bosque Nacional de Siuslaw abarca más de 630.000 hectáreas (2.500 km2) a lo largo de la costa central de Oregon, entre Coos Bay y Tillamook, y en algunos lugares se extiende al este del océano, más allá de la cresta de la Cordillera de la Costa de Oregón, casi llegando a la Willamette Valley. El bosque se encuentra principalmente en los condado de Lane (39% del bosque) y Lincoln (27% de la selva).

En la reserva se encuentra el monte Marys Peak, el punto más alto en la cordillera de la costa de Oregon, con 1249 metros sobre el nivel del mar. Numerosos hábitats acuáticos se encuentran en el bosque: la orilla del mar, ríos y arroyos (1930 kilómetros de riberas, incluyendo el Alsea, Nestucca, Siuslaw y río Umpqua) y 30 lagos. El medio ambiente se divide dos zonas de vegetación más importantes , una cerca de la costa dominada por los árboles Sitka Spruce (Picea sitchensis), y el otro dominado por los árboles Western Hemlock (Tsuga heterophylla) y Douglas (Pseudotsuga menziesii). Un estudio del Servicio Forestal estadounidense estimó que el bosque de viejo crecimiento a mediados de los años noventa alcanzaba las 13.700 hectáreas. Cummins Creek y Rock Creek Wilderness conservan algunos de estos ejemplares.

La especia Picea sitchensis, conocida como Sitka Spruce es una gran conífera de hoja perenne que puede superar los noventa metros de altura, y con un diámetro del tronco a la altura del pecho que puede superar los 5 metros.  Es, con mucho, la especie más grande de abeto, y el quinto más grande de coníferas en el mundo (detrás de la secuoya gigante, el coast redwood, el kauri y el cedro rojo occidental),y la tercera especie de coníferas más alta (después de la secuoya de la costa y el Coast Douglas-fir). El Sitka es una de las pocas especies documentadas que rebasa los 90 metros de altura. Adquiere su nombre de la comunidad de Sitka, Alaska.

(Con información de Wikipedia, Greenpeace, Conabio) 

El Sitka es un árbol que mira al mar desde una cañada cerrada por los pinos. Alto como es, no tiene problema en su permanente búsqueda de lo que el viento marino le traerá.



Lo encontramos en un sendero para turistas a no más de trescientos metros de la costa. Es verano, así que el tiempo nos permite entrever entre las copas de los árboles un cielo cristalino, y entre las sombras del bosque las recias columnas de los colosos. No es el único gigante en el vecindario, pero su tronco se destaca sobre los otros por el pasadizo abierto en su base. Es un pino de sesenta y cuatro metros, pues un rayo en una tormenta terrible en 1962 lo descalabró, y de paso le tumbó once metros.

1962, cuando yo tenía siete añitos y Sitka observaba todo desde sus 160 años de edad. Y por supuesto no miraba nada que tuviera que ver con las preocupaciones humanas. Sitka miraba al mar, y como un marinero, pensaba que nunca se puede saber qué esperar de las tormentas.

 1962. Aquí en México el PRI andaba en zancos --dijo Chava Flores-- y vivíamos el “milagro mexicano”.  En Puebla iniciaban los años de guerra en la  Universidad Autónoma de Puebla entre FUAS y Carolinos, y todavía no instalaban la Volkswagen, ni una rebelión cívica tumbaba al gobernador y general  Nava Castillo; en Dallas no había sido asesinado todavía John F. Kennedy, la guerra fría estaba en su esplendor, trepaba en la cresta de la ola el movimiento pro derechos civiles de Martín Luther King y los gringos se metían poco a poco en el barro de Vietnam; los Beatles apenas se asomaban de su taberna en Liverpool y el Brasil de Garrincha asombraba a todos  en el mundial de Chile. Era el mundo sesentero que corría nada apacible hacia las escandalosas y, por un instante, libertarias cuerdas del rocanrol.

Yo tenía siete años y sólo pensaba en jugar futbol.

Nada de eso le importaba al joven Sitka. Ni lo que pasó después.  A sus años él podría vivir tranquilamente otros quinientos más. Se sonrojaba un poco cuando lo describían los botánicos.

“Su corteza es delgada y escamosa, y se descascara en pequeñas placas circulares de 5-20 cm de diámetro. La corona es ancha y cónica en los árboles jóvenes, llegando a ser cilíndrica en los árboles más viejos, y los árboles viejos pueden no tener ramas inferiores a 30-40 metros.” Árboles como Sitka pueden crecer  en volumen más de un metro cúbico por año. Y si los dejan crecer --muchísimos han muerto por las sierras humanas--, y no los parte un rayo, pueden llegar a mirar el mundo desde los noventa metros de altura.

Nada de eso le importaba al joven Sitka. Y claro que había visto pasar muchas tormentas, de las que nunca se sabía qué esperar. Entonces, le cayó un rayo, y digamos que prácticamente le partió la crisma. Los once metros de la copa se desbarrancaron en el vacío, y el claro en el bosque permitió que algunos descendientes de Sitka encontraran con el tiempo su lugar en el mundo.

Pero el gigantón sobrevivió, un poco más chaparrín, pero muy atento mira de reojo que no lo alcancen sus vecinos.

Y no deja de mirar al mar.

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