• Verónica Mastretta
  • 11 Septiembre 2014
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Un sábado de 2012, cuando era regidora, me tocó presidir una ceremonia en el Salón del Cabildo de Puebla. Se les iba a entregar el reconocimiento de visitante distinguidos a unos científicos europeos invitados por la BUAP. Cuando leí  el resumen con los datos de nuestros visitantes y el proyecto que los había traído a Puebla  me emocionó e interesó mucho estar ahí. En el lugar central  estaba un hombre altísimo, de mirada viva y curiosa, inquieta e inteligente. Leí su nombre: Paolo Giubellino. Era el director del proyecto ALICE, (A Large Ion Collider Experiment) llevado a cabo por el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) en Ginebra, Suiza,  y en el que participan mil científicos de manera directa y 37 universidades,  entre ellas la BUAP y la UNAM con dos científicos trabajando en Suiza.  El proyecto ALICE es el experimento científico más ambicioso y grande en la historia de la humanidad, pues reproduce las primeras millonésimas de segundo de vida del universo. Voy a intentar explicarlo en poquitas palabras y de manera sencilla. A ver si lo logro. Los científicos  de ALICE han desarrollado un acelerador y colisionador de partículas que al estrellarse reproducen a nivel microscópico el instante del nacimiento del universo, la explosión llamada Big-Bang. Los astrónomos aseguran que el universo nació a partir de esa gran explosión  hace quince mil millones de años, y que de ahí surgió toda la materia como la conocemos ahora, ya sea en forma de estrellas, galaxias, nebulosas, planetas o seres vivos. ¿Qué había antes? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el proyecto mencionado recreó lo sucedido en el Big-Bang por medio de un acelerador de partículas enterrado setenta metros bajo tierra, en un túnel circular de 20 kilómetros de largo y nueve kilómetros de diámetro. En 2007 se llevó a cabo el primer experimento. El equipo instalado permite colisionar, chocar hadrones,  impactando sus núcleos atómicos  a una velocidad cercana a la de la luz. Los expertos en física de altas energías sabían que en el momento del choque las microscópicas partículas se calentarían a temperaturas mil veces más altas que las del mismo sol y que eso lograría liberar a las partículas más pequeñas existentes ,llamadas "quarks", y hoy conocidas coloquialmente como "la partícula de Dios". A mí no me cabe en la cabeza como pudieron imaginar y diseñar esto, pero a ellos, a estos científicos audaces, sí. Por eso son genios de la estirpe de Copérnico, Galileo o Newton. Las fotos que uno puede ver de estos experimentos que reproducen nuestro universo en una altísima escala microscópica las pueden encontrar en internet. ¡Búsquenlas! Son muy hermosas.









En la pared del salón de clases de la escuela  Montessori donde estudiaron mis hijos, estaba dibujada la línea de la vida. Esa línea arrancaba con el Big-Bang y le daba toda la vuelta al salón. Ahí se veían reflejados quince mil millones de años de historia del universo. En el último centímetro de la línea de la vida, aparecía el hombre. ¡Qué ilustrativa era esa línea de la vida! Nos recuerda la brevedad de nuestra historia como seres humanos y nuestra enorme fragilidad. Por eso fue tan emocionante tener frente a mí en el cabildo al líder de todo ese experimento maravilloso que hasta la fecha ha costado más de 4 mil millones de euros. Al terminar la ceremonia, el altísimo Paolo  me ayudó a bajar la escalera del palacio municipal, pues  me estaba recuperando de un accidente en el que me fracturé una rodilla. Paolo es un conversador irredento igual que yo, así que ese día nos quedamos platicando y  acabamos siendo amigos. Nos escribimos con frecuencia y no deja de sorprenderme su capacidad para trabajar y viajar. Un día está en China, otro en Brasil, otro en India o en Australia y otro en México. La segunda y última vez que lo vi fue el año pasado en Coyoacán. Compró para su hijo Lorenzo toda clase de dulces y juguetitos populares que fue metiendo con todo cuidado en la pequeña maleta con la que viaja. Hasta dos mangos de manila se llevó. Todo en él es sencillez y sabiduría, alegría y curiosidad por la vida. 



El día 3 de Septiembre de 2014, Paolo Giubellino, italiano del Piamonte, recibió el premio  Lise Meitner para la Física  Nuclear, otorgado solo cada dos años a la división de Física Nuclear de la Sociedad Europea de Físicos. Es la primera vez que se le otorga a un italiano. Es bonito hablar de esto. En nuestro país y en el mundo hay una adicción a  hablar de las malas noticias o de vulgares chismes políticos, cuando es infinitamente superior la capacidad del ser humano para crear belleza y conocimiento. Que afortunada fui de tener frente a mí a este científico único, un hermoso ser humano.

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