• Verónica Mastretta
  • 12 Septiembre 2013
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Por: Verónica Mastretta

Una persona que compró o construyó una casa hace 30 años en la colonia "La Paz”, en Jardines de San Manuel", o en "Rincón Arboledas", por dar algunos ejemplos, compró ahí pensando que tendría como vecinos a una familia. Con esa certidumbre invirtió su patrimonio en lo que es una de los temas cruciales para un ser humano, el sitio en dónde va a vivir. Colonias que tuvieron como acta fundacional  el lema de "fraccionamiento para vivienda", con sus respectivas áreas de donación para equipamiento y jardines, al cabo de los años han ido cayendo en el desorden  y el caos provocado por los cambios de uso de suelo que se hacen a los Programas de Desarrollo Urbano más o menos cada cinco años. Así, quien colindaba con un jardín, de la noche a la mañana  colinda con una cancha deportiva en la que día y noche los jóvenes rebotan un balón en su pared. Otro descubre que la casa que recientemente vendió su vecino ha sido convertida en clamatería, o restaurante bar, en donde  han instalado bocinas que harán ruido desde las once de la mañana o hasta altas horas de la noche. También puede suceder que en su colonia, sin que ellos lo supieran, en una reforma al programa de desarrollo urbano se decretó un corredor de "uso mixto”, por lo que su casa  puede quedar junto a  otra casa que ha sido convertida en preparatoria, sin los mínimos cajones de estacionamiento  ni siquiera para el personal docente. 

Vivimos en una ciudad en la que no existe certidumbre jurídica sobre lo que tenemos o compramos, en que de la noche a la mañana los usos de suelo son modificados sin que el municipio tenga la capacidad para comunicar a sus ciudadanos de los cambios que los afectan.

Las comparaciones son odiosas, pero hay ciudades que  ya tienen esta herramienta desde hace años y  la realidad es que nada nos impide tener un registro catastral cruzado cibernéticamente con el Programa de Desarrollo Urbano, de manera que desde una computadora cualquiera pueda acceder a ver qué usos de suelo hay en su colonia y en un predio que ya sea suyo o que quiera adquirir, de manera que pueda conocer que se permite y qué no.

Me ha tocado ver cosas tan aberrantes como que alguien compre tres predios de casa habitación y los pretenda juntar para hacer un centrito comercial dentro de una privada de la Colonia el Mirador. En este caso ya tenían los permisos otorgados aunque faltaba el estudio de vialidad, clave en una calle tan angosta. Los vecinos se ampararon y en este caso ganaron. Conocí de otro caso  en que el empresario  rentó cuatro casas, las tiró con el permiso de los dueños y construyó una gasolinera porque resulta que en esa específica calle de una colonia ya se había cambiado  el uso de suelo de residencial  a "corredor de uso mixto". Otro caso aún peor fue el de una casa en la Junta auxiliar Zaragoza, convertida primero en restaurante familiar usando el estacionamiento y que había derivado  en burdel que operaba prácticamente todo el día. Igual, los vecinos fueron tenaces  para hacer valer sus derechos e invalidar la licencia que se había conseguido de manera sinuosa y torcida, con una  manga ancha  absoluta de interpretación del programa.

¿Qué es "uso mixto"? Casi todo lo que a alguien se le ocurra, desde  espacio para instalar una antena  de radio telefonía, hasta antro, cantina, colegio, unidad de consultorios, estacionamiento, taller, gasolinera, carpintería, talachería o los centritos comerciales con gimnasio y el consecuente  ruido continuo que todos estos lugares generan. No se puede hacer a un lado que ahora casi todo "uso mixto" va acompañado de ruido, o lo que algunos entienden como "música". Ya hasta en las iglesias, que caen dentro del rubro de "uso mixto", los sacerdotes o pastores se siente en la necesidad de hacer ruido. Un signo de estos tiempos es el de hacer ruido. Hasta el hermoso sonido de las campanas está siendo sustituido por bocinas y micrófonos.  Los servicios y espacios que el cambio de un predio a uso mixto se requiere, se marcan en el programa, pero dejan margen a una gran discrecionalidad de parte de los funcionarios, y discrecionalidad suele derivar en corrupción o desorden. Nada debería dejarse a la discrecionalidad en un Programa de Desarrollo Urbano. Si bien las ciudades no son estáticas y requieren modificaciones, también es cierto que la ciudad se reinventa en los programas cada cinco años dejando a sus habitantes en plena incertidumbre  e indefensión acerca del lugar en que viven. Hace dos años me visitaron un grupo de colonos de "El Carmen", una colonia emblemática del centro histórico. Ya les iban a colocar junto a sus casas una gasolinera "boutique". Muy cerca de ahí, a  seis calles, había una gasolinera inmensa; los dueños de la gasolinera "boutique", además, no habían reunido las firmas de autorización de los vecinos,  que se organizaron muy bien para echar abajo ese permiso dado con un criterio elástico y cómodo en ventanilla. Muchas veces los que quieren hacer todo bien y en orden, se tardan muchos meses en conseguir permisos para construir algo correcto y permitido. Los que van por la libre, siempre piden perdón y no permiso y no hay un sistema público  que nos permita como ciudadanos comunes  acceder  de manera sencilla a la información necesaria para saber qué se puede y qué no dentro del municipio de Puebla, en nuestra colonia, barrio o calle. Certidumbre, información clara  y buen mantenimiento de lo público son sinónimos de progreso y buen gobierno. En todo eso vamos muy atrasados.

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