• Roxana Alveláis Pegueros
  • 30 Octubre 2014
".$creditoFoto."

Hoy es un domingo  tranquilo. Mi esposo, después de cortar el pasto, entra al departamento para refrescar un poco su sedienta garganta. Yo trabajo en una artesanía pero decido dejar por un rato mi labor para que seque el pegamento; mientras lavaré los trastes acumulados desde el almuerzo. Todo tranquilo, muy silencioso este domingo.

De pronto, intempestivamente, un sonido inconfundible, muy cercano: patinan, rechinan las llantas, luego un golpe, terrible, seco, espantoso. Mi esposo se levanta de la silla y sale corriendo. Respiro profundo, dejo de lavar, seco de inmediato mis manos, me quito el delantal. Entonces sale una exclamación desde el centro de mi pecho: ¡Oh, no, eso estuvo del carajo, terrible! 


Salgo detrás de mi esposo. Él va corriendo. Yo camino, no pienso acercarme demasiado a menos que sea necesario. Desde lejos, aproximadamente a 50 metros, veo a mi esposo que se acerca a un auto trepado en el camellón, es un auto negro del que sale humo. Descubro que del otro lado del camellón se encuentra otro auto totalmente deshecho. Y sobre el primer auto, prácticamente encima de él, se encuentra la estructura metálica del señalamiento totalmente quebrada por el medio, esa que hace poco tiempo colocaron y que atraviesa desde la banqueta hasta el camellón.

No somos los únicos curiosos. Me rebasan corriendo decenas de vecinos, todos quieren ver lo sucedido.  ¡Ay Dios mío que pasó! es la expresión que más escucho. 




Regreso de inmediato a mi departamento y llamo al 066. Desesperante, pues sólo me contesta una grabación que dice "este es el número de emergencias, su llamada será grabada", y después el tono de marcado insistente durante segundos que me parecen siglos… y nada, nunca enlaza. Lo intento de nuevo y lo mismo, nada.

Cuelgo y marco el 065, ahí sí me responde una voz que pregunta “cuál es la emergencia”. Le explico, le doy los datos de inmediato, digo que urge, y me comienza a interrogar, respondo a sus preguntas y me sigue interrogando mientras escucho sirenas, muchas voces, gente corriendo, más sirenas, y la voz en un el interrogatorio imperturbable. Cuelgo cuando al otro lado de la línea escucho una voz que dice “sí, ya está reportado”.

Mi esposo entra a casa, le pregunto si llegó auxilio, si ya llegó alguna ambulancia.

Sí,  --dice-,- ya llegaron varias patrullas, y apenas está llegando una ambulancia.

Me doy cuenta de que poco a poco la tranquilidad llega a mi pecho. Él sigue:

“Parece que no hay heridos de gravedad, me acerqué a los dos autos, y del auto negro  el conductor salió por sí mismo, le apagué el switch pues estaba soltando mucho humo, sólo me dijo que la camioneta verde le golpeó dos veces el maldito y se dio a la fuga rumbo a la autopista. En el otro auto el señor está bien, responde bien y sus pupilas están normales, pero no puede salir del auto, esperará a que lo saquen. Tranquila mujer no hay heridos graves."

Es domingo, y parece que tuvieron mucha suerte varios conductores y transeúntes.

Yo ahora trato de hablar con mi corazón y pedirle que se calme, que no habrán funerales esta noche debido a la imprudencia ni a las carreras de autos en nuestra pobre carretera federal.

¡Ah, por cierto!, una camioneta verde causante del desastre fue encontrada a unos metros del final de esta Unidad Habitacional, abandonada por su conductor. Todo esto pasó hace aproximadamente cuatro horas, alrededor de las 4 de la tarde, hoy domingo 19 de Octubre, supongo que durante las noticias nocturnas o mañana saldrá la nota.

 

+++++

 

Es de noche. Ha pasado el domingo. Afuera sólo el rumor de los autos que se escurren en la madrugada. Sé que mi escrito de hace unas horas parece nota roja de cualquier periódico dominguero, pero lo comparto porque fue realmente un milagro el que no hubieran muertes y hospitalizados. Me quedan los impactos, los sonidos que son más impresionantes que las imágenes directas: estruendo, chirridos, el patinaje en la carretera, los gritos.  Todo lleva a imaginar la muerte.

 

+++++

 

Lunes. La vida sigue. Yo solo pienso ahora en lo peligroso de esta mega obra o como le quieran llamar a ese enredo de concreto que cruza la federal a Tehuacán para conectar el periférico con la autopista, que no tiene señalamientos adecuados, que está sin terminar desde hace mucho tiempo; pienso en los teléfonos de emergencia que no funcionan con la celeridad que uno quisiera, rin, rin y el silencio, rin rin y la operadora con sus mil preguntas; pienso en las personas que cruzan por aquí todos los días, generalmente mujeres con niños que no utilizan el puente peatonal por ahorrarse la subidita, en lo que pudo haber sido un capítulo muy grave y terrible en sus vidas.

Es lunes, mi alma está tranquila porque no hubo tales consecuencias.

 

+++++

 

ES domingo. Hace una semana fue el choque. Ahora no hay sobresalto. Hay coraje. Pienso en la pinche mega-obra-periférico que lleva a la autopista, que es un bodrio. Y en nuestra unidad habitacional que ha quedado escondida. Pienso en que los pobres no aparecemos en los planes de los políticos y sus arquitectos.



Pero soy racional, me explico desde aquí, en la avenida frente a la casa en la unidad en la que vivo desde hace años, justo aquí, en donde termina la curva, donde no hay ningún señalamiento y todos aceleran para ganarle el paso a cualquiera, justo aquí en lo que parece la cuchilla de la muerte: antes de que comenzaran a construir esta mole de cemento los habitantes de esta zona, principalmente los de a pie, los sin auto y que obviamente somos mayoría, caminábamos por una banqueta de manera recta y en cinco minutos llegábamos al Centro de Salud, a la farmacia, al Súper,  a varios lugares en donde acostumbrábamos hacer nuestras compras cotidianas. Hoy esto es imposible, tenemos que abordar y pagar el “servicio” de un microbús (tan peligroso por cierto como esta carretera) solamente para que nos pase al otro lado de tal Mega-obra. Y si no, pues hay que correr el riesgo de ser atropellado, pues no hay banqueta para nosotros, todo es para los autos. A nosotros los habitantes nos han encajonado.

Aquí fue el choque hace una semana, el armatoste-señalamiento que tiraron quedó sobre la banqueta y ahora la gente tiene que bajarse de la banqueta y arriesgarse a ser atropellada. Aquí es donde llegan los micros y combis para levantar pasaje. Dejaron todo tirado como siempre. Ahora veo a un transeúnte caminando por el camellón justo donde quedó un auto hecho chatarra. Pienso en las ineptas autoridades que siempre dejan botado el trabajo y en la imprudencia de los conductores. A nosotros nos dejan el riesgo.

Es domingo, pasó el susto. Me queda el coraje.

Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates