• Ángeles Mastretta/Del absurdo cotidiano
  • 04 Febrero 2016
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Cien años antes de Cristo alguien consideró que ese lugar debería ser sagrado. Guerra tras guerra, fueron los pueblos construyendo una pirámide sobre otra. Cada una para un dios distinto. El último trajo con él a una diosa. La de los remedios. Y ahí le hicieron en 1564 una capilla sobre la que fueron creciendo la tierra y el campo, hasta consolidar un cerro sobre el que en 1864 se agrandó la iglesia que al ponerse el sol, o cuando está nublado y se asoma su contorno, parece flotar contra la línea del volcán que la custodia a sus espaldas.

La pirámide de Cholula, seguimos llamándola quienes tenemos por ella un culto que no es religioso, pero sí sagrado.

Dicen que los alrededores estaban sucios, en desorden, y que era necesario arreglarlos. Ni quién lo niegue. Hace muchos años que Cholula crece en desorden, lo mismo que los alrededores de Tonanzintla y San Francisco Ecatepec. No por eso tiene que ocurrírsele a nadie avasallar el pasado con la más desafortunada de las mezclas: dinero y mal gusto, ignorancia y desmemoria, pretensión y poder.

En una mancuerna que no pudo ser más eficaz, el gobierno del Estado de Puebla y el del Municipio de Cholula, tuvieron a mal “intervenir” la zona arqueológica. Y ¿cómo no? Echaron mano del cemento, el tartán, los macetones negros, las lámparas de chicote y las palmeras. ¿Qué sino el horror puede esperarse? Vean ustedes las imágenes. La de las flores de cempasúchil es de apenas octubre de 2015. Pero como para maltratar se pintan solos y van de prisa, las otras son del 30 de enero del 2016. ¿Palmeras en Cholula? Ya se les secaron. Pero ahora están de moda. ¿Arboles? ¿Plantas de la zona? ¿Parque alrededor del cerro? De ningún modo, habría que cuidarlos, y lo nuestro no es el mantenimiento. Mejor tartán. Yo no sé quién tendrá el negocio de la venta de tal cosa en Puebla, pero le ha de ir muy bien, porque en cuanto dicen que arreglan un lugar, le ponen una pista de ésas. La de Cholula es azul con anaranjado. ¿Normas? También pintadas de colores. El INAH en la luna. Ojalá que en la luna, quizás desde allá podrían ver el paisaje lunático alrededor del cerro. La cancha de futbol, con pasto y tamaño normal, la volvieron más chica, con piso sintético y muy cerca de donde empieza la base de la pirámide.

No es cosa de negarse al cambio, a la limpieza, a recoger un tiradero, pero sí de hacerlo con inteligencia, sencillez y respeto. Sepan ustedes que por el rumbo había una vulcanizadora, algo como un basurero y hasta un manicomio. Ahí en lo que dentro de poco será un museo de sitio -al que yo no sé con qué irán a llenar, porque al gobierno le gusta hacer museos para luego no tener qué ponerles-, había un manicomio. No estaba mal, todo es de locos, aunque sólo algunos vivan encerrados. ¡Qué tristeza!

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