• Sergio Mastretta
  • 18 Diciembre 2014

En torno a la vida de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla una pregunta se sostiene: ¿Cuál es el papel que juega la universidad pública en una sociedad con las carencias como la nuestra? ¿Cuál su responsabilidad como la principal estructura de creación de conocimiento en Puebla?

 

Mundo Nuestro se propone en los meses que vienen contribuir en la construcción de una respuesta colectiva crítica y propositiva. Y empieza con la presentación de veinticinco crónicas escritas por Sergio Mastretta entre 1989 y 1991 y publicadas en el periódico Cambio de entonces, el momento histórico en el que la Benemérita redefinió su destino para la siguiente generación. La primera que se presenta es una especie de preámbulo de la guerra interna que se le vino encima a la universidad. “Del desánimo al encono” narra una de las primeras reyertas entre los grupos que encabezaban Vélez y Malpica; la escena transcurre en una sesión del Consejo Universitario.

 

 

Una misión imposible

Jueves 14 de diciembre de 1989

1.- Maximino, Plaza de la Democracia, Zapata. Del autoritarismo a la autogestión. Los universitarios van y vienen en ese territorio autónomo del Carolino, dos meses que se contienen en marchas y mítines. De uno y otro lado consignas, fotos, gritería, y la parte de masas que le corresponden. Ahora Santaclós se mete en medio con su costal de cheques y aguinaldos como fumarolas inasibles. Los sindicalistas de Valerdi, algo dice de la relación de cuotas sindicales en las últimas tres quincenas, no menciona cifras. Luego le preguntamos: qué hay de un embargo precautorio. Sí dice, se va a solicitar un embargo de las cuentas bancarias porque la administración de Malpica ha retenido alrededor de 75 millones de pesos de las quincenas de noviembre y la última de octubre. Antes había dicho que el sindicato no tenía respuesta de Samuel Malpica sobre quien representa formalmente al Consejo Universitario.

            Terminó Valerdi, dirigente sindical de una universidad en crisis, con sus trabajadores que amenazaron con un plantón a partir de las tres de la tarde del viernes si no les pagan completos sus salarios decembrinos. Algunos aplaudieron. Pero no son muchos los que se animaron a venir a la marcha. Un orador lo recrimina: “Muchos están ahí en sus casas o en el café; a la espera de lo que pase, brillan por su ausencia. Tenemos que reclamar a los delegados que se comprometieron a traer a los trabajadores a esta marcha y no lo hicieron”.

            Una marcha sin mucho ruido, que terminó con el rumor de que en la Prepa Zapata está Samuel Malpica. Una marcha que trae el cuento a un tercero en la discordia, que se dejará sentir el viernes si no hay paga, pero mucho más que el próximo años, cuando este en conflicto no podrá posponerse por el narcótico de los reyes magos.

            2.- No confunda la pelotera estudiantil en el patio de la Prepa Zapata. Tampoco Samuel Malpica con el micrófono y sus pestes contra la administración de Vélez. Pero nadie habló de un debate. Y ahí estaban todos todavía muy formales y civilizados en la mesa muy sentados: Malpica que dice cuando entro que mientras él propuso como primer punto las demandas estudiantiles, un grupo de consejeros pidió su destitución en aquel tórrido Consejo Universitario de octubre; Guillermina Pérez que debe hacer de moderadora y que mira a los balcones; Ismael Ledezma que mete y saca papeles de su portafolio, Juvencio Monroy que esconde la cabeza entre los hombros escuálidos; y el doctor Eduardo Vázquez Valdés que pone cara de que en clase de quirófano me encuentro. Sí, es un debate, Samuel Malpica contra tres de los cuatro miembros de la Junta de Gobierno que nombró el Consejo Universitario opositor.

            Sigo mi libreta en esa cena de negros:

            Le gritan algo a Samuel, se enoja, dice ya ven, ellos empiezan, jóvenes, se supone que esto es un debate serio. Un muchacho toma el micrófono: “¿Dónde está el subsidio?, no ha llegado a la Prepa Zapata.” Malpica: “El subsidio lo manejó la administración y el Tesorero depuesto, ¿por qué no hubo queja en dos años?”. Luego mira a Guillermina, regresa con el joven que lo increpa; “A ti te tiran línea desde aquí”, y señala a la coordinadora. Sigue: “A mí me dejaron con un déficit de diez mil millones pesos... yo no imprimo billetes, el subsidio no alcanza, tengo que ver de dónde saco para pagar... Es una táctica conocida, la misma que se aplica contra Nicaragua, me dejan un déficit y a ver cómo le hago...”.

            Griterío, porras a Samuel abucheos contra Samuel. El hombre le echa toda la culpa a los velecistas. Sigue con el micrófono, se interrumpe, le pasaron la notita: “Aquí me pasan una nota –dice-, es del doctor Vázquez Valdés, dice que no diga mentiras, que ellos no tienen nada que ver con la administración de Vélez Pliego”. El rector-no rector (¿Cómo llamarle?) se anima, va a su portafolio que acarrea desde que inició el conflicto, extrae papeles, fotos, muestra pruebas: “Aquí está Vélez, dice que pasó por casualidad por ahí, así lo dijo Montero Ponce, y este que está por acá es Dóger. Ah, pero no son ellos, no son velecistas, todo es casualidad”. Y continúa, saca una copia de una columna de Fernando Crisanto: “No lo digo yo, lo dijo un periodista, “El da pruebas de los delincuentes que trabajaron con Vélez y que ahora están con ellos, como los Zárate Martínez”. Está encerrado Samuel, enseña los oficios que ha sacado escuela tras escuela que ha recorrido como en sus mejores tiempos de campaña, está atento a toda opinión del público, sigue sus reacciones, si lo aplauden tiene una respuesta, si lo abuchean tiene otra.

“Qué cumplimos –dice-, bueno, se fue el Tesorero, detenido por contrabandista en 1982”.

“¿Y Cruz Quintas qué?”, le interrumpe desde su asiento Guillermina.

“Esas son mentiras”, responde Malpica.

“¡Ah!”, exclama el público.

“Que lo prueben”, sigue Samuel. Se arma una boruca. Guillermina quiere intervenir. Malpica cambia de tema, señala a un nuevo a un nuevo espectador, que poco a poco fue tomando la escena; son los trabajadores que vienen del mitin en la Plaza de la Democracia. “Ustedes son testigos –grita Samuel-, esto era una asamblea estudiantil, ellos la transforman en otra cosa”. Deja el micrófono, Guillermina lo toma, una mujer, estudiante de la prepa se lo intenta arrebatar, forcejean. Estamos hechos, el debate se lo llevó Judas. La coordinadora grita que no hay estudiantes, que son gente de Malpica la mayoría de los presentes. Gritos de “Fuera Guille, fuera Guille”. Sigue un forcejeo de varios minutos. Samuel se sienta, Monroy sigue ensimismado, el doctor Vázquez Valdés opta por la retirada tras bastidores.

Me llama el doctor al pasillo, mientras sigue el griterío: Oye, yo te respeto, pero tú no dijiste un una nota que yo llamé a parar el Hospital Universitario, y no fue así, yo expresé al licenciado Jiménez Meneses que en caso de violencia tendríamos que desalojar el hospital, porque no habría garantías”. Tiene razón doctor, le digo yo me fui con una información que me pasó otro reportero el viernes pasado, cuando la bronca en el HU. Ni modo, son gajes del oficio, me digo, y vuelvo al tinglado. Ahora es Ismael Ledezma, que ha logrado hacerse del micrófono. “Mira –alcanza a decirme el doctor Vázquez Valdés-, nosotros actuamos de buena fe, si estamos en esto es porque nos importa el futuro de la universidad, si no se hace algo, si no se enfrenta el verdadero poblano, nadie puede garantizar que el próximo rector no sea otro Malpica u otro Vélez. Los universitarios deben pensar bien esto”.

Ledezma grita en el micrófono, le tiemblan las manos, muestra una gráfica, rebate a Samuel Malpica en el asunto de las 1744 plazas, saca fotos en donde se ve al rector como testigo del ataque al edificio Presno, llama a su rectorado “el imperio de las mentiras”, algunos estudiantes lo cabulean, imitan su nerviosismo. De cualquier modo el debate está roto.

Suben a escena algunos trabajadores, echan discursos antimalpiquistas. Estudiantes promalpiquistas se niegan a seguir en el local, dicen que qué chingaos hacen ahí los trabajadores. Todo es gritería y priva la certeza de que ya acabó todo.

Juvencio Monroy permanece en su lugar. Está rodeado de un grupo de estudiantes, les platica, ninguno paso de los 18 años: “Muchachos –les dice-, ustedes tienen que abrir los ojos, tienen que conocer cómo están las otras universidades del país”, algo así escucho. Platico con otro grupo de chavos, todos promalpiquistas, dicen que defienden el voto universal y que los de la Junta nunca les informaron bien a bien por qué hicieron todo esto. Nos arrojan un vaso de fruta desde el tercer piso. “Mírelos ya ve como son”, me dicen. Luego alguien me dirá que no son de la Zapata, que los que están en contra son puros repetidores.

Difícil entender todo esto. El acto acabó en desbandada. El sonido dispuesto se apresta para un baile que organizan los estudiantes. Nos corren a todos, el que quiera entrar a bailar pagara mil pesos en beneficio de un equipo de volibol. A otro día, a otra cosa, sigue la espera.

 

Tirotean el Carolino, un herido; malpiquistas intentaron entrar

Martes 19 de diciembre de 1989

Finalmente corrió la sangre. Cerca de las diez de la noche, Humberto Reyes, trabajador rescindido de la UAP, cayó herido de bala en la oficina de Prefectura, cuando intentaba cerrar la ventana que los seguidores de Samuel Malpica Uribe habían abierto. Al parecer, los malpiquistas querían recuperar el edificio que el SUNTUAP tomó en forma pacífica por la tarde. Los disparos se hicieron desde afuera, unos contra la oficina de rectoría en el segundo piso y otros contra la prefectura.

Los trabajadores de SUNTUAP que se encontraban en el interior del Carolino responsabilizaron de la agresión a Ignacio Rosas, secretario administrativo de la universidad, quien encabezó al grupo que quiso entrar al edificio. Venían desde Palacio de Gobierno, donde Samuel Malpica se había entrevistado con Héctor Jiménez Meneses, secretario de Gobernación. Según versiones de algunos testigos, el grueso del grupo, con Malpica al frente, pasó frente al Carolino; cuando algunos reporteros intentaron entrevistarlo en la esquina de la 3 Oriente, se escucharon detonaciones que provocaron la desbandada.

La versión que dan los trabajadores del SUNTUAP es que Ignacio Rosas y otros malpiquistas se acercaron a la puerta del edificio, insultaron a los que se encontraban dentro, patearon la puerta, abrieron la ventana de Prefectura y lanzaron periódicos prendidos. Humberto Reyes quiso cerrar la ventana de esa oficina, y en ese momento recibió un impacto de bala en el costado izquierdo. Otros balazos fueron hechos contra la ventana y contra la oficina de rectoría.

Humberto reyes fue recogido por una ambulancia y trasladado al Hospital Universitario. El primer reporte fue de gravedad.

Al cierre de la edición se supo de otro conato de violencia entre el grupo malpiquista y sus opositores, cuando se encontraban en las oficinas de la Procuraduría a las 11 de la noche. Al parecer, Samuel Malpica se presentó en esa dependencia a denunciar las agresiones en su contra.

“La solución al problema de los aguinaldos se dará el próximo jueves con el pago íntegro a los trabajadores”, dijo ayer en la noche Samuel Malpica Uribe frente al Palacio de Gobierno, luego de una reunión con el secretario de Gobernación, Héctor Jiménez Meneses. “Sólo queremos el aval como se ha dado en años anteriores. Jiménez Meneses se comprometió a que el jueves sostendremos una entrevista con mariano Piña Olaya, no esperamos un día más”.

Entrevistado por Cambio, Malpica Uribe expresó que en la plática con el secretario de Gobernación, el funcionario ve como viso de solución el aval gubernamental. No obstante, en un comunicado oficial del gobierno estatal a medio día se plantea que “la situación del gobierno del estado es difícil como para conceder un préstamo por 7,500 millones de pesos, avalarlo, y la situación interna de la Universidad es diferente a la de hace un año”.

Malpica Uribe desmintió también la versión oficial difundida en ese mismo boletín en el sentido de que la Secretaría de Educación Pública federal ha informado que no recibió con anticipación la petición de parte de la Universidad Autónoma de Puebla para la obtención de subsidio extraordinario en el cual se cubrieran los pagos de aguinaldos de fin de año a sus trabajadores. En ese boletín se dice que la SEP no entregó las partidas extraordinarias porque ya cerró el presupuesto.

Sin embargo, Malpica Uribe, dijo que eso era mentira. “Ayer me entrevisté con Manuel Bartlett, él manifestó que no era un problema de entrega de documentación, cosa que nosotros hicimos desde el mismo día 10 de noviembre, sino que el problema financiero de la UAP se resolvería sólo con la reestructuración administrativa, tomando en cuenta tres elementos: cuotas a los estudiantes, modificaciones al contrato colectivo de trabajo y con el financiamiento del sector privado. En ese sentido, la entrega de la documentación no sirvió para nada, fue una tomadura de pelo”.

Finalmente Malpica Uribe dijo a Cambio en relación a los hechos ocurridos en la tarde en el Carolino, que él había hecho el último llamado a la cordura a sus opositores”. Ahora ellos se han hecho acreedores a la expulsión, eso ya es una decisión mía, sino del Consejo Universitario.

 

Monroy rector interino de la UAP; pagarán aguinaldos hoy


Jueves 21 de diciembre de 1989

1.- A medio día salieron dos hombres de Palacio de Gobierno con una versión en la mano. Cada uno por su cuenta, tal vez con una hora de diferencia. Primero el físico Agustín Valerdi, secretario general del SUNTUAP. Después Samuel Malpica Uribe, el rector que enfrentó desde hace casi dos meses un conflicto de destitución por el Consejo Universitario. Los dos contaron a sus seguidores que tenían una respuesta favorable del gobierno estatal para la resolución del pago de los aguinaldos. En la tarde que siguió los universitarios que se disputaban el control de la UAP estuvieron muy cerca de un enfrentamiento violento. Y no era un juego, ni entretención de reporteros. En toda la jornada, sin embargo, no hubo un solo comunicado oficial de parte del gobierno que indicara cuál había sido el resultado de las pláticas con ambos universitarios.

Un día que inició con expectación por el pago, que tomó forma en la marcha de los malpiquistas a Palacio, que mostró su inercia cuando el Consejo Universitario, que nombraría después rector interino Juvencio Monroy a las doce del día aún no reunía a más de cuarenta consejeros, que tuvo su definición en las dos reuniones que mariano Piña Olaya tuvo con Valerdi y Malpica, que volvió a tomar ritmo en la información que Malpica dio a sus seguidores (“El gobernador nos da su aval para el pago del 100 por ciento del aguinaldo”) para llevarlos en marcha hacia el Carolino, que expresó la verdadera tensión cuando se supo a la altura de la Maximino que el Consejo había logrado el quórum de 67 consejeros, y que se dispuso, finalmente a dirimir la bronca en esa explanada colonial que algún día se llamará de la Universidad pero que todavía conserva el nombre de Maximino como prototipo de lo que fue pero ya no es.

Un día que terminó con el reconocimiento del gobernador Piña Olaya al rector interino nombrado por el Consejo Universitario, Juvencio Monroy, el maestro en ciencias que derrotó al ingeniero Terrazas con el apoyo de corrientes antivelecistas, y que salió de Palacio incrédulo por la solución final de la jornada.

Detener el día, calibrar la libreta para dar un orden racional. Los acontecimientos se resuelven en el garabato de la política, en el vaivén de las relaciones de fuerzas, en la pasión de los individuos, en la gritería de los grupos que se arraciman. Y que uno ve en bloque como la masa que se supone decide, de cuerpo, expresa fuerzas sociales, las que apoyaron el proyecto de izquierda para la universidad poblana...

En la práctica, un hecho: el gobierno estatal reconoce a la facción antimalpiquista, que tiene el Carolino y el dinero para los aguinaldos. Uno se pregunta si el problema ha quedado resuelto.

2.- Samuel Malpica habla a la mitad de la Maximino. No lo veo, está detrás de la camioneta de sonido. Dice algo que no mencionó en la información que dio frente a Palacio: que el gobernador se comprometió a tener una respuesta sobre el aval a las ocho de la noche. Dice que hay que evitar enfrentamientos estériles. Hace un llamado a la unidad. Ya no dice, como lo hizo cuando lo entrevistamos en un corredor de Palacio, que la junta está liquidada.

3.- Las dos fuerzas en los extremos de la Maximino. El grupo más nutrido del lado de Samuel; el otro, el carro quemado de Cruz Quintas fue emplazado como barricada.

Jesús Aroche comenta con la gente que controla el Carolino: “Malpica quiere el edificio, ¿pero a cambio de qué? Nosotros le propusimos que pasara los programadores para que corrieran los programas”.

Del otro lado comentan: “¿Qué tiene que hacer aquí Aroche, por qué no viene Valerdi?”.

Ignacio Rosas mira al fondo enemigo: “hay 20 gentes en la casa del Pueblo, más los que están en la valla, son poquitos, pero los que están armados son los de la casa del Pueblo”

Platican Samuel Malpica y Cruz Quintas: esos no son trabajadores, luego se les ve la cara. “Míralos muy calladitos –dice Samuel-, luego se les ve que se les está cayendo el mundo”.

4.- Avanza la camioneta. Gritos al fondo contra Valerdi y la Junta. “Un cachito avancen –dice Samuel-, pero muy organizados”, y mira la decisión con que Cruz Quintas se dirige a llamar a la gente. Pero lo detienen; “Ya viene Valerdi”, gritan. Pero no es el chaparrito secretario general, son dos del comité ejecutivo, propone un diálogo en la Plaza de la Democracia entre Valerdi y una comisión: además piden que Samuel compruebe en un escrito que tiene el aval de gobernador. Confusión, Malpica dice que les da el oficio en cinco minutos si pasa a Rectoría. No, lo que quieren es un papel escrito por el gobernador. Malpica enfurece, dice que él habla con Valerdi como autoridad, no como comisión. Pleito de micrófonos, porque los del Carolino han dispuesto ya lo suyo. Estamos cerca del de Malpica; el otro es una voz femenina inaudible que grita algo contra los porros. De repente todo se vuelve una acusación mutua: porros y gobiernistas. Provocadores y fuera de la UAP Malpica, Valerdi, la Junta. En el espacio de la Maximino rebotan las voces y los ademanes: se concentran en cinco minutos las fobias y las pasiones. De uno y otro lado trabajadores.

5.- Caminó chaparrito Valerdi hasta el rector. “¿Qué se le ofrece?”, le preguntó. Pero él empieza el diálogo, abierto al público por el micrófono de los malpiquistas, prensa de por medio: “A las 6:30 el gobernador dará información sobre el pago, además. Ahora sesiona el Consejo Universitario”.

“De mi parte –dice Malpica-, puedo decirle como autoridad que soy de la Universidad, que yo también me reuní con el gobernador y me dio una respuesta positiva para el aguinaldo. Tiene que acabar ya esta toma ilegal del edificio y le recuerdo que soy el rector no sólo por los trabajadores, sino por los cien mil estudiantes que me eligieron”.

Valerdi ataca: “Durante dos años como rector no respetó al contrato colectivo de trabajo y como ahora, dijo tener constancia de los hechos que no prueba. Hoy el gobernador me manifestó que la SEP le dijo que desde junio Malpica rompió las negociaciones del aumento al subsidio desde junio. Y ayer el gobernador citó al rector para ver la posibilidad de que el Congreso del estado ventilará la posibilidad del aval, y Samuel Malpica no fue. Y hace una hora el Secretario B de Gobierno me confirmó que es falso que el gobernador haya dado lo que dice Malpica. La respuesta definitiva es a las 6:30 horas”.

Contrataca Malpica: “Todos conocen quien es el físico Valerdi, que fue encontrado culpable de la corrupción en el Departamento Escolar de donde lo corrieron. Y en 1985 amenazó a los trabajadores en huelga. No estoy dispuesto a negociar la legalidad, ya basta de tomaduras de pelo, usted tomó el Carolino sin acuerdo de la CSD. Es necesario poner un hasta aquí a esta gente. Voy a entrar a Rectoría”.

Termina el diálogo. Se va Valerdi. Malpica llama a su gente a no aceptar provocaciones y a analizar las acciones a seguir. Discuten sus lugartenientes. Unos de inmediato llaman a retirarse. Y sucede lo inesperado, se retiran entre consignas contra Valerdi y la Junta. Los cien metros que separaron a los grupos nunca llegaron a achicarse.

 

            El ruido de la muerte

            Viernes 22 de diciembre de 1989

 

Unos minutos antes de las seis: un hombre lanza desde la ventana de Rectoría un cohetón que cruza la plaza y estalla en la esquina de Maximino. Treinta segundos después Miguel Antonio Cuéllar Muñoz, profesor universitario, está muerto a unos metros de la esquina del Hotel Colonial.

Dos Minutos antes, ante el portón del Carolino, inicia lo que se veía venir desde hace meses y desde el mediodía. Trabajadores promalpiquistas se lanzan contra el grupo que defiende la entrada. Ya no hay salida: patadas, jalones, alguien arrebata la bandera de huelga atravesada en la puerta. He visto a los dos grupos todo el día, mayoritario el de los trabajadores que impugnan a Valerdi; pero importante el que apoya al secretario general. Unos y otros con su versión: Malpica será el que pague, las nóminas están hechas y el rector interino Juvencio Monroy entrega los cheques para que se paguen el martes. Nunca una versión oficial del gobierno del estado. Todo el día la decisión de los malpiquistas de recuperar el Carolino. En todo momento la conciencia de que ambas partes están armadas. Un hecho me cimbra de entrada: un funcionario de la administración de Samuel Malpica me dice de frente, cuando avanzan por la Maximino: “Venimos por nuestros muertos”. Me pregunto por la inercia a la que están sometidos los universitarios, intento ver los intereses que se juegan en esta disputa por la universidad.

            Pero lo que está a la mano es el cuerpo de Miguel Antonio Cuéllar Muñoz, en un charco que corre cuando miro de reojo desde la esquina.

            Dos  minutos antes empieza el jaloneo. Ya no veo a Roberto Morales, el secretario de Organización del SUNTUAP, que todo el día ha incitado a la recuperación del edificio, no sé en qué momento gritó por última vez que lo que pasara era responsabilidad de Valerdi. Miro a su gente, la que estuvo todo el día a la cabeza de la valla, miro a los otros, que no se han separado del portón. Patadas, jalones, no veo relucir fuscas. Algo me llama del balcón, no sé por qué miro al hombre desde que sale con el cohete en las manos; se acuclilla, lo enciende, lo veo partir con su chorro y quebrar la tarde frente a La Compañía y tronar a fondo. Reconozco a Rafael Torres Rocha, el hombre que en la tarde negociara el paso ordenado y tranquilo de los malpiquistas a la plaza; grita: “No sean pendejos, por qué hacen eso”. Ya no da tiempo de nada, pero vuelvo a mirar a la ventana: otro hombre sale, se planta, emplaza una escuadra con el mismo rumbo del cohetón, dispara.

Es lo último que vi. Luego todo fue correr hacia la 3 Oriente, los plomazos suenan, todos corremos, me repego a la pared del Colonial. Gritería acompasada por los tiros. Corro y creo escuchar otros cohetes, no sé si se trata de una escopeta. Antes de llegar a la esquina chilla una muchacha, le pegaron a uno. Sigue la balacera, se ve la esquina como salvación. Los balazos truenan y lo que son tres metros es una eternidad, como la de este día entero de duelos y amenazas, de reclamos a la prensa, de “ya te vi, vas a ver”.

 

            Lo que veo es un muerto cuando me asomo con varios desde la esquina.

            Sigue la histeria. Hombres frenéticos descubren a Urbano Carreto. Todavía se escuchan plomazos. Lo empujan, lo patean, gritan “línchenlo, línchenlo, él fue, él dio la orden”. Lo veo revolcarse, pararse, correr, no veo rostros, veo una pelotera informe. Qué difusa es la mente cuando escucha de espaldas a la muerte.

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