• Sergio Mastretta
  • 09 Octubre 2014

La BUAP: de la universidad de izquierda a la universidad de Estado.

El otoño-invierno de 1989, hace 25 años, marcó el punto de quiebra de la universidad de izquierda en Puebla con la derrota de la corriente encabezada por el rector Samuel Malpica, quien sería finalmente destituido en diciembre de ese año en medio de un conflicto que se cerró violentamente con la muerte del profesor Miguel Antonio Cuéllar Muñoz  por arma de fuego disparada desde uno de los balcones de Rectoría a unos metros de la puerta principal del edificio Carolino. Los meses que siguieron --con un triunvirato de gobierno (Monroy-Vázquez Valdez-Jean Pandal) que cedió pronto el poder al ex miembro del Partido Comunista José Dóger Corte-- confirmaron lo que se veía venir: la recomposición de las relaciones con el gobierno estatal en un proceso que definió las condiciones económicas para la modernización de la institución pública de educación superior más importante en la historia de Puebla, en una nunca bien definida alianza con el Estado y los gobernadores priistas que lo representaban. Los años siguientes confirmaron entonces la reconquista de la universidad por el aparato gubernamental priista, con los rectores Enrique Dóger Guerrero y Enrique Agüera Ibáñez como principales exponentes.

Su rector actual ha propuesto recientemente un distanciamiento de esta nueva partidización que representaron Dóger Guerrero y Agüera Ibáñez, con una postura más neutral que tiene como contra su silencio ante la problemática social en el Estado.

La pregunta vieja se sostiene: ¿Cuál es el papel que juega la universidad pública en una sociedad con las carencias como la nuestra? ¿Cuál su responsabilidad como la principal estructura de creación de conocimiento en Puebla?

Mundo Nuestro se propone en los meses que vienen contribuir en la construcción de una respuesta colectiva crítica y propositiva. Y empieza con la presentación de veinticinco crónicas escritas por Sergio Mastretta entre 1989 y 1991 y publicadas en el periódico Cambio de entonces, el momento histórico en el que la Benemérita redefinió su destino para la siguiente generación. La primera que se presenta es una especie de preámbulo de la guerra interna que se le vino encima a la universidad. “Del desánimo al encono” narra una de las primeras reyertas entre los grupos que encabezaban Vélez y Malpica; la escena transcurre en una sesión del Consejo Universitario.

CRÓNICA No. 1

Preámbulo: del desánimo al encono

Sábado 28 de enero de 1989

La noche anterior han velado armas todos. Unos para el ataque y la defensa. Otros Para pintar su raya. Finalmente y para regocijo de sus detractores, el eterno pleito llega a la comisaría en un Informe que destaca la nota policiaca. Y como una estela que siguiera al Rector por el pasillo del Salón Barroco, en el murmullo de los asistentes quedó el tum-tum de la declaración de guerra.

1.- A las 12:30 Oscar Samuel Malpica Uribe, Maestro en Ciencias y Rector de la Universidad bajó del estrado para ser abrazado por los rectores de Sinaloa, Zacatecas e Hidalgo y por los agregados culturales de Alemania Democrática, Polonia y Cuba. Pasó a medio metro de Alfonso Vélez pero no se ven; al golpe dado el refugio de la trinchera. En el micrófono Hipólito Martínez hace alarde de la democracia universitaria, mientras que Luis Enrique Sánchez, economista y consejero universitario intenta detener a la corriente humana que abandona el recinto y decreta que por ahora esto no pasa a mayores.

Únicamente Vélez Pliego sale al descampado en el interrogatorio de los reporteros. Por ahora no tiene más recursos que la declaración inflamatoria: calumnias, discurso irresponsable, vergüenza para la Universidad. Y el reto: “El Rector es un mentiroso y lo voy a demostrar”.

2.- Dos horas antes del acomodo de los personajes. Afuera en el recinto, la pelotera de interesados en un video de la campaña cardenista en el televisor que mostrará después  la figura austera de Malpica. Dos hombres trajeados exigen invitaciones. Quince minutos después, el tradicional portazo dejará en su lugar el protocolo que intentan guardar las edecanes. Adentro impera la democracia de una función de cine, se sienta el primero que llega y en dónde encuentre. Así que la sillería que circunda el Barroco se llena de gente que imagino maestro y estudiantes, acaso también intendentes. Sobre todos ellos, las figuras coloniales en los cuadros, con impresión barroca de quién ha soplado sin posibilidad de escape torturantes sesiones del Consejo Universitario.

3.- Cinco minutos antes de que llegue el rector, Rafael Zarate reparte lo que sus autores de UPD bautizan como “contrainforme”. Con la chamarra anaranjada y su bigote, viene por todo el pasillo recordando sus tiempos de volanteo estudiantil en las calles. No hay camisetas en la UAP, hay jalones, alianzas vueltas de la tortilla, Zárate impugnará tres veces a Malpica: que por qué no pagó el 100 por ciento de los salarios caídos; que todavía hay pandilleros en la Universidad y que detrás de Rectoría está la mano de Piña Olaya. Pero eso será después. Ahora reparte el texto de la UPD.

4.- Francisco Salas es consejero universitario y estudiante de arquitectura. En el informe quiere emular a los impugnadores cardenistas. Cuatro veces se levantó de su asiento para interrumpir a Malpica: que no ha enfrentado a las autoridades en la bronca de los camiones secuestrados. A veces acarrea algunos aplausos, al final el abucheo. Pero al principio, cuando el rector se sienta, Salas se levanta por primera vez, gana el estrado, exclama algo que no escuchamos los del fondo y entrega a Malpica la versión del Informe según la Unidad Plural democrática. Terminado todo dirá que fue Samuel el que rompió, el que se deslindó al no cumplir con el proyecto, nosotros mantenemos nuestro espíritu crítico. Y se ira a saludar a Alfonso Vélez Pliego.

 

5.- El ex-rector Vélez llega tarde, en la democrática inexistencia de protocolo. Hipólito Martínez pasa lista a los consejeros, repasa nombres de los físicos y biólogos, de señores y señoritas, interrumpido de cuando en cuando para palomear algún grito de presente. Nunca se sabrá si hay quórum. Pero eso no le importa a Vélez Pliego cuando recorre el salón para sentarse a la izquierda, a pocos metros de Malpica, a un lado del biólogo Ismael Ledezma, en el grupo que forman Rafael Zárate, Francisco Javier Muñoz (coordinador de Administración) y Guillermina Hernández (coordinadora de la prepa Zapata y que al final pedirá a gritos la palabra al Secretario General). El ex-rector gana un punto con el aplauso general, Hipólito Martínez tiene que interrumpir la lectura. Después todo se descompone en el rostro de Vélez, a pesar de que tiene en el planteamiento firmado por cerca de treinta consejeros y leído por Ismael Ledezma, lo que puede ser el renacimiento formal del velecismo. Pero está obligado a escuchar la andanada contra su administración, que llega a vincularlo directamente con el manejo turbio del presupuesto universitario. Por eso uno se pregunta a qué ha venido al informe de Samuel Malpica.

 

6.- El rector llega a su informe como uno más. En el protocolo no hay fanfarrias. Solo una consigna apagada de “se ve se siente Malpica está presente”. Atrás de él Aroche, a pesar de los rumores de sus contradicciones y de supuesta existencia de ruptura entre malpiquistas y arochistas en el grupo de Rectoría. Malpica se sienta derecho, serio, incólume en gris más oscuro. Pero es el momento del rector, él es el de la voz recia, que corre sobre las 53 páginas de su informe, urgido por esa doble línea en la que montó su versión de lo que sucede en la UAP, la del análisis y la del garrote.

Es un público extraño el que lo escucha. Por lo menos nada tiene que ver con el que el día 15 pasado se sentó en las mullidas butacas del auditorio de la Reforma, tibio y uniforme, a escuchar los elogios a y de Mariano Piña Olaya. Este público no aplaude ni siquiera cuando Malpica reseña los múltiples avances de la investigación universitaria. ¿Será que ya lo ha oído antes? Pero tampoco lo hace cuando se refiere al Plan General de Desarrollo Académico --habrá que ponerlo con mayúsculas--, ni cuando desgrana capítulo por capítulo los desastres que dice dejó de herencia la administración pasada, pone al tesorero Bautista en la picota, pero no pide para nada una sesión del Consejo para su destitución.

A ratos el público aplaude, finalmente, cuando responde al UPD Salas o cuando anuncia la creación de una Contraloría. Sin embargo, poco a poco, en el doble discurso, a Malpica le gana la condena. En el ánimo queda perdido la impecable caracterización del problema de las universidades públicas de provincia, el ahogo de su penuria, la realidad del lenguaje conciliatorio entre la universidad de izquierda y el gobierno estatal, la exigencia de mayor subsidio, la búsqueda de alternativas para una mejor organización de los trabajos académicos y administrativos, el rechazo a la existencia de pandilleros y la denuncia concreta contra “Los Buitres” de Arturo Loyola. En el ánimo queda la vieja cuenta pendiente entre los universitarios de izquierda, aquella que se lleva con el encono con el que se distancian dos hermanos.

6.- Afuera, un consejero se retira intranquilo: firmó el planteamiento del Biólogo Ismael Ledezma. “Se perdió la oportunidad de la conciliación”, afirma.

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