• Por Pan y Rosas México
  • 31 Julio 2014
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Una autopista, un plantón que la bloquea, un operativo policiaco. No es Chalchihuapan en Puebla. Es un suburbio bonaerense. En el desalojo y la represión se unen los dos momentos. Aquí, un pueblo en rebelión y una maraña de conflictos e intereses; allá, una trasnacional gringa y la industria automotriz que siempre encuentra en los despidos la solución a la pérdida de mercado. Al final, toletes, gases lacrimógenos, balas de goma.

El martes 29 de julio pasado, la policía de Buenos Aires reprimió el plantón que los más de doscientos trabajadores despedidos de la empresa LEAR CORPORATION, una empresa trasnacional especializada en autopartes con ventas superiores a los 16 millones de dólares. Así lo relata un boletín publicado ese día por el portal kaosenlared .net:

“(Gral. Pacheco, 29/7) A las 8:30 la Policía Bonaerense reprimió a los trabajadores de Lear en lucha contra los doscientos despidos y la ilegalidad de la empresa que no deja ingresar a los delegados a pesar de los cinco fallos judiciales que ordenan su reinstalación. La Bonaerense hizo ingresar a la planta a la patota que responde a la conducción del SMATA, personas ajenas a la empresa Lear que simulan ser trabajadores.”

La crónica que publicamos fue subida a facebook por el colectivo Pan y Rosas México (http://tinyurl.com/mcc4kv5)







Crónica de una docente sobre lo ocurrido el martes 29 de julio, el día de la represión en la autopartista Lear.

 

Martes 29

Colectivo 21 cartel Henry Ford 4.45 am. Me pregunto cuántos de todos los cuerpos envueltos en camperas y overoles azules sabrán a dónde van. Me pregunto cuántos sabrán de los despidos en LEAR, me pregunto y busco en sus camperas. Busco en sus camperas las firmas de la empresa que se adueña de sus vidas, de sus cuerpos. Los miro, me pregunto y no puedo preguntarles, la mayoría duerme, la mayoría trata de arrebatarle a la jornada laboral unos minutos más de sueño mientras se trasladan a la zona norte, a la zona industrial. Me pregunto qué harían ellos si de repente un día son desechados como basura de la empresa. Me pregunto y me quedo con las dudas al bajar en 197.

Cruzo el humo de las gomas quemadas y veo un grupo de laburantes. Ellos también usan camperas y overoles azules. Pero ellos no duermen, ellos cantan. Allí están ellos, los que saben dónde están. Ellos, los que sí saben qué harían, o mejor dicho los que ya empezaron a hacerlo. Allí están los que empezaron a responder. Están ellos y ellas, los obreros y obreras de Lear cargando gomas, tocando bombos, haciendo rondas, repartiendo sus boletines, señalando a lo lejos, discutiendo qué hacer. Ellos no duermen, ellos ya están despiertos.







Discuten, votan y deciden cómo enfrentar a la patota. Saben que van a querer pasar, pero también saben de su fuerza. Saben y están dispuestos a hacer todo lo posible para impedirlo. Están decididos. Y su decisión nos convence al resto. A los que los apoyamos.

Armamos cordones, pero los verdes arman el suyo: la bonaerense -con su brutalidad, sus palos, escudos y armas- Los que mataron a Kosteky y Santillàn, ahí están!!! De nuestro lado: las banderas, las agrupaciones, las gomas y el fuego del piquete, y la moral bien alta al grito de “unidad de los trabajadores”. Yo sabía -y ellos creo también- que a la verde la cuida la policía asesina. 








El sol asoma en la pana y la imagen se vuelve cada vez más clara a pesar del humo de las gomas. La gendarmería, la bonaerense y la patota del SMATA de un lado. Los medios, las cámaras registrando minuto a minuto, en el medio. Los trabajadores de LEAR y todo el apoyo que han conquistado, del otro. La tensión es cada vez mayor. El jefe del operativo se decide a avanzar a como sea. Nosotros, a resistir su avance. El combate es duro, las imágenes confusas, compañeros en el piso, palos, gases, balas de goma, sangre, barro, corridas, caídas, más palos y más gases. 



Nos ayudamos, nos levantamos, gritamos, denunciamos, puteamos, nos agrupamos. El odio corre por nuestras venas, cuánta impotencia, cuanta bronca. Levanto la vista y los veo, ahora del otro lado del cordón policial. Allí están otra vez en ronda con sus overoles y camperas azules, ahora sucias, llenas de tierra, barro, hollín. Me preguntó cómo estarán, me preguntó qué pensarán, me pregunto qué pasará ahora. Me pregunto y espero. La única respuesta es que están allí, que no se fueron, que siguen juntos y eso me da paciencia para esperar.

Al rato aparece la respuesta, nuevamente ellos la tienen y nos dan una única certeza, es que a pesar de tantos palos, hay algo que no lograron romper: asamblea nuevamente, se discute, se debate. Los despedidos lloran, gritan, discuten, votan y deciden. Votan y deciden que no están vencidos. Votan y deciden que ahora más que nunca. Votan y deciden que su pelea continúa. Votan y deciden redoblar sus esfuerzos. Votan y deciden que mañana otra vez. Votan y deciden que se hará la 4ta jornada de lucha.

Miércoles 30:

5 am panamericana y 197. Nuevamente es de noche. Nuevamente las gomas, el fuego. Voy llegando y los veo. Nuevamente nos saludamos. Nuevamente están allí, despiertos. Hoy somos más. Es que ellos ya están despiertos y hacen despertarse a muchos más.

Cada vez que los veo en ronda me pregunto qué decidirán, pero hay una pregunta que ya no hace falta que nos hagamos, porque ellos van a luchar!!!

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