• Mary Carmen Larracilla
  • 04 Abril 2013

Ante la fragilidad del bosque, el corazón abierto.

Mary Carmen Larracilla, 44 años, arquitecta, activista en Tetela hacia el Futuro.

He ido cientos de veces a la Sierra, en Especial a Tetela de Ocampo. Siempre se ha mostrado de distintas formas, colores y climas. Cada lugar visitado forma parte de lo que hoy es para mí la Sierra. Y con el paso del tiempo ha cambiado profundamente mi manera de mirarla. Cada día me gusta más.

En estos días de semana santa, hice un viaje a Tetela con un grupo excepcional, un grupo de  entusiastas con la inquietud de encontrarse con los encantos de la Sierra. Entre ellos –Sergio- conocedor de lugares, gente y tradiciones de ese territorio; combinando con lo que nosotros ya hemos explorado…

Rafa, nuestro anfitrión nos recibió con generosidad en la casa de su padre, un lugar concebido y construido sensiblemente. Un pasillo que recibe el sol en las mañanas para calentar a todos los que obstaculizaban el paso mientras beben su café, leen, chatean o deciden el orden de la regadera.

El primer día fuimos a Xaltatempa, y para mi sorpresa volví a sentir la emoción que me produce la caída del agua y la cañada en la que está incrustada. La segunda cascada tan bella como la primera, pero más profunda.

El siguiente día nos encaminamos rumbo a Ahuacatlán, pasando por Cuautempan y Tepetzintla; regresando por Zacatlán y Chignahuapan… ¡Dimos la vuelta a seis municipios de la Sierra Norte!

Este recorrido me mostró la inmensidad de las montañas, a lo largo del paseo: pueblos, caminos y sembradíos dibujados en miniatura en los taludes de la barranca. El río, un hilo de luz al pie de esas paredes de roca.

Creo que lo fascinante de regresar a estos sitios es que siempre que vuelves, vuelves a disfrutar y a sorprenderte, y quizá entre más vas, más te gusta. Siempre hay algo nuevo que descubrir, un verde más brillante, una luna más linda, un cerro más alto.

Sin embargo, ésta vez me percaté de algo, que ya había escuchado, quizá de mi padre, pero no lo comprendía: la fragilidad del bosque, de su suelo, de la relación entre las especies que lo habitan, de los efectos que tienen nuestras acciones.

Los chicos biólogos que respondieron la MIA-Espejeras hablaron de la importancia de los encinos, de las variedades de ellos que habitan en La Cañada, de la biodiversidad que su presencia representa, de su relación con las especies que se hospedan en ellos, del tiempo que requiere este entorno para llegar a ser un “Bosque Maduro”.

El tercer día caminamos a los manantiales, sabíamos que estábamos en un lugar poco alterado, y cuando encontramos un par de pozas y una cascada nos sentamos delante de un talud casi vertical, cubierto de encinos, vestidos de musgos y helechos; y las rocas lisas, casi sin suelo mostrando distintos tipos de vegetación. Y pensé en el momento en el que llegó la semilla, en la humedad que la desarrolló y los nutrientes que necesitó, y pensé que sobre la roca vertical la lluvia no penetra, ¡la humedad la obtiene del aire!

Estaba delante de un pequeño fragmento de bosque maduro. Me cayó el veinte.

http://tinyurl.com/d7dhvy5

Cuando dejábamos el lugar volví  la mirada para asegurarme que nuestra presencia tendría pocos efectos, porque al fin y al cabo nosotros somos una especie más que convive con él.

Agradezco a todos los que vinieron a éste viaje, por todo lo que me compartieron, pero sobre todo agradezco que vinieran con el corazón abierto.


Mari Carmen

Abril 1, 2013.

Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates