• Mariana Rita Ramírez
  • 12 Septiembre 2013
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Por: Mariana Rita Ramírez

En el centro de la disputa por el país, el tema petrolero. Y en ese proceso, la construcción de la fuerza política de Andrés Manuel López Obrador. Porque es Morena la organización que llamó al mitin contra la reforma energética que promueve Peña Nieto.

Domingo 8 de septiembre en la Alameda de la ciudad de México. Un mitin más en la vida del inextinguible López Obrador.

El clima por la mañana consintió a los seguidores del dos veces candidato a la presidencia de la república, fresco y con nubes en el cielo les permitió llegar  desde muchos rincones del país. Dos  días  antes había caído una lluvia histórica sobre la capital, pero este día  los caminos estaban limpios.



A las nueve de la mañana del metro Hidalgo brotaban los militantes de Morena, en las avenidas cercanas los choferes más listos y con experiencia en marchas habían acercado a sus clientes foráneos  lo más cercano al templete junto a la plaza de la solidaridad; otros no tuvieron tanta suerte y caminaron una hora para llegar de sus camiones al punto de reunión.



Los "morenos" del Movimiento de Regeneración Nacional llenaron las avenidas con sus contingentes chicos, mediano y grandes siempre con un distintivo, sus lonas impresas todas ellas con la imagen de López Obrador,  playeras o camisas con  el nombre de su ciudad  y el águila dorada juarista que Andrés Manuel utiliza como símbolo de su gobierno.

Sinaloenses, veracruzanos, poblanos, mexiquenses, oaxaqueños, indígenas, estudiantes, amas de casa, niños, bebes y un gran número de gente de la tercera edad.  Todos ellos llegaron como imantados, su líder les convence, los atrae, los motiva; esta presencia tan fuerte en ellos la he visto muy pocas veces en mi vida de reportera, lo viví en las marchas masivas de Cárdenas en 1988, pero Obrador  los encanta, los enamora.



Como al zócalo lo han tomado los maestros de la CNTE, el templete lo  colocaron en  la avenida Juárez; a lo largo de la avenida las grúas cargaron con bocinas y pantallas para que la gente escuchará a los grupos musicales y oradores que se presentaron antes de López Obrador.

 

Esta vez no fue en el zócalo

 

La policía del Distrito Federal había desviado a la gente para que no pudiera llegar al Zócalo, en los postes había carteles que decían "Mitin de Obrador en el Hemiciclo a Juárez"; al principio la gente quería llegar al Zócalo --la fuerza de la costumbre--, pero poco a poco fueron tomando camino por la avenida Juárez. Y con el sentido de las marchas invertido ahora caminaban del eje central a Reforma. Todos con sus consignas: 

"Es un honor estar con Obrador" "Es un honor estar con Obrador".

 

 

El palacio de las bellas artes estaba repleto de visitantes que se tomaban fotos a ellos y a los edificios,  Un grupo de campesinos pasó junto a mí y uno de ellos  llamó mi atención por su delgadez y su cara con signos de desnutrición

--¿De dónde vienen? --les pregunté

--De Guerrero --me contestó un hombre de unos 70 años.

No dije más.

 

La comida

La política y la comida van de la mano, al menos en México.

Los negocios sobre ruedas que se han generado a partir de las marchas en el DF son una muestra del ingenio mexicano. El domingo abundaban los carritos de supermercado con todo para vender bebidas rehidratantes, con una maderita para que los vasos estén a la vista, mojados con limón y espolvoreados con sal, listos para la limonada con agua mineral; otros vendedores llevaban en una canasta tostadas de maíz azul y le colocan cebolla, cilantro y perejil  además de queso; las quesadillas de sesos no faltaron y los tacos de canasta aparecieron a lo largo de toda la marcha y fueron todo un éxito. Tampoco faltaron los vendedores con toda una línea de recuerdos con el nombre de López Obrador y de Morena.

Tranquilidad 

Cerca de las once y media de la mañana el presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Martí Batres, enlistó todas las empresas que se han privatizado a lo largo de 30 años en México y luego cuestionó si la medida ha servido para mejorar las condiciones del país.

Para entonces la gente estaba relajada. Nadie pintó paredes ni llegaron  encapuchados. Seguía llegando gente y la multitud se apretaba más hacia el templete.

Algunos militantes gritaban consignas, pero la gente los callaba para escuchar el discurso.

Cuando presentaron a Obrador tronaron cohetes y la gente respondió con gritos de entusiasmo. El ruido de la masa era como una ola, desde eje central hasta Reforma.

Entonces su líder habló y la gente guardó silencio, no se podía escuchar otra cosa que la voz de Andrés Manuel.

 

El panorama que Obrador pintó a sus seguidores no era muy halagador, por un momento la gente se notó preocupada, sobre todo cuando  mencionó el aumento a los impuestos como producto de la fuga de ganancias de Pemex:

“No hay ninguna razón para privatizar el petróleo --dijo a la masa--. Se trata de un vil y descarado atraco que significaría entregar de 30 a 40 mil millones de dólares anuales a las empresas extranjeras, que tratarían de imponerse en México, por encima de nuestros derechos como nación libre, independiente y soberana.”

 Luego les pidió que no fueran violentos, que no se encapucharan, y  propuso varias acciones entre ellas la de que la gente toque de puerta en puerta informando a los ciudadanos de las consecuencias de la privatización. Luego citó  a todos el 22 de septiembre a  una marcha nacional a favor de la defensa del petróleo que terminaría en el zócalo.

 Los cohetes seguían  a todo lo que daba y el helicóptero azul que había seguido la marcha desde el principio había cedido el lugar a uno blanco, hacía un sobre vuelo justo arriba del templete y se alcanzaba a ver una cámara de televisión. 

 

 

 

¡Ya se chingó el PRD!

 

Alguien lanzó esta frase cuando la gente levantó la mano para votar a favor de la movilización pacífica que Obrador  pidió.

¿Con qué gente se quedó el PRD? --preguntó el mismo hombre. Y gritó:-- ¡Obrador se salió y los dejó sin gente!

 

La tercera edad

 

Hombres y mujeres de más de 60 años caminaban a lo largo de la concentración, su paso lento no les permitía acercarse mucho, se movían entre los caminos de la Alameda, su pies hinchados y con juanetes no fueron impedimento para llegar, algunos llevaban una playera con el bordado de Morena, otros con botones en su ropa, algunos con banderas. Una pareja acomodó unas sillas de acampar en el jardín y desde ahí escuchó todo. Muchas cabecitas blancas. Una explicación muy sencilla para entender el éxito del tabasqueño en el Distrito Federal.

La marcha final

 

El final del discurso lo marcó un tronadero de cohetes, y la gente aplaudió y cantó el himno nacional con el brazo extendido y la V de la victoria,  como es costumbre con Andrés Manuel; sonó la música y algunos militantes comenzaron a bailar. Los negocios abiertos desde la mañana  dieron paso a más visitantes, los cafés y restaurantes estaban llenos, las librerías también. La gente comenzó a caminar hacía el zócalo y Eje Central, coreaban su consignas. Los estudiantes de la UNAM y Politécnico marcharon juntos, se turnaban para corear sus porras, una y una. Los maestros de la CENTE pasaban pidiendo cooperación para su movimiento en contra de la reforma educativa. Se les veía cansados.

Hemiciclo a Juárez, siempre Juárez

 

De regreso a la Alameda el domingo recuperó su lugar contra la política. La multitud desperdigada y el aire tranquilo de un mediodía más en la historia de la ciudad en la que se juega el futuro del país.

Caminaba y pensaba si las movilizaciones de masas lograrán contener los ánimos privatizadores de los políticos priistas y panistas.

También se veía tranquilo a Juárez. El monumento fue resguardado por una valla de metal, no había un solo policía visible, tampoco camarógrafos con logotipos de televisa.

 La gente respetó el monumento y no traspasó el cerco. Atrás la Alameda, sus árboles y sus plantas que con la lluvia han crecido bastante, un jardín que ha sido testigo de muchos encuentros esta vez, un 8 de septiembre con López Obrador.

 

(Texto y fotografías de Mariana Rita Ramírez

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