• Mariana Rita Ramírez
  • 07 Junio 2013
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Mariana Rita Ramírez

 Escritores prófugos

(http://escritoresprofugos.wordpress.com/)
es el blog de Mariana Rita, joven escritora que encuentra en el periodismo independiente la alternativa para la narración atada a la realidad cotidiana, o como ella dice, “el espacio de la palabra fugitiva”. 
Mundo Nuestro publica con su permiso este que narra la marcha en memoria de los niños muertos hace cinco años en la guardería ABC en Hermosillo, Sonora. Es una marcha por la justicia.

Ninguno debió morir.

ABC y los 49 niños: ninguno debió morir

Los padres, familiares, amigos y artistas comenzaron la marcha por los 49 niños asesinados  un 5 de junio hace 4 años.

16:40 de  la tarde, al frente de la marcha los mensajes No debían morir y  #marchasolemne de los 49 se leen  en dos mantas que abren paso por Paseo de la Reforma en la ciudad de México. Cuatro años de la tragedia en la guardería ABC en Hermosillo, Sonora. Su memoria en la ciudad de México.

El punto de partida el Ángel de la Independencia, el destino el zócalo de la ciudad.

La Feria de las culturas amigas y sus 89 países es testigos del paso de la marcha que con un tambor marcaba el paso. Los organizadores piden a los extranjeros de la feria que apaguen la música de su stand. Obedientes, miran azorados las 49 fotografías de dos por dos metros que llevan los familiares y artistas que forman la marcha.

La tarde hermosa, el cielo azul como pocas veces en la ciudad de México. Como reportera  he visto pocas  marchas con tanto impacto en los paseantes. La marcha corta el murmullo de la gente, los rostros son de asombro, de impacto, de dolor.

“¡Emilia!”, grita un hombre.

“No debió morir”, contesta la gente.

Un hombre golpea el tambor que marcaba el paso de la marcha.

Una mujer vestida de blanco marcha con una bandera mexicana, va llorando. Alguien la consuela y la abraza.

Hay monjas en la marcha, se les ve con su traje sastre y su cabello corto. Discretas.

Una mujer con una playera de Morena grita: “Morena también exige justicia por la Guardería ABC.”

El contingente solo la escucha no la secundan. Siguen su camino.

“Fátima”, grita nuevamente el hombre de traje obscuro.

“No debió morir”, le responde la gente.

“Lucía Guadalupe.”

“No debió morir.”

Los artistas

Los actores cargan los retratos de los niños, el negro es el color de su vestimenta. Ellas, guapas, delgadas, de piernas torneadas; ellos, varoniles -algunos- Estaba Mario Iván Martínez, y el inquietante Miguel Rodarte --el tigre de Santa Julia--.

A los cantantes, actores, actrices y escritores como Paco Ignacio Taibo II no les importa el calorón de primavera: van despeinados, sudorosos. La marcha pelará los tacones de sus zapatillas, pero llegarán hasta el final de la marcha cargando la foto de una víctima del incendio. La gente los mira pasar, algunos los reconocen, otros solo murmuraban palabras o frases que se dejaban escuchar: “mira la foto”, “ah sí el incendio”, “los niños”, “guardería”, “ABC”. Todos tienen la referencia de la desgracia de hace  cuatro años.

La feria de las culturas amigas

El  stand que más se conmueve es el de Vietnam, sus caras largas y sus ojos asustados miran pasar la marcha, recorren con curiosidad los retratos de los niños. En silencio.

Otras mujeres con su cabeza tapada se asomaron hasta que supieron de qué se trataba. Asombro entre los integrantes del Stand de Marruecos.

Insurgentes

Al llegar al cruce de insurgentes el metrobus  #154  se queda atrapado entre los marchistas. El conductor lo tomó con calma y apago el motor. Los pasajeros observan con el mismo asombro y respeto que todos los demás.

Un grupo de estudiantes con el uniforme del CONALEP pasan fanfarroneando y gritando “¿Hola que hace?” en alusión a una frase repetida en redes sociales. La sonrisa se les congela cuando miran los retratos de los niños muertos. Entonces olvidan las bromas y sus caras se vuelven largas. Se dejan ver como son.

La rutina rota por la memoria

Ha pasado una hora desde que comenzó la marcha, el paso es lento. Los reporteros gráficos se trepan a los monumentos para esperar estratégicamente que en su visor aparezca la marcha completa con el Ángel de la Independencia al fondo.

“Emmanuel”

“No debió morir”

Y el tambor suena una y otra vez.

Aparecen los vendedores de paraguas, aguas y refrescos. Saben cuándo la sed comienza a hacer estragos.

La marcha de por los niños muertos rompe por instantes la vida cotidiana de los ciudadanos. Dos hombres en una moto se detienen, uno de ellos, vestido de traje y con un folder amarillo bajo el brazo, aprovecha para sacar una foto con su celular a las mantas de la marcha.

Glorieta de Colón

La estatua de Colón se llena de fotógrafos, la mejor foto será portada mañana.

Un hombre marcha junto a los organizadores, en sus manos tiene una cartulina vieja en donde aparece Pedro Infante, sin sentido. Lo dejan marchar.

La tragedia se pierde en la inmensidad de la ciudad.

La actriz Leticia Huijara también carga una fotografía también. Es una mujer bella. Se ve pequeña y ya con sus arrugas.

CALLES

Foto de animalpolítico.com

Pasamos Revillagigedo, Luis Moya y el Hemiciclo a Juárez. Ahí, un grupo de estudiantes se toma la foto de graduación. También la marcha los obliga a mirar a los niños.

Ana Paola.

No debió morir.

Palacio de Bellas Arte, Eje Central y 5 de mayo es la ruta.

“Pero el dolor de los padres…”, alcanzo a escuchar a un paseante.

En la banqueta un padre le muestra a su hijo los retratos de los niños y le explica lo que pasó en la guardería. Al cruzar la calle de Bolívar una anciana en su silla de ruedas observa a los marchistas, su nieta le explica, se escucha otra vez las misma palabras:

Guardería ABC, incendio, muertos y Sonora.

Luis Daniel.

No debió morir.

Dos hombres vestidos de blanco se encuentran en la marcha, uno de ellos llora, se abrazan.

“Los niños, ¿no?”, dicen alguien en la acera.

El helicóptero pasa encima de la marcha. El sonido del tambor ya no se escucha, solo el sonido de un caracol.

Foto de animalpolítico.com

Llegamos al Zócalo, los jóvenes que se divierten en un antro se asoman con su cerveza en la mano y miran pasar la marcha. El mimo callejero también guarda silencio. En los portales una mujer indigente, demente, grita algo que no se entiende.

Los artistas están cansados, sudorosos y con sed. Sus rostros parecen a los nazarenos de Iztapalapa, en ellos se ve el cansancio pero también la fuerza.

Final

La puerta principal del Palacio Nacional es el punto de reunión, el contingente se junta y se escucha un  “ABC nunca más”, “ABC nunca más”,  “justicia, justicia.” Los maestros de la CENTE se asoman y guardan silencio. Ellos están en plantón y ocupan la parte frente al palacio. Tiene tiendas de campaña individuales y huele a excremento y orines.

La marcha termina frente al asta bandera donde se colocan en círculo los retratos y las banderolas rosas y azules.

Son las ocho de la noche del 5 de junio del 2013 y la gente se sienta en el piso del Zócalo capitalino, una pantalla de veinte por quince metros, enorme, se encuentra lista para cuando la gente pase del asta bandera al lugar donde se transmitirá el trabajo del cineasta  Pedro Ultreras. Mil personas de pie y sentadas, integrantes de la marcha, vendedores y los maestros de la CENTE observan el documental, que conmueve y que hace llorar a dos que tres artistas presentes. Se ven las imágenes del día del incendio, se ven los rostros de desesperación y los gritos cuando le informan que sus hijos murieron. Se escuchan las voces de los padres y cómo pasan de una narración del “accidente” a los reclamos por la corrupción en este país.

A las diez de la noche termina el documental. El efecto ha sido impactante. Una anciana con una canasta de cigarros y dulces ha pasado de pie las casi dos horas del documental, no se ha movido, todo lo ha visto en una pantalla con una excelente definición y  sonido. Ella también vuelve a la realidad.

Son las diez de la noche. Todo termina, la gente recoge las fotos de los niños del asta bandera que coincide con la ceremonia de retiro de bandera. Los soldados son sorprendidos por el final del documental y la gente les grita de todo, desde asesinos hasta mentadas de madre. Los uniformados se retiran son su paso de ganso y se encaminan hacía la puerta izquierda de palacio. Los maestros de la CENTE se quedan en su plantón y los marchistas se van al metro.

Gana la noche. Ninguno debió morir.

Foto de animalpolítico.com

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