• Verónica Mastretta
  • 10 Julio 2014
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A lo largo de la historia de la humanidad los seres humanos han migrado. Las razones fundamentales eran las de encontrar mejores condiciones para sobrevivir. Cuando la raza humana fue aprendiendo a cultivar la tierra, muchos grupos dejaron de ser nómadas y fueron creando comunidades más estables; sin embargo la migración ha continuado a los largo de miles de años y los motivos para desplazarse siguen siendo diversos, aunque  casi siempre es buscar mejores condiciones de vida, sumados a la necesidad de huir de grupos agresivos o hambrunas derivadas de la guerra o sucesos climáticos extraordinarios. Aunque nos fuimos volviendo sedentarios, vivimos miles de años sin el concepto de "patria" y siempre con la libertad de emigrar. Para los seres vivos, incluyendo a nuestra especie humana, no había más impedimento u obstáculos para emigrar que aquellos que imponía la naturaleza: el inmenso mar, los desiertos interminables o las montañas y cordilleras infranqueables. Aun así, el ser humano se las ingenió para llegar a casi todos los rincones del planeta. Partiendo de la teoría de que la raza humana  surgió en África del norte,  la humanidad entera  ha migrado de ahí para el resto del mundo. Casi todos estamos donde estamos por el producto de una migración.

Entre los derechos humanos se encuentra establecido el de "libre tránsito, migrar, irse, moverse ", obvio, con las restricciones que los acuerdos internacionales señalan, es decir, se puede uno mover de un país a otro dentro de los marcos jurídicos existentes. Por supuesto que ese marco jurídico tiene excepciones, y la principal es la del derecho a moverse por sobrevivencia y causas "humanitarias”. Yo vivo junto a Chipilo, una comunidad de emigrantes del norte de Italia, llegados y admitidos en México en la época de Porfirio Díaz. Mucho ha aportado a la zona esa comunidad de gente trabajadora y audaz. ¿Quién no conoce a alguien valioso que ha emigrado? ¿Cuantos españoles siguieron llegando a México durante todo el siglo XX? ¡Muchísimos! ¿Cuantos libaneses, sirios o chinos? Migrar era lo normal cuando las cosas se complicaban en los lugares de origen o cuando el espíritu necesitaba nuevos horizontes. La posibilidad de emigrar por tierra era tan amplia como la que hoy tienen las golondrinas y otras aves o insectos que migran por el aire. Hoy todo ha cambiado. En unos cuantos cientos de años, surgieron los conceptos de las naciones, se dividieron políticamente los espacios naturales y  fueron apareciendo las fronteras artificiales y los muchas veces duros requisitos para cruzarlas. Aunque en teoría existe el "derecho a emigrar", en la práctica migrar sin papeles esta criminalizado en muchos países, y en otros, aunque no lo esté, el trato que reciben quienes emigran es igual al que reciben quienes delinquen.

En nuestro país apenas en 2011 se expidió la nueva "Ley de Migración", y se le hicieron interesantísimas y avanzadas reformas en junio de 2013, quitándole al hecho de cruzar nuestro territorio sin papeles el carácter de "conducta delictiva" e incluyendo para los extranjeros el trato humanitario que nosotros mismos exigimos para nuestros connacionales cuando se van indocumentados para los Estados Unidos, especialmente para niños, mujeres con niños y ancianos. Hubo una buena medida de congruencia en esa ley y debe de felicitarse a la anterior legislatura por eso. Hay un apartado en el Art. 37-III apartado E, en el que se excusa de los requisitos para entrar al país a los solicitantes con condiciones de refugiados o por razones humanitarias, estipulando cuáles son esas condiciones y se establecen que será en las estaciones migratorias donde se les dará asistencia temporal mientras sus casos son revisados. 

Es un buen paso teórico, pero en la práctica las condiciones de quienes migran son pavorosas, pues el gobierno mexicano no cuenta con los recursos ni con la infraestructura suficiente para responder a la crisis migratoria desatada en este 2014, una de las peores crisis de la que se tenga memoria porque los emigrantes emergentes no son adultos, sino niños. Niños viajando solos, bajo su cuenta y riesgo, o puestos en manos de las mafias que los mueven para los, a cambio de un buen cobro, al lado de sus padres. Muchos caerán en las manos de las mafias de trata de personas y nunca llegarán a su destino aun cuando pagaron. Otros no van a ningún lado, solo huyen del horror de las zonas que dominan bandas delictivas, por ejemplo, los "mara salva truchas”, "Los Caballeros Templarios," o "los zetas".

Esta ola de niños migrantes proviene básicamente  de Honduras, Salvador, Guatemala y  el mismo México. Muchos menores viajan con la intensión de cruzar la blindadísima frontera de los Estados Unidos para reunirse con sus padres. Otros ni siquiera tienen destino, solo vienen huyendo de la violencia o el reclutamiento de las mafias generadas en los estados fallidos de algunos de los países que he mencionado. Menores cuyos padres y parientes han sido asesinados por esas mafias. Solamente en este primer semestre, las autoridades mexicanas reportan el flujo de 45 mil niños y niñas de estos cuatro países viajando solos y hoy detenidos en la frontera americana, hacinados en albergues. Hacia el sur, la "Casa del Migrante", instalada entre Guatemala y México y dirigida por el padre brasileño Ademar Barillo, reporta que solo en lo que va del año su albergue ha recibido a 3200 niños, algo inusitado contra el promedio de 2000 recibidos en 2013. En el norte y en el sur, miles de niños detenidos sin la posibilidad de llegar a la "patria", que es el lugar en donde están sus familiares o donde pueden vivir sin miedo. ¿En dónde, si no, está la tan mentada patria?

El endurecimiento de las medidas del gobierno de Obama y del congreso estadounidense para frenar el cruce de la frontera entre México y Estados Unidos  impide que muchos migrantes adultos visiten a sus familias e hijos pues les será casi imposible volver a entrar si no tienen papeles. Pensarán ligeramente algunos -¿Y para qué se van? Estoy seguro de que nadie que tenga unas mínimas buenas condiciones de vida se va dejando atrás a sus hijos. Ser migrante es muy duro. Ser migrante es heroico en la mayoría de los casos. Miles de españoles, europeos o latinoamericanos que vinieron a México dejaron a sus países con dolor, obligados por las circunstancias de las guerras, la falta de oportunidades o las persecuciones ideológicas. Los migrantes latinos hacia los Estados Unidos no se van por gusto sino obligados por la falta de trabajo, la pobreza, el reclutamiento obligado de mafias o la violencia en sus comunidades. Y hoy, la falta de políticas migratorias inteligentes y coordinadas entre Centro América, México y Estados Unidos, solo ha generado una poderosa patrulla fronteriza y la barda casi impenetrable con la que se ha blindado la frontera americana, obligando a los padres de los menores que quedaron atrás, a intentar reunirse con ellos como sea. Otros niños no van en busca de sus padres, simplemente se van porque se han quedado sin familia. Una vez emprendido el camino, estos pequeños se vuelven los niños de nadie, los niños sin patria, los niños vulnerables expuestos a caer en manos de los traficantes de personas para los peores fines. Oyendo hablar en una entrevista al embajador de Honduras, un hombre ya mayor, sensato y sensible y que conoce el tema a fondo, caemos en la cuenta que el problema es gigantesco. México es el último filtro antes de llegar a la frontera americana. Estados Unidos y México tienen un problema muy serio. Pero los norteamericanos están muy ocupados invadiendo otros países mientras no quieren que nadie se meta al suyo. México a su vez intenta dejar de ser un estado fallido para volverse un país que brinde las oportunidades que frenarían la migración.

Tendremos que usar de toda nuestra imaginación y solidaridad para construir una solución que les devuelva una "patria" a estos niños atrapados sin remedio en la cruel realidad de las fronteras y los tratados internacionales de papel, que aunque "garantizan el derecho a la preservación de la unidad familiar", en la vida real no prevalecen. Niños abandonados a su suerte ante la indiferencia de los que sí tenemos patria, es decir, de los que tenemos el lujo de estar cerca de los seres que amamos o en un lugar en donde podemos vivir y trabajar en paz. ¿Dónde, si no -como dice mi hermana querida en su blog de esta semana-, donde si no, está la patria?

(Foto tomada de RCI Radio Canadá Internacional. Eric Gay AP)

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