• Sergio Mastretta
  • 11 Julio 2013
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Por: Sergio Mastretta


Samuel Malpica Uribe murió asesinado la semana pasada a las puertas de su casa. Su perfil de político universitario --fue rector de la BUAP entre 1987 y 1989, hasta su destitución tras una aguda crisis política en la universidad-- y el contexto de las cerradas elecciones por la alcaldía de la ciudad de Puebla, la han dado a su muerte un carácter que va más allá de la violencia cotidiana que vive nuestro país. No es aventurado afirmar que este crimen sufrirá la suerte de la mayoría de los asesinatos en México: será barrido por nuevos acontecimientos y no será esclarecido.

 

El revuelo de la elección del pasado 7 de julio se llevó en su tolvanera el interrogante que el asesinato de Samuel Malpica trajo nuevamente a la discusión: el propósito y el futuro de la universidad pública. Y también el papel que ha jugado en los últimos años en la vida de la sociedad poblana. 1989 fue el año de la quiebra del proyecto de universidad pública de izquierda, imaginado y peleado en los años sesenta y setenta por un movimiento de corrientes de izquierda encabezado por el rector Rivera Terrazas y plasmado en los años de rectoría de Alfonso Vélez Pliego. Fue un modelo que respondió al crecimiento masivo de la población estudiantil de Puebla en los años setenta y que convirtió a la universidad --ante la ausencia de partidos que tal nombre merecieran-- en el único contrapeso al férreo control político ejercido por los gobiernos priistas. Pero era un modelo cercado por sus propias contradicciones. Samuel Malpica las sufrió al extremo.

 

Con un muy fuerte respaldo en el voto estudiantil, Samuel Malpica asumió como Rector en 1987, ya con Mariano Piña Olaya como gobernador y con la política del Estado decidida al estrangulamiento presupuestal de las universidades públicas en manos de la izquierda en México.  La universidad “democrática, crítica y popular”, definida por el voto igualitario --universal, directo y secreto-- entre profesores, estudiantes y trabajadores administrativos y la política de admisión sin restricciones. Era una universidad desbordada por la permanente crisis laboral, la matrícula sin límites, la precariedad presupuestal extrema, la confusión ideológica, la inestabilidad política, el bajo nivel académico y el creciente desprestigio público. 1989 marcó la quiebra de ese modelo universitario y el rompimiento de los grupos políticos que habían mantenido el control de la institución. Las figuras de Alfonso Vélez Pliego y Samuel Malpica identificaron las corrientes de izquierda universitaria que se disputaron en las elecciones de 1987 a la universidad. Malpica derrotó al candidato velecista José Dóger con el respaldo del voto estudiantil, pero no logró en sus dos años de rectorado resolver los conflictos de toda índole que estallaban en las acaloradas sesiones del Consejo Universitario. El conflicto que la universidad vivió en los últimos meses de 1989, determinada por la abierta postura contra los malpiquistas asumida por el gobierno estatal a través del estrangulamiento financiero, se resolvió en diciembre con la destitución de Samuel Malpica como rector, en lo que en muchos sentidos fue un golpe de Estado al interior de la institución. La crisis que abrió paso a veintitrés años gobierno universitario claramente alejado del modelo de la universidad de izquierda y decididamente sustentado en la alianza política con los gobiernos priistas --los rectorados de Pepe Dóger, Enrique Dóger y Enrique Agüera--, se zanjó con el asesinato del profesor Cuéllar, la tarde del 22 de diciembre de 1989, cuando los grupos malpiquistas intentaron recuperar el edificio Carolino y la manifestación fue disuelta a balazos.

Mundo Nuestro presenta aquí la primera parte de un conjunto de crónicas escritas por Sergio Mastretta entre los meses de enero y diciembre de 1989, publicadas en el periódico Cambio. Lo hacemos con el ánimo de ilustrar la trayectoria larga de una institución fundamental para la sociedad poblana, su universidad pública, laica y gratuita. La que tiene que responder como tal a los graves conflictos que sufre la sociedad que la sostiene.

Y lo hace también en memoria de Samuel Malpica, un hombre que expresó al extremo las contradicciones de la generación que dio vida a la universidad de izquierda.

(La fotografía de portada fue tomada del portal digital Imagen poblana.)

Del desánimo al encono

            Sábado 28 de enero de 1989.

            La noche anterior velaron armas todos. Unos para el ataque y la defensa. Otros Para pintar su raya. Finalmente y para regocijo de sus detractores, el eterno pleito llegó a la comisaría en un Informe que destaca la nota policiaca. Y como una estela que siguiera al Rector por el pasillo del Salón Barroco, en el murmullo de los asistentes quedó el tum-tum de la declaración de guerra.



1.- A las 12:30 Oscar Samuel Malpica Uribe, Maestro en Ciencias y Rector de la Universidad bajó del estrado para ser abrazado por los rectores de Sinaloa, Zacatecas e Hidalgo y por los agregados culturales de Alemania Democrática, Polonia y Cuba. Pasó a medio metro de Alfonso Vélez pero no se ven; al golpe dado el refugio de la trinchera. En el micrófono Hipólito Martínez hace alarde de la democracia universitaria, mientras que Luis Enrique Sánchez, economista y consejero universitario intenta detener a la corriente humana que abandona el recinto y decreta que por ahora esto no pasa a mayores.

            Únicamente Vélez sale al descampado en el interrogatorio de los reporteros. Por ahora no tiene más recursos que la declaración inflamatoria: calumnias, discurso irresponsable, vergüenza para la Universidad. Y el reto: “El Rector es un mentiroso y lo voy a demostrar”.

            2.- Dos horas antes del acomodo de los personajes. Afuera en el recinto, la pelotera de interesados en un video de la campaña cardenista en el televisor que mostrará después  la figura austera de Malpica. Dos hombres trajeados exigen invitaciones. Quince minutos después, el tradicional portazo dejará en su lugar el protocolo que intentan guardar las edecanes. Adentro impera la democracia de una función de cine, se sienta el primero que llega y en dónde encuentre. Así que la sillería que circunda el Barroco se llena de gente que imagino maestro y estudiantes, acaso también intendentes. Sobre todos ellos, las figuras coloniales en los cuadros, con impresión barroca de quién ha soplado sin posibilidad de escape torturantes sesiones del Consejo Universitario.

            3.- Cinco minutos antes de que llegue el rector, Rafael Zarate reparte lo que sus autores de UPD bautizan como “contrainforme”. Con la chamarra anaranjada y su bigote, viene por todo el pasillo recordando sus tiempos de volanteo estudiantil en las calles. No hay camisetas en la UAP, hay jalones, alianzas vueltas de la tortilla, Zárate impugnará tres veces a Malpica: que por qué no pagó el 100 por ciento de los salarios caídos; que todavía hay pandilleros en la Universidad y que detrás de Rectoría está la mano de Piña Olaya. Pero eso será después. Ahora reparte el texto de la UPD.

            4.- Francisco Salas es consejero universitario y estudiante de arquitectura. En el informe quiere emular a los impugnadores cardenistas. Cuatro veces se levantó de su asiento para interrumpir a Malpica: que no ha enfrentado a las autoridades en la bronca de los camiones secuestrados.

            A veces acarrea algunos aplausos, al final el abucheo. Pero al principio, cuando el rector se sienta, Salas se levanta por primera vez, gana el estrado, exclama algo que no escuchamos los del fondo y entregó a Malpica la versión del Informe según la Unidad Plural democrática. Terminado todo dirá que fue Samuel el que rompió, el que se deslindó al no cumplir con el proyecto, nosotros mantenemos nuestro espíritu crítico. Y se ira a saludar a Alfonso Vélez Pliego.

            5.- El ex-rector Vélez llegó tarde, en la democrática inexis-

tencia de protocolo. Hipólito Martínez pasaba lista a los consejeros, leía nombres de los físicos y biólogos, de señores y señoritas, interrumpido de cuando en cuando para palomear algún grito de presente. Nunca se supo si hubo quórum. Pero eso no le importa a Vélez Pliego cuando recorrió el salón para sentarse a la izquierda, a pocos metros de Malpica, a un lado de Isabel Ledezma, en el grupo que formaban Rafael Zárate, Francisco Javier Muñoz (coordinador de Administración) y Guillermina Hernández (coordinadora de la prepa Zapata y que al final pedirá a gritos la palabra al Secretario General). El ex-rector ganó un punto con el aplauso general, Hipólito Martínez tuvo que interrumpir la lectura. Después todo se descompondría en el rostro de Vélez, a pesar de que tuvo en el planteamiento firmado por cerca de treinta consejeros y leído por Isabel Ledezma, lo que puede ser el renacimiento formal del velecismo. Pero tuvo que escuchar la andanada contra su administración y que llegó a vincularlo directamente con el manejo turbio del presupuesto universitario. Por eso uno se pregunta a qué fue al informe de Samuel Malpica.

            6.- El rector llegó a su informe como uno más. En el protocolo no hay fanfarrias. Solo una consigna apagada de “se ve se siente Malpica está presente”. Atrás de él Aroche, a pesar de los rumores de sus contradicciones y de supuesta existencia de ruptura entre malpiquistas y arochistas en el grupo de Rectoría. Malpica se sienta derecho, serio, incólume en gris más oscuro. Pero es el momento del rector, él es el de la voz recia, que corre sobre las 53 páginas de su informe, urgido por esa doble línea en la que montó su versión de lo que sucede en la UAP, la del análisis y la del garrote.

Es un público extraño el que lo escucha. Por lo menos nada tiene que ver con el que el día 15 se sentó en las mullidas butacas del auditorio de la Reforma tibio y uniforme. Este público no aplaude ni siquiera cuando Malpica reseña los múltiples avances de la investigación universitaria. ¿Será que ya lo ha oído antes? Pero tampoco lo hace cuando se refiere al Plan General de Desarrollo Académico --habrá que ponerlo con mayúsculas--, ni cuando desgrana capítulo por capítulo los desastres que dice dejó de herencia la administración pasada, pone a Bautista en la picota, pero no pide para nada una sesión del Consejo para su destitución.

A ratos el público aplaude, finalmente; cuando responde al UPD Salas, cuando anuncia la creación de una Contraloría. Sin embargo, poco a poco, en el doble discurso, a Malpica le gana la condena. En el ánimo queda perdido la impecable caracterización del problema de las universidades públicas de provincia, el ahogo de su penuria, la realidad del lenguaje conciliatorio entre la universidad de izquierda y el gobierno estatal, la exigencia de mayor subsidio, la búsqueda de alternativas para una mejor organización de los trabajos académicos y administrativos, el rechazo a la existencia de pandilleros y la denuncia concreta contra “Los Buitres” de Arturo Loyola. En el ánimo quedó la vieja cuenta pendiente entre los universitarios de izquierda, aquella que se lleva con el encono con el que se distancian dos hermanos.

6.- Afuera, un consejero se retira intranquilo: firmó el planteamiento del Biólogo Ismael Ledezma. “Se perdió la oportunidad de la concentración”, afirma.

 
En Terrazas presente la crítica al proyecto de Reforma en la UAP





Jueves 7 de septiembre de 1989.

 

            A sus 69 años  el ingeniero Rivera Terrazas tuvo “un sueño de marihuano”: regresó a la universidad que imaginó en aquellos sufridos y anticomunistas años sesenta, “una universidad académica, una universidad donde se enseñara bien, donde las carreras fueran profesionales, donde los maestros fueran capaces y donde se desarrollara la investigación científica”. Pero en su ilusión se cruzó la idea de democracia, aquel concepto que los universitarios de entonces introdujeron para modificar la estructura orgánica de la UAP y acabar con aquellos hombres “autoritarios del avilacamachismo” que dominaban la institución. De lo que pasó en esos 25 años de su sueño queda una imagen borrosa que lo llevará a decir que al fenómeno “no le puede dar una explicación racional”. A él, como a la ciudad, se le vinieron encima las masas.

            Por eso el Recuento que le hizo a brincos Florencia Correas por sus años universitarios, acaban por dejarlo desarmado en ese páramo terrible de la contradicción que da la vida a todos los políticos. Obstinadamente el ingeniero se aferra y conjuga la democracia al tiempo que deshace paso a paso –al imaginar una universidad ilusoria- la obra de esos poblanos de izquierda que sobre sus mil divisiones llevan ya 17 años en el poder de la Autónoma de Puebla.

            Porque de su recuento, luego de una narración de esos años de epopeya –finalmente suya, válida en ese sentido, aunque jale agua siempre para su molino-, se desprende un rosario de lo que quiso ser y no fue, para acabar por delinear una universidad que no está lejos de los bosquejos que se hacen muchos modernizadores.

            Ayer, mientras hablaban tres universitarios –Altieri Megale, Pedro Hugo Hernández y Ricardo Moreno Botello-, y el alcalde Pacheco Pulido atestiguaba el apremio con el que subrayaron las críticas del ingeniero, uno repasaba esa UAP que brota del Recuento: su duda –y su cruz- sobre la democracia imposible en los niveles académicos; sus invectivas y mandatos “al demonio” a un sindicato que paraliza a la institución, su furia contra la mediocridad en las escuelas y sus centros de investigación; su mea culpa –además de la imposibilidad de un “sindicato de nuevo tipo” –en torno a la elección por voto secreto y directo de todos los universitarios que subordinan los problemas académicos a la decisión de una mayoría estudiantil; la lucha por un subsidio sin calidad académica. En fin, un repaso de acontecimientos acumulados en los últimos quince años en lo que jugó un papel fundamental –hay quien lo recuerda respondiendo a los reporteros de DF en una visita de López Portillo, sobre los riesgos de una masificación de la universidad que simplemente generaría desempleados, con el argumento de “es un problema del Estado si se exacerban las contradicciones, yo ahora estoy resolviendo un problema inmediato”-, pero que en actitud a pesar de toda crítica lo llevan a plantear la necesidad de revisar el concepto mítico de universidad democrática, crítica y popular.

            A qué le sonaran a él las ideas de dos universitarios, uno de ellos ex-rector, el otro ese vencedor del ICUAP respetuoso –y aturdido por el paquete de una modernidad que no espera-, entrevistados al final del acto en la Casa de la Cultura.

            Dijo el doctor Lara y Parra: “Se requieren medidas urgentes. Hay que acabar con el academismo. Y el factor estudiantil debe ser seleccionado, genética y sociológicamente no tenemos la misma capacidad. Por eso necesitamos de una selección honrada, digna, pero que asegure un verdadero aprovechamiento estudiantil”.

            Mucho más amplio, pero igualmente conciso, dijo Juvencio Monroy, coordinador de la creación de Rivera Terrazas más aplaudida por el ingeniero: “La UAP ya no puede sostener como dogma el concepto de democrática, crítica y popular. No digo que deba suprimirse, pero sí revisarse a fondo. En la práctica se han tomado decisiones que la afectaban profundamente. Por ejemplo, es absurdo que para la elección del rector participen estudiantes recién egresados de secundaria. Y su carácter popular ¿cumple con su función social realmente con el hecho de dar entrada a todo mundo? Creo que para enfrentar esto habría que condicionar la permanencia, exigir cuadros de compatibilidad de materias, si se reprueba no se puede seguir adelante, y que se ponga un número razonable de semestres dentro de la universidad. La permanencia debe ganarse. ¿Pero cómo puede exigirse al estudiante si no hay para libros y los laboratorios no funcionan por falta de materiales? Por eso creo que la universidad debe cobrar una inscripción a los estudiantes. Un ejemplo, si los 7,500 alumnos de Físico-Matemáticas pagaran 10 mil pesos por semestre, podría contar con más de 65 millones de pesos que nunca ha tenido en su vida esa escuela, habría para libros y reactivos y los maestros podrían trabajar más allá del esquema pizarrón papel. Cobrar sin ser gravosos, y con una descentralización y un control administrativo rígido por las propias escuelas, estás mejorarían sustantivamente. Nosotros en Posgrado ya cobramos entre 350 mil y 500 mil pesos, es un hecho. Si este problema no se ha abordado es por la falta de una sincera preocupación de los universitarios”.

            Tal vez suena a eso que el ingeniero puso en boca de un profesor hipotético vilipendiado por las masas: “Señores, la única forma de lograr nuestros objetivos es la de reflexionar sobre nuestro funcionamiento, revisar el tipo de profesores que tenemos, el tipo de administradores que tenemos. Y recordar que la única arma de lucha que tenemos para conseguir subsidios es nuestra superación académica.”

            Y Malpica libra la destitución

           

            Miércoles 18 de octubre de 1989

            1.- A las seis de la tarde Samuel Malpica ha convertido la Rectoría en cuartel general de la guerra declarada media hora antes. Huestes estudiantiles rodean el escritorio, se pasan volantes y panfletos, gritan Malpica, Malpica y miran al maestro en ciencias hurgar en su portafolio y en sus cajones en busca de lo que presentará a la prensa como “pruebas de la corrupción de los velecistas”. “No las di a conocer por buscar conciliación, -dice-, pero ahora van a ver.”

            “Mañana vamos a demostrar quién tiene a los universitarios”, dice antes de ir a la conferencia de prensa, y esboza su plan de batalla que involucra “una manifestación para mañana y consultas en las escuelas”. Está encendido, se ve que viene de abandonar el Consejo Universitario entre gritos de “fuera Malpica, fuera Malpica” en esa irritante, ardorosa y una vez más irreconciliable sesión del órgano de gobierno de los universitarios.

            A las seis de la tarde Samuel Malpica mira su oficina desbordada por sus seguidores. No se rio en todo el día y se enojó muchas veces y cada que pudo recordó a todo el mundo que a él lo eligieron 24 mil universitarios. “Los vamos a aislar –dice-, los vamos a derrotar”. Luego dirá que si puede los expulsará, “como en 1976 lo hicimos contra los golpistas”. Ahora, tras, sobrevivir su destitución por el Consejo Universitario, está en guerra.

            2.- Afuera, en uno de los pasillos del Carolino, en ese tono pardo de catacumba, dos grupos de la Prepa Calderón miden sus fuerzas: con un campo libre de tres metros, se mientan la madre, se gritan “fuera porros de la UAP” y viven una escaramuza de su propia batalla. Morenos, proletarios, chavos y chavas no dan ninguna muestra de acarreo; más allá de los pleitos de los grupos políticos, ellos libran su bronca. Tendrán cinco años en 1976; apenas si habían nacido en 1973. A esta hora en que se velan armas uno piensa en que las fuerzas que se diputan el poder levantan su discurso en estos jóvenes, “la base”, ese amplio espacio aderezado de inefable democracia sobre el que ha justificado su existencia esta universidad de izquierda y por la que Malpica clama contra “el golpismo de un grupito de consejeros del Consejo Universitario”.

            3.- A las siete se termina el día en la Plaza de la Democracia. La penumbra se lleva las conversaciones en la explanada. Las fuerzas están en sus cuarteles. Malpica se quedó arriba, imaginando “la movilización de los cien mil estudiantes”. En la Casa Presno se reúnen sus enemigos. Ahí Ledesma el biólogo dice a los reporteros que el golpista es el rector, que él ha sido el que ha violentado la institucionalidad. Ahí Marco Antonio Moreno, el ingeniero que leyera la propuesta de renuncia a Malpica dice que a las cinco de mañana sesionará nuevamente el Consejo; ahí se pasa el documento para que lo firmen los consejeros presentes, que son más o menos treinta según Ledesma. 47 según Zárate; ahí Vélez regresa el reto y se pregunta que “si fuera cierto que Malpica quiere debatir entonces por qué emprendió graciosa huida cuando yo entré al salón””; ahí otros comentan que “qué carajo fue a hacer Alfonso a la sesión, que nomás le dio motivo al otro para que se saliera alegando que no había condiciones”; ahí se piensa en cómo estará la recomposición de fuerzas luego de que no pudieron tumbar a Malpica.

            4.- Una hora de Consejo Universitario, cuatro horas antes de que el rector escapara de la picota, y dos horas y diecisiete minutos después de que empezara la asamblea.

            12:17  Ernesto Cisneros, del ICUAP propone que se lleve la sesión en forma privada. La mesa, que apenas se ve de tanta porra que llevó el doctor Rosales y que controla Cruz Quintas, dice que si no se permite el diálogo tomará medidas. Los estudiantes abuchean.

12:18 Alguien propone que se lean los dictámenes sobre la bronca de Medicina.           12:20: El Consejero de Veterinaria afirma que también que también ahí hay broncas. Nadie pela.

12:21 Gilberto González, piedra de choque del doctor Rosales, entra en lo que será el tema del día, habla de que se quiere dar un golpe de estado. Lo callan abrumadoramente.

 

Jueves 19 de octubre.

Dos versiones al día siguiente del intento de destitución del rector Malpica.

Desde el edificio Presno el grupo que quiere destituir a Malpica niega encabezar un movimiento golpista. Marco Antonio Moreno Ortega, quien el ayer leyera la petición de renuncia del rector dice al reportero que “el problema principal no es el de la lucha de facciones, sino la ingobernabilidad en que se encuentra la institución. La connotación política que le da Malpica oscurece el problema de la situación académica que vive la universidad.” Y cuestiona la participación del ex rector Alfonso Vélez en el conflicto: “Le permitió a Malpica encontrar un pretexto: la lucha contra el velecismo.”

Afuera, a unos cuantos metros, en la explanada frente al Carolino, una masa estudiantil vitorea a Malpica. Desde uno de los balcones el rector se dirige a esa masa: “La soberanía institucional radica en los estudiantes, no en el rector, y por lo tanto yo haré lo que ustedes me pidan. Y les digo que el Consejo Universitario sólo va a sesionar con mandato de la base, según actas de asamblea. ¡Se acabó la arbitrariedad de ese grupo! El intento de golpe del día de ayer ha tenido la virtud de unificar a los estudiantes. Voy a ir a todas las escuelas a informar de lo ocurrido en el Consejo Universitario. Los autores del intento golpista serán expulsados de la universidad.”

Y luego resume su denuncia contra la administración pasada, la de Alfonso Vélez Pliego: “Ellos crearon la crisis que sufre la universidad, crearon 1444 plazas a fines de 1987 y propiciaron la corrupción de los funcionarios universitarios.”

En la Casa Presno, Marco Antonio Moreno Ortega, sin embargo, define los propósitos del movimiento que quiere destituir a Malpica: “La UAP es una institución académica, pero en la UAP hemos distorsionado su imagen. La verdad es que el modelo de Universidad Democrática, Crítica y Popular está agotado, se nos ha resbalado de las manos a los universitarios. La sociedad en su dinámica nos ha rebasado, y la prueba es que hoy los egresados nos reclaman que no son aceptados en los empleos. Por eso creemos que se debe abrir el espacio de la discusión entre los universitarios. Hasta la fecha, en la universidad ha prevalecido una sola corriente de opinión, una sola ideología, cuando en ella deben participar todas las corrientes ideológicas de la sociedad que se manifiestan en los distintos partidos y organizaciones sociales.”

Renuncia del rector y auditoría a la UAP

            Jueves 26 de octubre de 1989.

1. El zócalo cerrado por la manifestación toma un aire de pueblo a tono con este pleito entre las familias que vive la universidad. En las dos pipas de agua saltan en borbotones los malpiquistas y las cubetas. Plantados frente al pasaje, esperan a los otros que vienen por Reforma de dar su vuelta con el apoyo que han logrado recoger contra Malpica.

2. De la Maximino se escucha un ritmo tropical: qué anárquico atractivo zarandea una panameña de 20 años estudiante de medicina; viene la mulata en rojos shorts con un grupo encubetado que bajó de un urbano en la Plaza de la Democracia. “Es obvio que se trata de una provocación”, escucho de dos compañeros del gremio a los que no les importa haber visto tanto desfile de inconformidades, tanto zócalo tomado por la masa. Está bien, ¿Pero dónde quedó la matasanos caribeña, por qué se lleva su gracia para perderla en ese grito húmedo de “fuera porros de la UAP”? ¿Tan rápido se desvanece una provocadora?

Los otros lanzan un “Goya” apasionado. Se detienen a treinta pasos de la pipa gritan también “fuera porros de la UAP”. A la cabeza van los treintañeros del comité de lucha otoñal agarrados a su parte de pasado universitario –cuántas veces no habrán pasado por aquí cuando el gobernador Bautista, con su anticomunismo escatológico, daba sentido a la vida de la juventud proletaria. Serios, a lo que están, los dirigentes malpiquistas no se imaginan cuánto trópico cabe en una mulata panameña a la que por segundo identifico bañada y apretada a un poblano futuro médico en bermudas que se lleva su alharaca y su provocación hacia la Maximino.

Qué fugaz y anárquico puede ser un zócalo de Pueblo.

En una enconada defensa de su administración, el rector Samuel Malpica dijo ayer ante estudiantes de la escuela de Físico-Matemáticas que en esta lucha por el poder en la universidad él pasará a la ofensiva, “pero con pruebas, no con calumnias, y con proyectos concretos de desarrollo académico.”

En una asamblea que inició con rechiflas y gritos de “fuera Malpica” por parte de algunos de los estudiantes reunidos en esa escuela de la Ciudad Universitaria a media mañana, pero que terminó con un aplauso nutrido para el rector de la UAP, una vez más se escucharon argumentos que Samuel Malpica ha utilizado desde el miércoles de la semana pasada en que su oposición demandó su renuncia en el Consejo Universitario: contra el “golpismo” responderá con la movilización de los universitarios; quienes lo acusan son los que sentaron las bases para la crisis financiera de la institución. En este acto se anunció una manifestación en apoyo a la rectoría para el día de hoy.

Luego de manifestar que el día anterior había solucionado el problema en Odontología, y que tanto esa escuela como las de Derecho y Enfermería habían dado su apoyo a la rectoría, Malpica dijo que “ahora sí presentará pruebas contra mis acusadores”. En este sentido volvió a referirse a los antecedentes de contrabandistas que se le comprobaron al tesorero de la UAP, Rafael Bautista Ramos en 1982. Igualmente dijo que “como en 1985, quienes ahora buscan su destitución, se apoyan en grupos de pandilleros”.

“Yo acepto que he cometido errores –dijo el rector-, pero todavía tengo cara para venir ante ustedes. Sin embargo ellos, ¿a qué le temen, por qué no pueden venir a discutir tranquilamente sobre los problemas de la universidad?”

El discurso de Malpica se fincó en acusaciones repetidas contra el ex rector Vélez Pliego, a quien denunció de haber avalado la acción del tesorero Bautista, así como de haber solapado la actividad de grupos de pandilleros.

En relación al problema financiero, dijo que si la universidad está incapacitada para pagar las despensas y si se tiene que sacrificar las partidas de las escuelas para pagar la nómina quincenal, eso se debe a los 11 mil millones de déficit que le heredó la administración de Vélez, junto con las 400 plazas de confianza y de base que autorizó el ex rector en los últimos meses de su mandato.

En igual forma se refirió al 5 por ciento de aumento en prestaciones directo al salario que aprobó el Consejo Universitario, y que redundaría directamente contra los gastos de operación. “Ahí los únicos perjudicados son ustedes los estudiantes”, le dijo a su auditorio.

Finalmente, en relación a una serie de convenios que el rector dice haber sustentado con universidades y gobiernos estatales para la puesta en marcha de un programa de planeación regional, Malpica retó a su oposición a presentar proyectos concretos de desarrollo académico. “Nada más critica y boicotean –dijo-, no les importa que se hunda la universidad.

 

 

            La eterna universidad

 

            Viernes 17 de noviembre de 1989.

            Los dos grupos saben que están en el ring. Después de la marcha de Samuel Malpica el martes y el problema del pago de la quincena, tocó al turno a sus opositores. Ahora creen que su manifestación del jueves es un gancho al hígado.

            1.- A mediodía, en esa plaza tomada por los antimalpiquistas, dos estilos definidos de activismo universitario. Parado en la mesita que sirvió  de templete, a un lado de la camioneta de sonido instalado en la esquina de Maximino y la 4 Norte, Eduardo Vázquez Valdez, coordinador del Hospital Universitario y responsable del equipo de cirujanos que realizó el primer transplante de riñón en Puebla, da idea de su falta de experiencia militante: no duró ni tres minutos su discurso, fue al grano y su voz nunca tuvo la exaltación ante la masa del orador tradicional de la izquierda. “Todos los que estamos aquí luchamos porque la universidad sea eterna” dijo al final.

            Pero entre los oradores y como maestros de ceremonias del mitin, Jesús Aroche, ex-funcionario de Samuel Malpica y pieza importante en la elección rectoral de 1987, revela lo que debió ser haber sido el ambiente estudiantil de los sesentas. Desbordado en el micrófono, dio entrada a los contingentes que bajaban desde el zócalo; posesionado, cumplió el papel encomendado al sonido ambiental, que en grito efervescente debe crear la mística a la mesa movilizada: “Avancen compañeros, --se escuchaba de Aroche, uno de tantos miembros de la clase política universitaria--, la plaza de la Democracia es nuevamente de los universitarios.”

            2.- Pero ayer, esa aplastante presencia estudiantil en apoyo a los consejeros que buscan la destitución de Malpica, ajena por la edad a los años heroicos del movimiento estudiantil, optó por el tono festivo y la tonada tropical como compañía de las consignas: el Chorrito de Cri Crí y la Negra Tomasa, igual que Amarga Navidad, les sirvieron para crear ahí en la calle estrofas contra Samuel, el rector electo por la masa estudiantil.

            Y a la hora de los discursos ninguno subió:

            Mejor se dedicaron a quemar una piñata con la imagen del rector, justo cuando hablaba Vázquez Valdez. Eran los de la Escuela de Biología, que vitorearon como propio a Ismael Ledesma en su momento.

            ¿Pero por qué ninguno de esos miles de estudiantes tomó el micrófono? Eso no les importó mucho a los líderes del movimiento antimalpiquista. Poco a poco agarraron valor a medida que bajaban preparatorianos de los camiones, y los de la Cabrera armaban su fila ahí en la 4 frente a la Zapata.

            Pero finalmente, los estudiantes hablan: a la hora de pasar los de Contaduría frente al portón cerrado de Palacio de Gobierno: “Ni Vélez ni Malpica, fuera los dos de la UAP.”

            3.- A media caminata el cuestionamiento a Juvencio Monroy: “Ustedes buscan la destitución del rector –le digo-, pero en todo este tiempo que ha durado el conflicto no han logrado definir qué pasará después.

            ¿En qué cambia la universidad con la salida de Malpica? ¿O todo se fundamenta en el argumento de la ineptitud de Samuel Malpica?

            Y el coordinador del ICUAP da su versión: “El Consejo Universitario debe retomar su carácter de suprema autoridad. De esta forma, ningún rector o grupo en el poder podrá dirigir a la universidad según su propia concepción, que es lo que ha hecho mucho daño a la institución. Los programas de trabajo y desarrollo de la UAP ya no deben ser concebidos por un personaje o grupo político desde la Rectoría. El rector en turno debe ser responsable de sacar adelante el programa de trabajo que el Consejo Universitario defina para la universidad.”

            Ahí mismo, en el mitin, corre entre los investigadores que apoyan a Monrroy como coordinador, una carta que firman y que deberán tener lista para la tarde, cuando en el edificio Presno se discuta la postura asumida por el coordinador, pues opositores suyos quieren realizar un referéndum sobre su participación en el Consejo Universitario: “No va a prosperar –-dice--. Además voy a ser inflexible en el hecho de que las asambleas del ICUAP sólo deben participar los investigadores, los ayudantes de investigación y los alumnos de posgrado. De ninguna manera los trabajadores administrativos. No se trata de hacer populismo.”

            4.- “Se trata de apoyar al Consejo, ahorita esos actos no tienen sentido”, dijo un viejo universitario a un Consejero de Gobierno antimalpiquista que lo acusaba de no tener huevos. El Consejero trataba de crear efervescencia para tomar el Carolino.

            5.- Al final estaban los cuatro: Monroy, el electrónico, Vázquez Valdez, el del riñón, Maldonado, el contador, e Ismael Ledezma, el biólogo.

            Se ven inquietos: al otro día tendrán sesión de Consejo Universitario. “El principal tema a discutirse será el de la organización, qué vamos a hacer en lo inmediato”, dice Ledesma. Le dan la vuelta al asunto de una posible elección de rector, pero en el mitin alguien ha dicho a trasmano que seleccionarán una terna. Pero no quieren hablar de eso. Mejor el doctor Vázquez Valdez saca de su portafolio una carta dirigida al gobernador, en la que lo acusan de violar la autonomía universitaria al ir contra el máximo órgano de gobierno de la universidad.

            Juvencio Monroy me había dicho: “En caso de llegar a un extremo aceptaríamos la participación de la ANUIES, organismo al que está asociado la UAP. Ellos han participado en otros conflictos universitarios recientes, en Durango y Nayarit. Samuel Malpica dice que tiene capacidad de reunir al Consejo, nosotros decimos lo mismo, así que se podría hacer una convocatoria simultánea, a ver quién tiene el apoyo de los universitarios.”

            6.- Marco Antonio Moreno tomó el micrófono al final del mitin. Lo había visto antes frente al Palacio de Gobierno gritar al contingente reunido allí. Ahora vuelve a hacerlo: “No nos detendremos --se escuchó--, el gobierno ya le dio el dinero a Malpica. Con esta marcha nosotros hacemos valer nuestra posición.” Y recuperó ahí, en la Plaza de la Democracia, el estilo sesentero de Jesús Aroche:

            “Hasta la victoria siempre.”

 

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