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Por: Judith Castañeda Sauri

“Se supone que debería escribir sobre lo acontecido a partir de 1979, pero mis pensamientos franquean ese límite y vuelan hasta esa tarde otoñal de 1969 en que resplandecía el sol, brillaban los crisantemos amarillos y los gansos salvajes iban hacia el sur”, dice Mo Yan al inicio de su libro Cambios, y en estas palabras es posible notar la naturaleza de los recuerdos: no obedecen a la persona que los trae al presente sino a sí mismos, poniendo a quien hace memoria delante de escenas quizá poco agradables o inesperadas. Los recuerdos, además, son una red de carreteras que comunican días con años de distancia entre sí, que nos hacen reconocer a un antiguo compañero de pupitre en el extraño que está frente a nosotros.

Los recuerdos también asemejan fichas que van encajando una junto a otra, como en un rompecabezas. Así lo refleja, a través del profesor Zhang, el libro editado por Seix Barral en marzo de este año. Al profesor, de rostro largo y blanco, de raya al lado y chaqueta militar azul, sólo es posible recordársele siguiendo cierta progresión: “Siempre empiezo rememorando las manguitas de los brazos y los clips sujetapapeles del cuello, luego el saco, y sólo entonces paso a visualizar su rostro, sus facciones, su voz, su expresión. Si no siguiera este orden, jamás podría recordar qué aspecto tenía el profesor Zhang”.




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