Últimamente tengo la idea recurrente de viajar por todo el mundo; seguro ya un poco tarde para ser un viajero empedernido y muy temprano para ser un jubilado que no tiene nada que hacer, pero la idea de viajar, conocer y convivir con muchas personas de distintas culturas y enriquecernos con lo que nos puedan ofrecer y les podamos brindar es una idea que se me antoja con frecuencia. Entonces, como cualquier viajero en potencia, tengo una larga lista de lugares a los que tengo que ir, de los que ya no existen que me hubiese gustado conocer, pero de los cuales aún hay vestigios, y de los que no quiero pisar ni por accidente. Con esta lista también tengo una en la que anoto quién me va a acompañar en cada uno de estos viajes. Esto es una reverenda estupidez, ya que no puedo planear este tipo de situaciones y es algo que irá surgiendo con el tiempo.
Parte importante de viajar a un lugar es ir con un objetivo fijo, no solamente a conocer, eso es un hecho; si vamos a Perú y nos perdemos de conocer Machu Picchu estaríamos desaprovechando el viaje que ya hicimos por algún fin. Quiero decir que considero importante el viajar a un lugar con un fin bien establecido: negocios, concursos, encuentros, ponencias, congresos, etc., y teniendo ya este propósito darnos siempre un tiempo libre para conocer esos lugares turísticos. Es mejor relacionarnos con alguien dentro de ese territorio para poder conocer los lugares donde los lugareños comen, descansan, trabajan, se encuentran o se entretienen. Es más rico conocer a la cultura intentando vernos inmersos en ella que sólo fotografiando los letreros de STOP y los nativos que lucen trajes folclóricos.
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