• Juan Arturo Meneses
  • 27 Junio 2013
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Por: Juan Arturo Meneses

Desde hace algunos días, las manifestaciones han estado presentes en mi ciudad, ésta ya es la tercera semana. Las autoridades, junto con algunos burócratas, habían pensado en un cambio urbanístico, su objetivo era utilizar el espacio del parque Taksim Gezi para construir una mezquita y un centro comercial. Cuando los ciudadanos se enteraron de la noticia, que jamás fue votada, asistieron al parque y levantaron un campamento para impedirlo. La policía intentó desalojar a los manifestantes, los golpearon e insultaron, llegaron incluso a quemar algunas casas de campaña. Kadir Topbas, el alcalde, pidió disculpas por haber tomado decisiones sin consultar a la ciudadanía y prometió que este hecho jamás volvería a suceder. No confío en su palabra. En 1957, los gobernadores habían decidido ampliar una avenida, un árbol les estorbaba y decidieron, sin consultar a los vecinos, cortarlo. Una familia hizo guardia cerca del castaño, creo que su apellido era Pamuk (sí, era ése porque uno de sus hijos se volvió novelista), defendieron el árbol y actualmente se encuentra en el mismo sitio.

 

La vida política siempre es indispensable, no importa el lugar en el que te encuentres. En una ocasión viajé a Kars, tenía que ir a Armenia, no recuerdo bien qué tenía que hacer allá, pero recuerdo que la ciudad parecía el infierno con su constante caída de nieve. Llegué en uno de los últimos autobuses, debido a la tormenta las carreteras fueron cerradas. Por algunas personas me enteré de que en el hotel Nieve Palace estaba hospedado un poeta que regresaba de Alemania, todos lo conocían como Ka, pues así firmaba sus libros, su verdadero nombre era Kerim Alakusoglu. Yo lo había leído y puedo asegurar que era uno de los pocos poetas turcos que me agradaban, cuando lo vi me acerqué a él y me presenté. Su intención en la ciudad de Kars, me comentó, era doble, por un lado estar al pendiente de las elecciones municipales, donde era probable que un partido musulmán llegara al poder y por el otro, cubrir la nota de por qué muchas chicas se estaban suicidando. Si bien es cierto que esa noticia había comenzado en la ciudad de Batman, alarmaba a muchas personas que sucediera en Kars, sobre todo porque las muchachas no tenían tendencias suicidas. Aunque esas dos razones, que siempre comentaba Ka a cualquier persona, sólo eran infamias, yo bien supe a qué vino a esta ciudad. Vino por Ipek, la hija de uno de los hombres más importantes y antigua compañera de universidad en Estambul. Ka seguía enamorado de ella, ésa era la verdadera razón de que haya soportado este infierno. Cada vez que regresaba al hotel y me encontraba en el comedor, me platicaba lo que le había sucedido durante la jornada, las entrevistas que hacía a los familiares de las chicas, el encuentro con un jeque, la visita a Muhtar, el ex esposo de Ipek, candidato del partido musulmán y antiguo compañero de Ka, el contacto con dos muchachos que Ka llegó a apreciar, incluso, y en esto me pidió que jamás se lo comentara a nadie, la visita que tuvo con Azul, un joven radical que está a favor de una revolución. El poeta siempre llevaba una libreta, cuando le pregunté si en ella escribía sobre todo lo que le sucedía me dijo que no, que en esa libreta escribía únicamente poemas, me llegó a mostrar algunos y realmente eran bellos, se confabulaban el amor, la poesía y Dios. La ciudad le había sentado bien para que escribiera copiosamente.

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