• Judith Castañeda Suarí
  • 18 Abril 2013
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Por: Judith Castañeda Suarí

La reseña de Profética

Siempre lejos

Supe del volumen de cuentos Ángela y los ciegos poco después de empezar a asistir a los talleres literarios a cargo de Alejandro Meneses. Él era el autor, se trataba de un libro que no podía encontrarse en ese momento en Puebla. Era el 2002, 2003, y en un viaje a la ciudad de México pude conseguirlo. 

La constante en esta segunda obra de Alejandro (había publicado trece años antes Días extraños) es la relación entre el personaje–narrador y su prima Ángela. Aunque dicha relación es más bien un alejamiento constante, como lo dice la cuarta de forros, como puede leerse desde el inicio, en el texto partido en seis que une los cinco cuentos restantes. “…en el ambiguo espacio de su alma, tenía la capacidad de permanecer ausente del mundo, intacta”, escribió Alejandro entre 1994 y 1995, con el apoyo de una beca del FONCA, y ese permanecer intacta, ausente, rodea a Ángela con una barrera que siempre va a mantener alejado a su primo.

Pero hay que decir que dicha barrera no nada más se erige en torno a la niña que llega diez años antes, en el verano, con un veliz de cartón y un abrigo que ya no le queda, a casa de su tía viuda. Esa muralla, altísima, también aleja al narrador de su madre: “Mi madre pasó su mano áspera por el cabello de mi prima, acercándola hasta un sitio al que yo nunca había podido llegar”, “y se quedaron solas. Como siempre. Sin mí”. Así, él siempre va a quedar del otro lado del muro. No importa si la Ella –su madre, Ángela– permanece cerca o si es la que acaba de pasar corriendo “hacia allá” al momento de llegar a buscarla.

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