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¿Qué une los relatos de este libro publicado por la Universidad Veracruzana a mediados del 2013? Algunos de ellos están confinados a un vagón del metro de la Ciudad de México, otros van desenredándose en forma de recuerdos desde una cámara fotográfica, dentro de una casa que ahora pertenece a otros. Quizás el hilo entre tales escenarios tan distintos otro sea el tono usado para entramarlos, un poco alejado de la poesía, de la metáfora, y más bien directo. Tal vez sea la ruta que une Cuba con México, la que al mismo tiempo es la recorrida por su autora, Odette Alonso. 

Poeta cubana, promotora literaria, narradora, Odette llegó a radicar en México en 1992 y en Hotel Pánico nos presenta dieciséis cuentos divididos en dos apartados: La casa vieja y Hotel Pánico. En el espacio que es cada texto, sus lectores nos adentramos a un sitio impregnado por la violencia, como es el caso de Bajo la jacaranda, que inaugura el volumen, o de La casa vieja. En estos dos primeros cuentos los espacios parecen reducirse hasta adoptar las dimensiones del pequeñísimo cubículo donde Lucía trabaja vendiendo los boletos del Metro en Bajo la jacaranda, dentro del cual, pese a haber llamado a su mamá y a sus amigas, el reloj sigue marcando “eternamente la misma hora”. Lo anterior debido, creo, a la violencia que se ejerce contra dos mujeres. Desde un pasado que asoma a través de una cámara o en tiempo presente, dicha violencia vulnera cuerpos y obliga a escapar del vagón, de la desvencijada casa donde antes viviera Esperanza Cabrales, la protagonista de La casa vieja, con su familia.

 

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