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Un hombre observa a través de los cristales de unos de los edificios más altos de la ciudad de Tiranë. A lo lejos, fuera de la ciudad, puede ver un furgón abandonado, hundido en el barro, sus partes metálicas han sido arrancadas y sólo queda la caja de madera. El furgón lleva meses en ese lugar y se habló tanto de él como del rapto de una muchacha previo al día de su boda, se llamaba Lena y el raptor, Gent Ruvina. La prensa no le ha dado mucha importancia a ese asunto, prefiere hablar sobre la ruptura de relaciones entre la Unión Soviética y el país balcánico, muchos estudiantes albaneses han sido expulsados y ahora sus compatriotas organizan fiestas para recibirlos.

El hombre siente especial atracción por la caja abandonada, reinterpretando una nueva Guerra de Troya. Imagina que dentro de ese furgón se encuentran un grupo de rebeldes que esperan para tomar la ciudad; uno de esos hombres, piensa, debe ser el prometido de Lena, que juró perseguirla y asesinarla si algún día lo traicionaba. Por lo tanto, los personajes son perfectos: el furgón es un nuevo caballo, Gent Ruvina-Paris, Lena-Helena, Tiranë-Troya, Laocoonte-un ebrio que arroja una cerveza al furgón, Menelao-Max; pero el caballo significa más que la astucia de los griegos, representa un poder político y social. ¿Y si el caballo no existió, si sólo fue una quimera, si el rapsoda ciego sólo recitaba la Ilíada bajo los consejos que otros le dieron? ¿Realmente los griegos se apoderaron de la ciudad mediante ese ardid, o tal vez todo fue un montaje, ideado por aqueos y troyanos para dar fin a una guerra que se había prolongado por años debido al capricho de Paris, un hombre tan débil que prefería refugiarse en los brazos de Helena que pelear por ella?

 

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