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1. El texto del delito

Repantigado en la silla de su estudio, el detective recibe la noticia: hubo en su ciudad natal, Autlán, un brujo que a finales del siglo XVII llamó la atención de las buenas conciencias del Santo Oficio de la Inquisición. Varios eran sus crímenes: seducir mujeres, faltar consecutivamente a misa, fomentar el adulterio, alardear de su capacidad para viajar por los aires. Intrigado por la información, el investigador comienza con presteza las pesquisas: el Archivo General de la Nación será el campo en el que conocerá los hechos. Afanándose en la búsqueda, encuentra los documentos que consignan la historia de aquel supuesto truhán que había entablado un trato con el diablo. Hurga en ellos con minucia y atención al detalle; curiosea con el gusto que sólo puede tener quien se dedica a la búsqueda de la verdad entre la bruma de lo antiguo; levanta y desempolva una serie de fragmentos de español novohispano y, después de mucho esmero, divisa los hechos en el horizonte de la Nueva España.  Marcos de Monroy es el nombre del así llamado brujo; Antonio Alatorre, el nombre del detective que tomó el caso.

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