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Por: Francesca Dennstedt

No es fácil encontrar historias sobre fisuras anales en la literatura: en nuestra cultura el ano no juega un papel importante si no es para sodomizarlo. Por eso es curioso que Charlotte Roche haya decidido romper el ano de Helen, la protagonista de Zonas húmedas, con una depilación mal hecha. Además, el ano de la protagonista ha sido despojado de cualquier tipo de belleza al colocar una hemorroide en forma de coliflor justo en la entrada. Si bien es cierto que Helen es una adolescente que ha experimentado toda clase de sexo, que piensa que las prostitutas necesitan liberarse y aprender un poco más sobre su oficio, etiquetar la novela como narrativa erótica no me parece acertado. Y todavía me resulta más problemático intentar demeritar el libro por su afán pornográfico y afirmar que esto sólo esconde una evidente —según algunos críticos—estrategia comercial. Este tipo de lecturas me dejan en claro dos cosas: si hay agujeros profanados es porno y el porno vende. Lo único malo es que el porno de Roche es malísimo y si hay que leer el libro con una mano, es porque la otra está ocupada tapando las expresiones de asco del lector:

 

Cuando se la pelo a alguien, siempre procuro que quede un poco de esperma en mis manos. Luego rasco el esperma con mis uñas largas y lo dejo que se seque en la zona subungular para luego, en el transcurso del día, sacarlo a mordisquitos, darle vueltas en la boca, masticarlo y tragarlo después de un largo proceso de derretido y saboreo. Así tengo un recuerdo de mi buena pareja folladora, o sea, un caramelo conmemorativo del encuentro sexual.

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