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Por: Andrea García Catzalco/Taller de Periodismo Narrativo

Llego y me siento en la tercera fila, como siempre, el escritorio me queda a la vista, me gusta observar cuando no me mira, sus manos se deslizan sobre el papel y la tinta juega con distintas formas. Él es muy atento, siempre pregunta si le hemos comprendido, se preocupa mucho por nosotros, a decir verdad yo a veces no le entiendo, me distrae el movimiento de sus cejas y su sonrisa. No es que sea tonta y no entienda nada, sólo tengo 13 años.

Me quedo después de las 2, para que me explique detenidamente, esta vez no nos quedamos en la escuela, vamos a su casa.

Son las 6 de la tarde y ya debo volver a casa, madre ya estará preocupada porque él me ha pedido apagar el celular porque me distraigo con facilidad. Pero él no me deja ir, dice que aún no he comprendido la lección y que después me llevará a casa, se porta tan gentil que me convence y mientras resuelvo un ejercicio, él trae jugo y galletas.

Estoy cabeceando, me siento tan cansada que me recuesto un momento en la libreta. Despierto, ya no estoy en la mesa, es un cuarto frío con una cama.

-Te has quedado dormida-

No tengo idea de qué hora es pero creo que aquí ya no estoy segura…

 

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Casos como el de María se presentan en la ciudad de Puebla constantemente. Yo simplemente trato de pensar en lo que le pudo haber ocurrido ese día.

María es una jovencita  de 13 años. Este no es su nombre real. Su nombre verdadero se identificó en la prensa en los primeros días de octubre. Pero no tiene sentido recordarlo aquí. Lo que le sucedió le pudo pasar a cualquier niña poblana: ella desapareció el 30 de septiembre después de salir de su escuela en la ciudad de Puebla, y según la Procuraduría General de Justicia en el estado, la jovencita fue localizada hasta el  9 de octubre en el municipio de Tehuacán.

Los medios difundieron el posible rapto de la menor y que fue localizada días después. Algunos comentaron que en realidad fue en el estado de Tlaxcala donde la encontraron en lugar de la ciudad de Tehuacán.

En las redes sociales se discutió muchísimo el tema. Muchas opiniones, pero sobre todo resaltó la interrogante: ¿fue un rapto o en realidad la menor huyó por voluntad propia y se está inculpando al profesor?

En este primer semestre del año se han registrado 31 secuestros ante el Ministerio Público. La cifra supera a  las 29 denuncias por privación ilegal de la libertad, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP).

Es un hecho la desaparición de menores y se discute mucho sus múltiples razones, como maltrato doméstico, rapto, drogas, prostitución y alcohol.

Y también es un hecho que sucede mucho en las escuelas mexicanas. Los comportamientos de violencia sexual en la escuela con frecuencia son ocultados, por diversos motivos se procura que no salgan a la luz, pero la experiencia nos indica que suceden en el espacio escolar más de lo que a primera vista parece y que se dan en todas las etapas educativas.

La Organización Mundial de la Salud estima que 150 millones de niñas y 73 millones de niños han sufrido violaciones u otros tipos de violencia sexual. Sin embargo, no hay estimaciones confiables de cuántos de estos abusos se producen en las escuelas.

El riesgo de sufrir violencia sexual en la escuela es mayor para las niñas, quienes a veces son el objetivo de maestros y estudiantes varones. Estudios realizados en África y América Latina revelaron que los maestros fuerzan a algunas niñas a realizar actos sexuales y las amenazan con bajas calificaciones si no cooperan.

No obstante, sabemos que quienes incurren en la violencia sexual generalmente son personas que el niño o la niña conocen, y que el abuso sexual en la escuela es un problema grave en muchos países.

Las niñas de sociedades en que las mujeres padecen una condición inferior tienen mayor probabilidad de sufrir violencia sexual en las escuelas. En América Latina, Asia Meridional y el Sudeste Asiático islámico, el delito de violencia sexual contra las niñas tiende a ocultarse, debido a la importancia de la pureza sexual de las niñas.

En algunos países africanos existe la creencia popular de que se puede curar el SIDA si se tienen relaciones sexuales con una virgen ha derivado en el abuso de estudiantes con discapacidades, quienes son vistas como objetivos fáciles.

Las víctimas sufren traumas físicos y psicológicos, y están en riesgo de infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH. La salud de las niñas menores se ve afectada de manera importante, incluso de las consecuencias de un embarazo no deseado, tales como la muerte o los abortos no seguros. Pueden convertirse en víctimas del estigma social o ser obligadas a dejar la escuela.

Pienso nuevamente en María. ¿Qué pudo haber ocurrido aquel día?

¿Quién tiene la culpa, en realidad? ¿Los padres han estado pendientes de sus hijos? ¿La niña buscaba atención y la obtuvo de alguien más? ¿El profesor que se sobrepasó con su alumna? ¿La televisión?

Andrea García Catzalco, estudiante de Lingüística y Literatura/BUAP/Taller de Periodismo Narrativo