• Guadalupe Morfín
  • 23 Octubre 2014
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Tlatlaya y Ayotzinapa: imaginar un pacto nacional por la paz

 

Por Guadalupe Morfín

 

Guadalupe Morfín Otero, tapatía, poeta, escritora, abogada, actualmente es consultora en temas de derechos humanos, democracia, procesos de paz. Es editorialista del diario El Informador, en Guadalajara, con la columna “ Luciérnaga ciudadana”; puedes leer sus artículos en blogspot http://guadalupemorfin.blogspot.mx/ Con estas dos lecturas de la vida en México, presentamos una de las voces ciudadanas más reconocidas en nuestro país en la coyuntura trágica que afronta la sociedad mexicana.

 

 

 

 

Tlatlaya y los siniestros jardineros

Tlatlaya es difícil de pronunciar, pero más lo es para “Julia”, nombre que la revista estadounidense Esquire dio a la mamá de una de las víctimas, que vio a los soldados ejecutar a su hija y a 20 personas más, después de rendirse el 30 de junio en San Pedro Limón de dicho municipio del Estado de México. Otra más habría muerto en un enfrentamiento inicial. El testimonio de Julia fue publicado dos meses y medio después. Antes, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) había sostenido en un comunicado lo ahora insostenible: que había sido un enfrentamiento y los soldados habían repelido la agresión de supuestos delincuentes. Ahora, las autoridades mexicanas civiles y castrenses, obligadas por la presión nacional e internacional de periodistas y de defensores de derechos humanos, han tenido que rectificar. Nadie puede levantar de la sombra, a la que él mismo se arrojó, al titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, muy pronto a respaldar la versión de la SEDENA, ni al gobernador de la Entidad, ambos omisos y, por lo menos, tibios.

 

No es sencillo confrontar a las Fuerzas Armadas; sin embargo, hay militares del más alto rango que, cuando en la defensa de los derechos humanos se les habla con la verdad, reconocen y rectifican, como en Jalisco, tras lo sucedido en San Juan Ocotán, Zona Metropolitana de Guadalajara, la noche del 14 de diciembre de 1997, cuando más de veinte hogares fueron allanados, sus jóvenes torturados y uno de ellos asesinado y enterrado clandestinamente, en una acción para recuperar una pistola robada a un militar. Pero hubo en Jalisco un gobernador que entendió que no podía distanciarse de los principios constitucionales que ordenan someter a proceso a quienes se considera han delinquido, y prohíben allanamientos, torturas y ejecuciones.

 

En Tlatlaya probablemente no se trataba de una reunión de blancas palomas en una zona utilizada por el narcotráfico. Pero las Fuerzas Armadas en México no tienen facultades constitucionales para convertirse en siniestros jardineros del reino y cortar de cuajo lo que consideran cizaña, suplantando todo proceso penal, haciendo a un lado a las instituciones civiles que investigan, sancionan, reinsertan y reparan el daño, y menos “limpiando” la escena. El Estado mexicano ha comenzado a reaccionar y esperamos lo haga a profundidad con el batallón involucrado, cuestionado ya en otros episodios. Ha comenzado la investigación castrense por fallas a la disciplina militar, y también la penal, a cargo de la Procuraduría General de la República, autoridad civil, como corresponde, pues fueron civiles los afectados en sus derechos.

 

En un pasaje del evangelio, el maestro de Galilea explica el Reino como el campo donde crecen juntas la cizaña y el trigo. Sólo al final la cizaña será arrancada y quemada. Antes, dañaría el trigo. Así en la vida democrática: arrancar la cizaña temprano y a machetazos acaba por matar toda civilidad.

 

La vida, tierna

Crece la vida y a veces ni cuenta nos damos de su silenciosa germinación a nuestro lado, como los brotes del romero, la mandarina y la albahaca. También así germina en nuestros niños, muchachos, ellos y ellas, jóvenes que de pronto vemos como seguramente nos vieron a nosotros quienes estaban en la madurez en la que ya dizque estamos, dando alas a nuestro espíritu para seguir brotando.

 

Esta semana alimentaron mi esperanza en que México sea un pueblo en paz, tres sucesos en Guadalajara: el Diálogo 2 de la red Tóma-la, para reflexionar esta vez sobre movilidad urbana, en un intercambio franco e inteligente entre expertos, empresarios, camioneros, jóvenes activistas y autoridades.

 

Este diálogo parte de conceder que la visión crítica de los otros, por incómodos que sean, aporta una riqueza a la propia mirada, y de entender que para construir un “nosotros”, sirve ponerse en los zapatos de los otros.

 

Así, comprendemos mejor sus desafíos, en la arena pública, académica, empresarial o social, y alentamos sus pasos en el sentido correcto.

 

Una segunda celebración fue el relanzamiento de Wikipolítica en Jalisco, que participará con una propuesta ética en las siguientes elecciones, no como partido, pues aún no obtiene registro, pero sí retando a los que ya existen, con la frescura y decencia de un colectivo de jóvenes, a que dejen de concebir su actividad como negocio y se atrevan a refundarse (refundidos nos tienen por haber traicionado plataformas y principios o por ser rehenes de caudillajes).

 

Son también signo de esperanza las marchas convocadas sobre todo por jóvenes este pasado miércoles en Guadalajara, y en todo el país, para elevar luces, silencios y protestas, en legítimo, indignado y asustado reclamo, por el asesinato y desaparición de decenas de estudiantes normalistas en Ayotzinapa, municipio de Iguala, Guerrero.

 

De nada sirve negar el miedo y la tristeza que nos han dejado quienes se han creído dueños de la vida allí, en Tlatlaya, La Barca o donde sea. Pero el miedo y la tristeza contienen una luminosa, instintiva sabiduría: un “Ya basta”, un “Así no”. Las consignas gritadas, aún las más furibundas, expresan el deseo de una patria con futuro, en paz, donde el Estado de Derecho sea de a de veras y no traicionada promesa electoral.

 

Va mi pésame a las familias guerrerenses y a todas las que buscan a un ser querido entre fosas. Agradezco la permanencia en México del Equipo Argentino de Antropología Forense, que tanto servicio ha hecho por la confianza ganada.

 

La lección de Iguala encara a todos los partidos políticos: que no se atrevan a presentarnos ninguna candidatura cuestionable a cargo alguno.

 

Pero el reto es mucho más profundo que renuncias y sustituciones.

 

Cualquier cálculo político sobre el bienestar general suena mezquino. Sin un cambio de raíz en modos de operar de policías, ministerios, fiscalías y poderes, no saldremos del colapso. Urge un pacto nacional para la paz.

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