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Tercera Parte

Tlamanca, Zautla, Puebla. Víctor Manuel Iglecias observa la firma que el representante de la empresa china en Tlamanca escribe en los tres tantos del acta de la asamblea municipal que ha cortado por la sano el intento de extracción de oro en esta montaña serrana. Son las cuatro de la tarde del día 21. El ultimátum otorga 24 horas. El alcalde sabe que se jugó el pellejo, como dirá después, pues ya su gente se preguntaba si sería cierto que había otorgado el permiso para la operación de la minera. Y que lo miraron a los ojos sus gentes de San Isidro, el barrio pegado a San Miguel Tenextatiloyan. Y que por eso no dejaron a Martín Gómez, el del sombrerito Panamá y la cazadora de funcionario, hasta que lo trajeron a la asamblea con el mentado documento que el minero les presumió toda la mañana como la prueba de que la autoridad municipal había obtenido el permiso de la comunidad.


El documento lo ha leído a medias el funcionario de la empresa, pues la gente no ha dejado de gritar fuera, fuera. Y lo acabará de leer el abogado del Ayuntamiento, el  mismo que declarará que ahí no está otorgado ninguna autorización de cambio de uso de suelo.


“Aquí las cosas las aclaramos de frente --le dice entonces el alcalde a Martín, a la vista de la asamblea--. Yo le pido calma a la gente, pero si fuera otro presidente, no más digo así y yo creo que la gente no se mide. Por eso le pido que le tenga respeto a la gente. Porque no se vale engañar a la gente. En ese documento en ningún momento dice permiso de uso de suelo. Y usted lo ratificó, los geólogos, químicos, biólogos y sicólogos de la UNAM y del Politécnico no los trajo la empresa, los trajimos nosotros, compañeros, y los trajimos para saber y entender qué son las minas. No para que si me dan quinientos, mil o no sé cuánto, porque ya se lo dije a los reporteros, me ofrecieron cien mil, por si querían saber. Yo les digo, compañeros, si a alguien le dan ahorita diez mil pesos, ¿cuánto le va a durar? Pero la destrucción de cerro, la contaminación del agua, eso no se va a arreglar con diez mil pesos, eso queda de por vida”.


Después, Martín firma, y la suerte de los chinos está acabada.

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¿Qué trae a estas montañas a los geólogos y mineros del mundo? ¿O cómo entender que el gobierno federal pueda otorgar en concesión miles de hectáreas de los municipios de Ixtacamaxtitllán, Tetela y Zautla? La respuesta se la ha dado en corto el geólogo Ricardo Martínez, un hombre afable, que muy temprano este miércoles vio venir la tormenta campesina y asumió un discurso conciliador a quien quisiera escucharlo. Al final le confesaría al presidente municipal Víctor Manuel Iglecias su desconsuelo:


“Es una lástima que este proyecto termine así --le dijo--, pues estas montañas están repletas de minerales”.


Los proyectos mineros en la Sierra Norte han traído consigo sus personajes. Alejandro Aboumrad, director de Frisco, con toda la elegancia de una oficina en Santa Fe en la ciudad de México, con su idea de reforestar mil hectáreas en Tetela como contraprestación del tajo abierto en el cerro Espejeras. O el geólogo gruñon de la canadiense Almaden Minerals, molesto porque se nos ocurrió preguntar a los campesinos convertidos en barrenadores de Santa María Zotoltepec si les habían explicado lo que significa la lixiviación con cianuro. En fin, son los mineros de una industria vital considerada estratégica por los políticos y los banqueros y que a la calladita en los últimos años se aventuró a explotar las cañadas de los ríos serranos. Unos, como Aboumrad, no conocen el pueblo en el que quieren instalar su minera, y a Puebla solo llegan a las oficinas de la Secretaría de Economía. Otros son los técnicos como este geólogo exfuncionario federal reconvertido en asesor de compañías mineras, experto en subsuelos metálicos, pero muy avezado también en la identificación del viento que lleva a la masa campesina a oponerse a un proyecto intrusivo en su territorio. Y así, rapidito, lo que tarda una masa en tomar la explanada de una mina, se ha bajado del barco de los mineros chinos.


Y a él también lo hicieron firmar el acta de expulsión de la minera china del territorio de Zautla, aunque todo el día haya negado que trabaja para ella. Ex funcionario de la Secretaría de Economía, desde hace dos años abandonó el sector público para convertirse en asesor de empresas en la búsqueda de nuevos territorios atractivos para la explotación minera. Seguramente tiene a la vista las cifras de esta industria en México: más de 310 mil empleos directos, primer productor de plata en el mundo, tercero en bismuto, quinto en plomo, noveno en oro, onceavo en cobre, con un crecimiento del 46 por ciento entre 2010 y 2011 en el valor de la producción minera (de 11,298 a 16,771 millones de dólares). Tan sólo en el sexenio calderonista se captaron 16,700 millones de dólares en inversión extranjera directa en el sector minero.  Por eso no puede creer lo que pasa esta mañana en la cañada en la que está enclavada la mina La Lupe, cuya perspectiva de explotación por la empresa china JDC Minerales, S.A. de C.V. está en el borde del despeñadero por iniciativa de una masa campesina que hace valer a su manera lo que le significan las concesiones otorgadas por el gobierno de la república.


Con eso en la cabeza, el geólogo no rehúye las preguntas de los campesinos, esta vez liderados por el director de la telesecundaria de la comunidad de Ixtactenango, y que han formado otro grupo de interlocución con los representantes de la empresa que encontraron en la mina La Lupe, además del que se ha estrellado contra la muralla del “poquito español” tras la que se han resguardado los chinos. Y no deja de sorprender la cortesía del minero.  No se enoja, no altera su voz, como si ya hubiera visto muchos conflictos así. Estamos en la tierra plana que la empresa ha compactado sobre la ladera del Cerro de Agua, a la vista de las tres o cuatro bocaminas que un empresario alemán abriera hace más de setenta años, en una historia todavía no contada, apenas perfilada por su muerte justo en el arranque de la segunda guerra en Europa. Es la mina que vieron los ojos campesinos del hermano de Ramona Rivera, cuando el “trueno en el cerro” acabó con los manantiales de la cañada.


“¿Quieren entender lo que significa la minería en México? --cuestiona a los reporteros y campesinos que lo interrogan--. ¿Han estado en Zacatecas? La única mina que se explota ahí le da a México el segundo lugar de producción en el mundo.”


“¿Y a quién beneficia?”, le increpan. “¿Y la contaminación que provoca?”


“Aquí ya es meterse en más broncas --reflexiona el geólogo--, si el gobierno autoriza o no autoriza, y si el impacto ecológico se da o no se da, pero lo más importante es la derrama económica…”


¿”Y si hay dinero y no hay agua?”, le cuestionan.


“Permíteme --responde--, yo te estoy hablando de la derrama económica del lugar. Si la mina X, en cualquier lugar, deja una derrama económica en cada lugar, otra cosa sería del país, una derrama económica que, desde el principio --y señala hacia la brecha por la que durante toda la mañana han subido y bajado los miles de zautleños en su peregrinación antiminera--, arregle el camino, y que de trabajo a unas cien o doscientas personas, empleos del que cuida, del que maneja una máquina, desde el sindicato que contrata cuarenta cincuenta camiones, y lo digo porque he estado en muchos lugares del país.”


“Mano de obra barata”, le rebaten.


“Y nos van a dejar destrucción de los recursos naturales.”


“Por eso depende de cada comunidad cómo se arregla con la minera que llega al lugar --dice muy sereno--. Qué condiciones se le ponen, cómo firma sus contratos.”


“Entonces se arreglan con una comunidad --dice el maestro escolar--, ¿y las demás que son afectadas? Todos los tóxicos que puedan derramar aquí van a ir a dar al nacimiento de agua.”


“Se puede planificar --se atreve a decir el geólogo, quien no deja de asentir ante las opiniones de sus cuestionadores--… Todo depende como te digo, del proyecto minero, en la actualidad hay métodos para poder causar el menor impacto que se pueda.”


Y luego, como si de un padrecito rural se tratara, lanza la arenga del ensueño minero: “Miren, en México no hay más de cuatro o cinco grandes compañías, Grupo México, Grupo Peñores, Minera San Luis… son muy pocas, ojalá el país explotara sus minerales. Y tú sabías amigo que tú, yo, cualquiera  puede denunciar una mina, es un derecho el denuncio minero…”.


Intervengo yo: “Muy bien, nada más que aquí en Zautla ya está todo denunciado, ya no dejaron ni un metro de subsuelo.”


“¿Ya está todo denunciado? --dice, y avanza más, se pone de mi lado--: Y hay mineras de a treinta, cuarenta mil hectáreas, no cien como la de aquí.”


“Oiga --le toma la palabra un campesino--, ¿y se imagina la sierra con las mineras y las presas hidroeléctricas? ¿Qué va a pasar? Si hablan de desarrollo, primero habría que definir qué es desarrollo…”


“Sustentable”, afirma el geólogo.

“¿Para quién?”

“Para la comunidad cercana a la mina.”


Se le vienen encima los nos, como hace un rato con los chinos, y yo pienso que la muralla no la forman los idiomas distintos, que son dos mundos los que se oponen aquí. Y que para eso no entrenaron a estos mineros.


“Lo que ustedes saquen de aquí se lo llevan, no van a dejar nada”, confirma el maestro de Ixtactenango.


“Si la afectación es fuerte…”, recula el minero.

“Si usted viviera acá no diría lo mismo”.

“Pues entonces que se cierre el lugar y punto --ataja de plano el geólogo--. En otro lugar sí será Sustentable. Si aquí no se da la sustentabilidad, que se cierre y ya.”

“¿Usted trabaja en esta empresa?”, le pregunto.

“No, no, yo vine apenas hace dos años como funcionario de la Secretaria de Minas, venimos un mes, aquí estuvimos.”

“¿Ustedes andaban volando el helicóptero”, se acuerda otro campesino.

“No, no…”

“Nos vinieron a asustar”, sigue el hombre.


“No, hicimos unos estudios en estos cerros, en la mina Armando, que tiene su fama…Mire, se necesitan muchos estudios para saber el potencial de la mina, si vale la pena o no vale la pena”.


“¿Y cuál es el potencial aquí?”, le pregunto.


“La conozco muy poco, entré a dos tiros nada más, pues está muy peligroso, tienen más de treinta metros de profundidad, y sin el equipo necesario, sin las lámparas, es un riesgo”.


“¿Y conoce la manifestación de impacto ambiental que presentó la empresa para la reactivación de La Lupe?”

“No, yo vine en la mañana, y la verdad, me gustó esto que me encontré”

 

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Salimos en bola de la mina La Lupe. Es hora de bajar a la asamblea, con todo y chinos, que atraviesan la reja y forman un grupo compacto custodiado por una buena carga de campesinos. Va al frente el Señor Chiu. Unos metros adelante viene el jefe mexicano, Martín Gómez. Le dice al geólogo Ricardo Martínez que alguien estuvo aventando piedras a los chinos.


“No, nadie estuvo aventando piedras --le responde el geólgo--. Yo estuve ahí, no hubo ninguna agresión. Lo cual, después de seis mil personas y no hubo nada, los felicito. Ojalá pasara esto en todo el país. Que sí están molestos, pero hay respeto…”


Se acerca el Señor Chiu, y le dice algo en chino a Martín, quien supongo lo entiende, y más cuando el chino le toma de suelo una piedrecilla.  Martín le pide al geólogo Martínez que escuche lo que cuenta el chino. El Señor Chiu señala su cabeza, perro Ricardo lo frena:


“No, no --le dice fuerte al chino, como para que escuchemos todos--, no hubo nada, y de alguna manera tienen razón, la gente quiere ver una respuesta de ustedes, que muestren sus documentos, y la verdad es que después de ver a las treinta y dos comunidades dar este apoyo ojalá esto ocurriera en todo el país. Aquí están pendientes de todo, y qué bueno”.


Y ahí vamos para la asamblea, con el Señor Chiu hablando para mi cámara. Y el geólogo Martínez ya francamente del lado campesino. El amigo Chiu dice, mexicano chino amigo, y cierra sus brazos en un abrazo, amigo hermano. Y vienen de tan lejos, me comenta el geólogo conciliador, aprenden nuestro idioma, nuestra comida. Ah, comida china, dice Chiu, sabroso, sí. Y claro, sigue el geólogo, muchos países invierten en China, por eso ellos lo hacen en México, en Perú. Sí, en Brasil, India,  dice Chiu, mucho, todo negocio, cambio, cambio, y sus brazos mueven el aire de un lado a otro. Como socios, dice el geólogo, sí, socios, dice Chiu, mexicanos chinos socios. Pero muy importante, respetando a la población, acota el otro, empezando por la ley.


Sí, Señor Chiu.

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Ahora caminamos con Martín Gómez, el hombre del sombrero panameño y el chaleco cazador, quien hace cabeza por JDC Minerales en Tlamanca. No vamos solos, son varios campesinos que van a nuestro lado. Me dice que tiene el permiso de la comunidad firmado por el presidente municipal de Zautla. Baja sudoroso pero tranquilo, pues dice que ya le mandaron por correo electrónico el documento. Y que en él se propone el intercambio del permiso por la construcción de una represa en el río Apulco. Una presa de agua, me dice. Nos lo pidió por escrito, y lo firmamos, dice seguro. Ya lo pidió a México, así que sólo hay que bajarlo de internet.


“Vámonos quitando las caretas”, me dice.


“¿Le firmó el cambio de uso de suelo?”, le pregunto.


No responde. Le digo que los permisos para explotar la mina los da la Dirección General de Minas una vez que la SEMARNAT de su aval. Le insisto en que si el permiso es para el cambio de uso de suelo. ¿Qué permiso le dio el presidente?


“Nos da el permiso de la comunidad para trabajar, ahorita lo van a leer”.


Pero no le firmó el cambio de uso de suelo, le digo.


Y seguimos rumbo a la asamblea. A salpicones me dice más cosas: que tienen los resolutivos de SEMARNAT con la autorización para trabajar tanto en la mina como en la planta de beneficio, que son asociados de una compañía china de energía, que tiene unos tres años trabajando con los chinos, que en Tlamanca apenas está en la etapa de instalación, todavía no saca ni beneficia nada. Y que no sabía de este movimiento, que no venía preparado para esto, que llegó de México hoy en la mañana y se encontró con esta sorpresa, que de haberlo sabido se trae toda la documentación habida y por haber. Que la autoridad local tiene todos esos documentos. Que nosotros estamos mal informados, que nos vamos al vox pópuli, a lo más fácil, que él a quien tiene que demostrarle es a la autoridad, no, que okey, que viene voluntariamente a presentarse con ellos, el pueblo, pero que legalmente nada lo obliga, pero que le da mucha importancia a las comunidades ahora que ya las conoce, que no sabía que existía toda esta organización, que no sabía que existía el CESDER, que duda de que el presidente municipal supiera que iba a tener toda esta presión, que por eso se está desistiendo, sí, que es el CESDER el que organizó todo este movimiento, que está convencido de que la gente vino obligada a este movimiento, que tiene varios testimonios, que los amenazaron con quitarles apoyo, con multas, que ayer mismo se reunió con gente de San Miguel.


Y con todo eso en la cabeza ira a dar a la masa que lo espera en la carretera.

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Ahí se le viene el griterío, y el minero no se arredra. Son más de doscientas personas que esperan la aparición de los chinos  con los funcionarios de la empresa. Pero no es cualquier grupo, es gente de San Isidro, la tierra del presidente municipal. No les ha gustado aquello de que ya les firmó el permiso a los de la empresa, que quieren ver el documento. Y ahí están con él, rodeándolo en medio de un alboroto muy campirano, de masa lucida que se desgañita. Que dónde está el documento. Que está en internet. Vamos a un café internet, que vámonos, que échenlo en la parrilla, que vámonos a la junta, que conste, que ya le cambiaron, que yo sostengo mi palabra, que para mí es muy importante que vean el documento, que yo no venía a esto, que no sabía que iba a ver este movimiento, que si me llevan a un café internet, que no, que vámonos para la asamblea.


Y el grito que lo rompe todo, que nos recuerda que la vida es una farsa de la que vale la pena reírse:


“Mejor que inviten el chupe y ai muere”.

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Y allá lo llevan. Dentro de dos horas aparecerá Martín Gómez con el documento. Para entonces, ya ha terminado la asamblea. No importa, arrancan otra. De la nada, de las veredas, de las camionetas, del reparto de tortas, la gente regresa. El empresario trae el documento, que hasta Contla lo llevaron para que lo bajara de internet. Y ya está el pleno de nuevo,  ya está repleto el campo enlonado, ya reconectaron el sonido. Y Martín empezará a leer un documento que da cuenta de la reunió sostenida en la última semana de octubre entre la empresa y los funcionarios municipales. Pero es tal el griterío que nada se entiende, que mejor otro lo lea, y Martín busca a quien esté a su lado para que lo salve y siga leyendo, y es una reportera, que cómo una reportera, cómo cree, si estoy trabajando, pues entonces que sea el abogado asesor del municipio. Están presentes unos técnicos de la UNAM invitados por el alcalde Víctor Manuel Iglecias. Y en él se dice que el doctor Feng Rao presentó el proyecto en La Lupe y el beneficio cercano al Apulco; y las objeciones que presentaron los técnicos universitarios; y sí, la posible construcción de una presa de agua, como la llama el minero.


“Tratamos de venir a hacer amigos, de traer beneficios a la comunidad como están firmados, tratar de trabajar de común acuerdo. Mi único interés es decirles que no venimos a meternos en la casa de nadie a fuerza, que no venimos a saltarnos las trancas, que venimos con un proyecto que expertos lo analizaron y dijeron es correcto…”


Pero no, efectivamente, no se trata de la autorización para el cambio de uso de suelo.


Diez minutos después, a nombre de JDC Minerales, la empresa china que no vio venir a la masa campesina, Martín Gómez firma la salida de Tlamanca. No habrá mina de oro en Zautla.


“Como nos lo ordenaron ustedes”