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Por: Ednilma Durana Filisola/Taller de Periodismo Narrativo

¿Dinero? ¿Poder? ¿El poder que te da el dinero? ¿El dinero que te da el poder? O a lo mejor el ser humano ha desarrollado el gen egoísta, ese placer de sublevar a los otros, porque, en teoría, ya dominamos a todas las especies del reino animal, y no queda nada más que someter o extinguir que al hombre mismo.



Narcofosa, narcomanta, narcocorrido, narcotráfico, narco es el neologismo del siglo XXI, que durante años se ignoró o era como un camaleón sigiloso escabulléndose ante el enemigo. Ahora, ¿ahora?, me causa” gracia” tan sólo pensarlo: cuerpos destazados como reses putrefactas en bolsas de basura, balaceras en horario familiar, lucha de territorio, pagar impuestos al Gobierno de cada Estado y a tu sicario correspondiente, dos gobiernos poderosos que pueden cambiar tu suerte si no te sometes.



¿Por qué toda esta reflexión? ¿Qué ha ocurrido para alterarme así? Esta es una historia de fin de año en una ciudad cualquiera de un estado vecino a Puebla. Es la historia de una fuga.

Es la historia de una joven familia veracruzana, que emprende una vida independiente de sus padres, que toma el compromiso conyugal y paternal con dos pequeñas niñas.  Cuatro personas que viven su rutina diaria, acostumbrados a vivir en un barrio donde ya nadie se admira por los gritos nocturnos y cadáveres amanecidos en la calle, donde los niños no se sorprenden de encontrar casquillos en las veredas rumbo al colegio. No, en ese barrio para nadie son novedad las ráfagas y las balas perdidas en cualquier día de la semana; parece que no se conoce el significado del miedo, no hay sorpresa alguna cuando hablas de violencia frente a dos menores de 6 y 7 años de edad, viven día a día con violencia social. Pero un día, todo cambia, su suerte ya no les favorece.

“¡Tenemos a tu esposa, si no depositas 10 mil pesos en una hora le vuelo los sesos!” son las perturbadoras palabras de una llamada a mediodía que recibe el joven padre de 26 años.

 “Sentí que me echaban agua fría y me quedé petrificado en el pasillo de la cocina, luego salí desesperado a la puerta y cuando subí a la camioneta, me di cuenta de que una parte de un juego mecánico de la feria de la colonia obstruía temporalmente mi paso. Corrí cinco cuadras para llegar a la escuela de mis hijas y tres más para ir a la estética de mi esposa. No paraba de llorar imaginándome el cuerpo de mi mujer baleado o mutilado, y esa es la experiencia más horrible que he tenido en la vida. Llegué a la estética, parecía una escena de película de terror, todo perfectamente limpio y acomodado, no había indicios de que hubieran asaltado o algo, me detuve, pasaron unos segundos, los más largos de mi vida, abrí la puerta de cristal y de repente, atrás de mí, mi esposa, tan normal me dijo: ¿Qué haces aquí? Salté del susto y la abracé, brevemente le copnté lo que había pasado, y sin pensarlo nos fuimos de la estética sin cerrar, sin levantar sospechas, caminamos a paso veloz a casa, cerré el pórtico, empezamos a empacar ropa de las niñas y a buscar papeles… De pronto, una balacera estruendosa  rompió las ventanas de mi casa, nos hizo correr, subimos al cuarto de las niñas, nos encerramos y no paramos de orar al Señor por nuestras vidas. Pasaron cuatro horas, agarramos una bolsa negra que llevaba unas mudas de ropa de mis hijas, papeles y un poco de dinero ahorrado, salimos con un miedo escalofriante, y todo me parecía un pueblo fantasma salpicado de cristales y basura. Abordamos la camioneta y sin decir más nos jalamos para Puebla, estábamos paranoicos, cualquier automóvil “extraño” despertaba nuestro instinto de persecución, es lo más terrible que me ha pasado en toda mi vida y no se lo deseo a nadie.”

Extorsión, violencia, masacres, cambian la vida de cualquier persona o de cualquier país. Veracruz, México, Michoacán, Puebla, ningún territorio está exento, no sabemos hasta dónde llegará el dominio del narcotráfico, no sabemos si el gobierno federal será desbordado y los cárteles dominarán totalmente está tierra. Mientras tanto, la incertidumbre se cobra la vida de miles de ciudadanos inocentes.

Somos personas que nos volvemos camaleones escurridizos para no ser devorados.