• Alejandro Palma
  • 04 Julio 2013
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Por: Alejandro Palma

Una sociedad no es posible sin literatura. Desde que el ser humano comenzó con la agricultura, en el paso de organizar su vida cotidiana, tuvo que acudir a una especie de cantos o relatos que le permitieran la identificación y funcionamiento de su grupo, a fin de cuentas, una sociedad. En el caso de México la historia y su identidad se forjó a través de la literatura del siglo XIX. Así es que resulta ocioso siquiera preguntarnos sobre la necesidad o vigencia de la literatura porque siempre ha estado ahí. Y prefiero pensar en términos de lo que alguna vez postuló Fernando Pessoa: la literatura es la realidad. Desde ella es como nos hemos constituido como sujetos. Por ello la lectura se vuelve una actividad fundamental en nuestras sociedades. Aquel que no lee se está privando de su cultura y de constituirse como un ser humano libre. Los que no leen son presa fácil de la dominación, la violencia, la infelicidad, en fin, todo aquello que ocurre como consecuencia de la ignorancia. La lectura no asegura la felicidad en la persona pero brinda mejores oportunidades para alcanzarla. En nuestra sociedad occidental la lectura representa un proceso fundamental del conocimiento por la importancia que se la ha dado al libro; mientras no haya un cambio de mentalidad al respecto, la lectura forma parte fundamental de nuestra vida para vincularnos con nuestra sociedad.

Muchos de mis recuerdos más íntimos están relacionados con Profética: mis hijos se formaron como lectores en la sección de niños con los cuenta cuentos. Como familia tenemos momentos maravillosos en la Casa de la Lectura: tirados en los puffs de la biblioteca, en la barra, ellos con refresco Lulú, Alicia con tequila y yo con un vodka, los niños corriendo y mojándose en la fuente del centro del patio, etc. El Congreso de Poesía y Poética le debe mucho a Profética en su desarrollo y logros, le otorgó una identidad particular por la cual se distingue internacionalmente. Cada visitante de fuera de Puebla que he llevado a Profética queda asombrado por el esfuerzo y aún se sorprende más cuando se entera que es un proyecto de la sociedad civil y sobre todo de una persona que se ha entregado enteramente a ello: José Luis Escalera. Me siento alguien afortunado porque conozco Profética desde que estaba en restauración, sin vidrios, sin barandales, sin baños. Me constan los mejores momentos del proyecto así como también he conocido algunas circunstancias que hubieran desanimado a cualquiera para seguir. Pero José Luis ha sido perseverante a lo largo de diez años, que a mi parecer y tomando en cuenta el contexto en el cual se ha desarrollado, deben contarle como si fueran cincuenta. En varios países, crear o alentar este tipo de proyectos culturales se facilita porque el propio sistema hacendario alienta a invertir en cultura y bienestar social. Lamentablemente al estado mexicano no le importa su cultura y casi tampoco el bienestar social y por ello se encuentra sumamente rezagado en leyes, normativas y esquemas que permitan a la iniciativa privada o la sociedad civil involucrarse en su desarrollo. La labor que José Luis Escalera Guzmán ha realizado en Profética es digna de conocerse a nivel nacional, porque se trata de alguien convencido de la literatura y de su difusión, que ha dejado de lado varios proyectos, más redituables y menos engorrosos que éste. Existe un estrecho vínculo entre la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP y Profética. Al margen de un convenio que nunca hemos terminado de afinar, alumnos nuestros han realizado servicio social o han trabajado en la Casa de la Lectura, diversos eventos académicos se organizan ahí gracias a la hospitalidad de José Luis, buscamos apoyar la librería y ni se diga del bar. Muchas personas olvidan con facilidad que Profética. Casa de la Lectura no recibe subsidios y se sostiene de lo que como consumidores y usuarios podemos dejar. Lamentablemente mucha gente exige pero no colabora o propone, lo cual es un rasgo evidente de nuestra pobre práctica como miembros de una sociedad. Profética es un espacio para desarrollarnos, además de como lectores, como sociedad civil desde los múltiples proyectos e iniciativas que se trabajan desde ahí. Pongo un caso tan ilustrativo como el siguiente: en Profética se consumen los productos de la cooperativa de trabajadores de la refresquera Pascual para sostener los productos mexicanos; consumir en Profética es apoyar a la iniciativa privada mexicana que pierde lugar frente a las transnacionales. Pero también están los usuarios de bicicletas, los derechos para la igualdad por orientación e identidad de género, las editoriales independientes, los ajedrecistas, etc. Para multiplicar este proyecto creo que debemos de cobrar conciencia de que desde nosotros mismos, a partir del consumo de los productos en Profética, de participar en proyectos y de generar iniciativas es como habremos de sostener este espacio que se ha convertido en una isla y de derrotero de lo que realmente significa pertenecer y actuar desde una sociedad.

Por otro lado, no conozco algún bar en Puebla donde te sirvan un vodka con refresco Lulú. 

(Alejandro Palma, poeta, doctor en Literatura Hispanoamericana. Actualmente es el Director de la Faculta de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.)




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