".$creditoFoto."
Por: Paulina Mastretta Yanes/Taller de Periodismo Narrativo

Siempre que alguien copia, los demás dicen que está mal, y nos regañan en la escuela cuando lo hacemos. Hay escándalos por plagio en todos lados, y siempre hay siempre alguien que esté en desacuerdo con ello.

Ajeno a eso, en este mundo actual, hay una calle sumamente especial. Una calle donde se vive continuamente de la copia y nadie replica, una calle que vive de la copia diaria.

La gente común la conoce como la 5 Oriente, en Puebla. Sin embargo para los que estudiamos en el centro o para quienes viven por ahí, esa calle es conocida mejor como “La calle de las copias”

¿Es la calle donde nada es original? ¿Por qué se llama la calle de las copias?  Sencillo, en esta calle hay varios locales de fotocopias, impresiones y algunas funcionan como papelerías en ocasiones.

Cada lugar en esa calle, tiene “Copy” en su nombre, ya sea al final o al principio. Encontramos entre las más importantes y conocidas a “CopyPueba, DigitalCopy y CopyCentro”, también hay nombres variados que se les dan según lo que se encuentre en ellas, por ejemplo “Las Ranas” y “La de las máscaras”.

Los hombres y mujeres que trabajan en esos locales son personas comunes y corrientes que se esfuerzan cada día por sacar suficiente dinero para mantenerse a sí mismos o a sus familias.

Ellos copian y copian.

Así como el maquinista depende de la locomotora para trabajar, los copistas dependen de las grandes máquinas de fotocopias. Si alguna vez deja de funcionar una, tendrán que hacer lo necesario para repararla o terminarán perdiendo dinero. Son personas que viven sumergidos en hojas blancas de papel, tinta y estudiantes que exigen antologías que están catalogadas en sus registros por fecha, nombre del profesor y nombre de la materia. Sí, en la calle paralela, en la 3 Oriente, se encuentra la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP y más adelante en esa misma calle la Facultad de Psicología, y la prepa Zapata una cuadra más allá de la iglesia de La Compañía, y por si fuera poco, hay distintos bachilleratos, preparatorias y secundarias en los alrededores. Además no sólo los estudiantes piden copias, también otras personas como profesores, empresarios, trabajadores y personas que necesitan una copia de cualquier documento. Todos alimentamos a la calle de las copias.

20 centavos vale una sola hoja en algunos locales, conforme aumenta el número de páginas aumenta el precio, además del servicio extra del engargolado, bastante pedido por todos cuando son demasiadas hojas.

Textos de literatura, historia, lingüística, filosofía y otros tres mil temas han sido copiados por las grandes máquinas, las cuales si estuviesen vivas serían las más sabias por contener tanto conocimiento.

Las copiadoras parecen centros culturales, políticos y hasta de debate donde por 20 centavos vez todo tipo de expresiones angustiadas de alumnos que esperan su turno, y tal vez  televisiones con alguna película para entretener al público mientras espera.

Todo gira, todo se copia.

Es algo curioso saber que a una cuadra, está La Casa del Escritor, otro centro cultural y filosófico donde los intelectuales se reúnen para debatir todos los temas, entre ellos seguramente los derechos de autor y lo malo que es copiar, y que el trabajo de unos sea copiado irremediablemente por otros. Lo mismo sucede en la Facultad de Literatura, donde se discute si es mejor tener un libro en original o leerlo en internet, aunque todos hayamos acudido a la cuadra de los miles de libros copiados y convertidos en antologías, y con un simple alegato: no todos tienen los recursos para poder conseguir el libro original, y los precios están muy caros.

Así que copia, copia, copia.

Mientras haya estudiantes con la necesidad de obtener libros y antologías, existirán esas fotocopiadoras y esa calle no dejará de ser la calle donde hasta la misma vida parece querer copiarse, como el mismo debte acerca de que si copiar es malo pero no te queda de otra.

Copia, que la vida es una copia.