• Sergio Mastretta
  • 11 Septiembre 2012
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Última parte de la asamblea en Santa María Zotoltepec


2.- Cuarto acto. Baja un poco la lluvia. Mary Carmen está cansada. Termino yo con nuestra perspectiva:


“Decía el geólogo hace rato que hay que poner en una balanza lo positivo y lo negativo, bien, pero cuando ustedes lo hagan, asegúrense de estar bien informados, pregúntense ustedes, ¿los señores me están diciendo toda la verdad? Yo, ama de casa, ¿sé lo que significa una mina a cielo abierto para tomar una decisión? Infórmense bien. Ustedes señores que trabajan en la exploración, piensen en función de su territorio, piensen en quince, veinte años. Nosotros creemos, que para la Sierra de Puebla la balanza es negativa. En la región de Tetela hay un bosque de niebla, pero ese bosque es tan valioso como el de aquí, los señores de la mina saben que no lo pueden afectar así como así, hay autoridades, hay leyes en México, van a valorar lo que pasa con los deslaves, saben que estos cerros se desmoronan, ha pasado, todos los lodos del 99 fuero a dar al mar y pusieron al borde de la muerte a los arrecifes de Veracruz, la Semarnat está viendo eso. Por eso el gobierno federal va a estudiar bien esto, no es sólo decisión de ustedes en Santa María y San Miguel, es una decisión que tendrá que ver con muchas personas. Pero tenemos que estar bien informados, debemos saber qué consecuencias tiene una mina de cielo abierto, cuánto territorio se lleva. Frisco aceptó ante nosotros que va a hacer un agujero de 500 metros de largo por 120 metros de profundidad, eso es una mina a cielo abierto, claro, dicen, no nos vamos a pasar de ahí, pero sabemos que en México las explotaciones de este tipo se llevan dos, tres kilómetros con toda la instalación industrial, eso mide una mina, no mide este galerón, se lleva muchísimo territorio, por ai tienen que partir ustedes. El paisaje que ahora vemos va a cambiar absolutamente. Por eso les pido que se informen bien para decidir. Yo no quiero que esta situación los lleve a la división…”


Me interrumpe una muchacha, hija de doña Lucia: “Eso es lo que nos está pasando, hoy ya estamos divididos, antes éramos un pueblo unido, ahorita ya se dieron cuenta cómo estamos divididos, imagínense al rato. Ahorita les ofrecen unos sueldos que los deslumbran, pero qué va a pasar, no van a ser ustedes los que van a trabajar, van a traer gente de fuera, y ustedes se van a quedar con el sueldo mínimo. Dicen que ya vivimos fuera, sí, pero de aquí somos, fíjense como tiene que venir gente de fuera para preocuparse por nosotros, por nuestra salud. Piensen en sus hijos. A mí me da coraje que esta gente de la exploración, gente que sí es de fuera, abuse de la ignorancia de todos nosotros, por eso me pregunto, por qué no alzan la voz, por qué se quedan callados…”


Y sí, la mitad de la asamblea le aplaude a la muchacha.


Y le sigue otra muchacha: “La palabra ignorante no es una ofensa para una persona, sí lo soy, no tengo conocimiento del proceso de la extracción del oro, no sé de lo que hacen los mineros.”


Ahora es un muchacho del equipo minero. Se presenta como nativo de Pachuca: “Esa ciudad --dice-, se desarrolló por la minería, y nunca ha sufrido un accidente de minas. Y otra, aquí en ningún momento se ha dicho que va a haber una mina. Ahora nada más estamos especulando.”


Sigo y termino: “El joven dice que hay que esperar a que ocurra la mina. Yo les digo, antes infórmense bien para tomar una decisión. Frisco ya confirmó en Tetela que va a poner una mina a cielo abierto, y es una empresa propiedad de Carlos Slim, pero el tipo se vio obligado a explicarle a la gente de Tetela qué es lo que quieren hacer en Tetela. Eso es lo que hay que preguntarle a los señores de Almaden, ¿qué quieren hacer aquí cuando tengan resultados de la exploración? Ellos no van a hacer la explotación, van a vender su descubrimiento, pues ese es su negocio…”


“¿Cómo sabes eso?”, me interrumpe Morgan, que se ha puesto a medio metro a mi espalda.


“Lo dicen ustedes en su página de internet.”

“Eso no es la verdad --dice--, nadie sabe en este tiempo qué va a pasar.”

“¿Por qué no les dices ahora a la gente lo que va a ocurrir?”

“Estoy esperando con paciencia que termine su propaganda.”

“No esperaste, pues me interrumpiste”, le digo.

“Pero llevas hablando quince minutos”, me contesta.

“Son los que nos dio el Inspector, nos dio veinte minutos”, le replico.

“¿Y cuántos minutos más vas a platicar?”

“Inspector --y me remito a la autoridad--, ¿cuánto tiempo nos queda?”

“Cuatro minutos”, dice desde el fondo.


Y sí, termino: “Señores que trabajan en la exploración, pregunten bien qué consecuencias va a tener la instalación de una mina a cielo abierto, para que tomen una decisión conscientes, para que dependa de ustedes, no de otros.”


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