• Sergio Mastretta
  • 11 Septiembre 2012
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Él es un reportero de 57 años. Viene a conocer este monte de la codicia metálica concesionado a los canadienses en cincuenta kilómetros cuadrados.

3.- Ixtacamaxtitlán quiere decirlo todo: cerca de la faja blanca o lugar del camaxtle blanco donde está el sol iniciador de las guerras y al que se ofrecen los corazones de los guerreros caídos. La historia está bien contada en el portal web del ayuntamiento (http://www.ixtacamaxtitlan.gob.mx/index.html). Primero los totonacas, que llegan según Torquemada en el 719, luego los chichimecas que los conquistan en 1173, al final los nahuas en 1464 con el guerrero Ahuítzol que para el tlatoani Moctezuma Ihuilcamina avasalla a todos menos a los de Tlaxcallan.

Historia vieja, para imaginar los vientos y los silencios de tiempos perdidos que resuenan todavía en las voces de sus caserios dispersos: Almonamique (33 habitantes), Tuligtic (240 habitantes), Cuahuigtic (285 habitantes), Capolicttic, (245 habitantes), Ocotla (157 habitantes), Escuinapa (29 habitantes), Cuapazola (345 habitantes).Y así tiene 114 Ixtacamaxtitlán. Hoy ese territorio da cuenta de la cañada del Apulco, que se desprende en las cimas de tres mil metros por las que se alza el arranque meridional de la Sierra de Puebla, desde el sur poniente en la frontera con Tlaxcala, Chignahuapan e Ixcaquixtla, y que corre por treinta kilómetros hasta quebrarse al norte y penetrar en Zautla, para correr otros 36 kilómetros hasta las cascadas de Apulco en Zacapoaxtla. Una cañada que hace quinientos años se entretenía con las guerras a hachazos entre Tlaxcallan e Ixtacamaxtitlán, que vio pasar en agosto de 1519 por ese Señorío a Cortés con sus caballos y arcabuces rumbo a conformar la alianza que conquistaría Tenochtitlan, y que se sumió en el aislamiento de los templos y conventos que levantaron los franciscanos con la misma piedra rosada que todavía hoy se extrae de las canteras y que los llevó en los años cincuenta de ese siglo XVI a la rebelión de los indios, según el historiador, “contra los españoles, particularmente contra la Iglesia católica y los curas que exigían de ellos pesadas cargas de tributos y de trabajos forzosos: huyeron a los bosques de los alrededores y establecieron allí sus casas”. Luego, a punta de fuego los devolvieron al yugo, pero no perdieron la costumbre de vivir en el monte.

Y ahí Santa María Zotoltepec, una aldea de 395 habitantes, a 2,200 metros sobre el nivel del mar, en la ribera norte del Apulco, cuando el río todavía no parte la barranca en quebradas y desfiladeros de más de trescientos metros, cuando casi es un arroyo bronco de verano, cuando hacia su cuenca la montaña se desgarra en arañazos a la tierra en cañadas y vallecitos que han perdido gran parte de sus bosques. No tiene más de diez casas en su centro, además del templo, la escuela y la cancha de básquet techada, pero cuento en google earth más de cien en un radio de 500 metros a la redonda. Como pocas veces he visto, Santa María es el reflejo más original de la vida campesina: el pueblo casi no está en el caserío, el pueblo está pegado a las milpas en los ranchos de teja, el pueblo vive desperdigado, entreveradas sus casas por brechas de barro cercadas por palmas y magueyes, sometido por una comarca sin horizonte, sin más vuelo a la vista que la montaña nublada y morena.

Ixtacamaxtitlán es el quinto municipio más grande del estado, con 568 kilómetros cuadrados (el 1.6 por ciento del territorio poblano), 25,326 habitantes desperdigados en 14 pueblos que no tienen más de dos mil personas y en 114 comunidades que no tienen más de quinientas. Y ya tan sólo 2,797 personas hablan náhuatl. Y viene entonces la fortaleza del discurso minero, la precaria existencia de los montañenses: 82 de cada cien hombres vive exclusivamente del trabajo en el campo; una de cada cuatro personas vive en pobreza extrema, ocho de cada diez tienen un ingreso inferior a la línea de bienestar, uno de cada cinco adultos es analfabeto, una de cada tres casas tiene piso de tierra, sólo el 0.3 por ciento de la población tiene internet en casa.

Desde esa dispersión y sobrevivencia campesina mira sus cañadas metálicas Santa María. El monte marcado por la palabra tajo desde el 9 de agosto del 2010, cuando los geólogos canadienses de Almaden Minerals, Ltd. --la exploradora minera especializada en localizar las vetas de oro y plata para venderlas como descubrimientos a las grandes corporaciones mineras, y que tan solo en este municipio tiene concesionadas 57 mil hectáreas--, seccionaron con sus barrenos 302.41 metros de 1.01gramos por tonelada de oro y 48 gramos por tonelada de plata, y 1.67 metros de 60.66 gramos/tonelada de oro y 2112 gramos/tonelada de plata, que bautizaron como Ixtaca Zone, su nuevo descubrimiento de oro en México y que promueven en los mercados de Toronto y Nueva York como un conjunto cien por ciento de su propiedad y calificado como un descubrimiento de alto riesgo por el portal 24hgold.com. Y desde entonces han realizado 143 barrenos en un área de un kilómetro cuadrado.

(Ver sitio web Almaden:

http://www.almadenminerals.com/Projects/Ixtaca/Ixtaca-drill-program.html

24hgold.com:

http://www.24hgold.com/english/project.aspx?id=79747730F8350

Diagramas de barrenos en Ixtaca Zone:

http://www.almadenminerals.com/Resources/Maps/Ixtaca/DRILL_SECTIONS/ALL_SECTIONS.pdf

 


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