• Sergio Mastretta
  • 31 Enero 2013

Cecilia Zeledón:

Entre las dos y las seis de la tarde la gente tomó la palabra de manera espontánea. Habló mucha gente de la comunidad y de las organizaciones. Cominos. Ya como a las cinco la gente empezó a quererse ir. El primero fue Ignacio Ribadeneyra, luego la gente de Necaxa. Ellos fueron los que se encontraron con el bloqueo, en el cruce ya en Olintla, en la punta, justo donde empieza el cemento, las piedras ahí las pusieron, y las pusieron desde las cuatro, según contó un reportero Alfaro, de La Jornada, que estaban quemando hojas secas y cartones. Era gente de Olintla, y maestros de la SEP, pues en las fotos que la gente ha visto los reconoció. Es que la gente de Olintla no tiene terrenos por Zaragoza, no tienen terrenos por donde van a hacer los caminos, muchos no son totonacas, son mestizos, y muchos ya no son campesinos. Estaba Alfonso Cervantes, de la empresa, allí estaba tomando fotos y video. Y el presidente municipal, él le exige a Nacho Ribadeneyra, con un documento que está hecho a mano, que firme para que no haya más desorden, es donde les dicen que no vuelvan nunca a Olintla. Entonces la misma gente de Olintla empieza a insultar al presidente porque los va a dejar salir, ellos querían algo más violento, pero él les dijo, saben qué, déjenlos ir, y ahí lo siguieron insultando y diciendo que en Olintla las cosas se resuelven con muertos. Nuestra gente firma, y luego nos llamaron y nos dicen, saben qué, no vengan, porque los van a linchar. El presidente le dijo, ‘yo me comprometo a que ustedes salgan, pero no me cargo de los que quedan, yo no puedo decirle a esta gente que ya no haga nada. Ignacio se angustió, nos llamó, dice ‘están con palos y piedras, los van a linchar’. La gente de Ignacio Zaragoza que nos acompañaba, algunos a los que ya les han matado a familiares, nos dice, ‘vámonos, vámonos’, y todos para atrás. Muchos de los que también subían eran de comunidades, de Viviano, de Vicente Guerrero, de Olintla. Les dijeron los del bloqueo  ‘ustedes que vienen a pie, pueden pasar, queremos a los ambientalistas’. Y gritaban, ‘queremos la cabeza de la Tozepan’, y se referían al dirigente de esa organización que estaba con nosotros. Entonces la gente de las comunidades hicieron una bolita y platicaron, luego nos dicen, ‘no los vamos a dejar solos’, y ai venimos todos de regreso, despacitito, hasta el plantón. Ahí nos estuvimos veintidós horas en el plantón.”

Funcionario:

“Se fueron todos al palacio municipal, el presidente, los Delegados, los de la empresa. Hasta ahí llegó un guardia municipal a informar que a un grupo de personas identificado con los activistas estaba retenido por la gente de Olintla que bloqueaba el paso. Para allá se regresaron el Presidente Municipal y los Delegados de Gobierno para persuadir a los habitantes a que permitieran el paso de esta gente, cosa que sucedió después de una largo rato. A su regreso, comentaron que se trataba de gente del SME, de Necaxa y que ya habían abandonado Olintla. También comentaron que faltaba por salir los activistas radicales, y no se supo si pernoctarían en Zaragoza ó más tarde saldrían.

Cecilia Zeledón:

Como a las ocho de la noche, ya cuando estábamos retenidos, alguien puso una cadena con candados en la casa de las monjitas Carmelitas. Son tres, una es totonaca, del pueblo de Bienvenido. Les cerraron el acceso. Ellas Ya fueron a poner su denuncia aquí en Puebla. Fue hasta el día siguiente, cuando llegaron los de derechos humanos, que se quitaron las cadenas de su casa. Les dijimos que se vinieran con nosotros, pero no quisieron, a pesar de que les pintaron consignas contra ellas en su casa.

“La gente de Gobernación llegó a las 12.05, yo vi el reloj, y nos ofrecieron que ya habían garantías para salir. Nosotros habíamos llamado a amigos para ver si había salido algo en Puebla. Nos avisaron a esa hora que Manzanilla había dicho que ya habíamos salido, que éramos ocho, ¡y éramos setenta y uno! Nos pusimos en fila, dijimos, a ver, los de Zaragoza acá, los de Vicente Guerrero, los de Viviano por aquí, los de Olintla por allá, y los ambientalistas por aquí. De fuera éramos veintiocho personas, de las comunidades cuarenta y cuatro. Había mujeres, niños. Todos decidimos quedarnos. Las mujeres de la comunidad nos dijeron, no se vayan, los van a emboscar, esa fue la palabra que nos dieron, y ellas conocen a la gente. Dicen, ’no van a venir, no se preocupen, allá van a estar allá afuera, en las veredas, pero aquí no les van a hacer nada’ Dormimos en las camionetas, haciendo guardias, cenamos, y fuimos conscientes de que estábamos secuestrados.”

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Dos versiones. Dos mundos. Un solo camino.

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