".$creditoFoto."
Por: Paulina Mastretta Yanes

Nubes de tormenta se atiborran a media tarde y se precipitan sobre la tierra, entre viento y truenos furiosos, en una lucha terrible entre Tláloc y Thor, los dioses se enfrentan en un combate feroz por el poder de los cielos. La lluvia cae sin cesar, mientras que en los cómodos salones del Interlingua no hay preocupación por la borrasca exterior, otra tormenta se viene sobre los estudiantes presentes en el salón 6.

“Hoy tenemos examen”, anuncia la profesora.

Y retiemblan los cielos de mi memoria.

El examen de inglés comienza.  Cuarenta minutos largos para contestar lo que será un simple cuestionario de 33 preguntas. El formato me recuerda a otros exámenes. Te dan una especie de folleto con las preguntas y tú tienes que contestar en una hoja de respuestas numerada del 1 al 35 para que no haya pierde y se entienda que cada pregunta tiene su espacio para ser respondida.  Además consta de dos fases principales: el examen escrito y el examen de comprensión auditiva en el que tienes que escuchar atentamente una conversación y sacar las respuestas a las preguntas que ahí te presentan.



El examen de mi tormenta está realmente sencillo, y ahí mismo la profesora lo revisará y nos dará los resultados. Curiosamente, mientras tendremos un poco de tiempo mientras termina la hora de clase, para conversar sobre los tipos de exámenes a los que se enfrenta uno en la vida, pues una de las compañeras, una mujer adulta de más o menos 50 años admite que hace tiempo que no tiene esta experiencia. La misma profesora afirma que el examen más difícil al que se ha enfrentado es al de inglés internacional: “Si no vas preparada sin duda reprobarás al instante.”

Sigue lloviendo en la calle. La maestra califica uno a uno los cuestionarios.  

Todo eso me lleva a la siguiente cuestión ¿Por qué son necesarios los exámenes? ¿Para qué sirven? Cuando alguien escucha la palabra “examen” de inmediato tiembla, pues sabe que tendrá que ser evaluado de alguna u otra manera sobre los conocimientos aprendidos a lo largo de un semestre o un curso. Los maestros de las escuelas públicas han tomado las calles de la ciudad de México, ¡no quieren exámenes!

¿Por qué tantos nervios? ¿Nos preguntan sobre algo que no conozcamos? No, más bien es una extraña presión, pues aunque conoces los resultados, cuando los nervios dominan la mente de uno, todo se vuelve blanco. 



Exámenes, Examen, esa palabra que cualquier estudiante odia cuando la escucha. Desde que el estudiante es estudiante tiene que enfrentarse a ese tipo de exámenes. Primaria, Secundaria, Bachillerato y la misma Universidad. Cada uno con su distinta dificultad pero todos destinados a lo mismo: la evaluación  para pasar una materia o para pasar un grado. Un examen de 100 preguntas está hecho para entrar a la universidad, otros más cortos pero con la misma dificultad, pues aunque sean solo cinco preguntas si están muy elaboradas se exigirá la mayor precisión posible.

Examen escrito, examen oral, examen de opción múltiple,  la lista de exámenes continúa.  ¿Cuántos tipos de exámenes hay realmente? Recuerdo lo visto en la secundaria: hay diversos tipos de presentaciones para estas evaluaciones, depende mucho de la materia que se esté revisando pues no será lo mismo un examen de matemáticas que un examen de literatura, los fundamentos son distintos y las respuestas se tendrán que plantear de distinta manera.



Existen básicamente dos tipos de exámenes: oral y escrito, y dentro del escrito se derivarán varios tipos de exámenes como el de preguntas abiertas donde el alumno tendrá que contestar las preguntas directamente, y el de opción múltiple, que le permite al alumno escoger entre varias opciones, pero solo una es la respuesta correcta. También hay un examen de estudio de caso, donde se le da al alumno una problemática que hay que resolver, y por supuesto de comprensión de lectura, donde tendrás que saber plasmar lo que está escrito en el texto de manera correcta. Y así podemos continuar con la lista, hasta llegar a matemáticas, donde seguramente habrá otro tipo de exámenes que tendrás que resolver con fórmulas las ecuaciones.

¿Realmente vale la pena  ponerse tan nervioso por un examen? Hay miles de reacciones, y miles de tiempos para contestar. Desde gente que de inmediato se pone nerviosa y lo manifiesta de distinta manera, dolores de cabeza, stress, dolor de estómago, ganas de ir al baño, presión y otros factores que hacen que no puedas contestar con calma un examen, además claro de la presión del tiempo. Un examen siempre está sujeto a un tiempo para resolverlo y a un examinador que estará vigilando cada movimiento de los alumnos pues en un examen también se busca copiar la respuesta correcta del alumno de enfrente. ¿Cuántas tácticas para tener la respuesta correcta se han inventado? El acordeón que acompaña a todos los alumnos, unos tan ingeniosos que ningún profesor ha podido sorprenderlos, otros tan simples que al primer movimiento es evidente que se está usando un acordeón y será retirado por la autoridad y en el peor de los casos el alumno sancionado con el retiro de su examen. 



¡Exámenes! ¡Benditos y malditos exámenes! No hay alumno que no tiemble al escuchar ese nombre. No hay alumno que no piense como salir de ese terrible problema, no hay alumno que no respire hondo cuando le dan su calificación aprobatoria. Y para aquellos que han reprobado. ¡No hay alumno que no tiemble y trate de esconder su calificación a los demás y a sus padres! Y después enfrentarse a la segunda oportunidad, a la oportunidad de oro: Los Extraordinarios ¿Exámenes para los extras? ¿Exámenes para aquellos que no pudieron ser ordinarios y pasar el primer examen? ¿Qué quiere decir? ¿O son extraordinarios porqué los alumnos que no pasan el primer examen son extraordinariamente incapaces? ¿O tontos? ¡No entiendo el fundamento del examen extraordinario! Una segunda oportunidad, y si no pasaste esa segunda oportunidad, estás condenado a cargar con una materia el resto de tu carrera hasta que logres cursarla de nuevo.



¡Exámenes! ¡Benditos y malditos exámenes! Pruebas que hay que superar, pruebas para las que hay que estudiar correctamente. Cada quién tiene sus métodos de estudio, y si no está funcionando ese método simplemente busca otro y otro hasta que finalmente funcione para lograr pasar un examen de manera correcta. ¡Pues el examen es la prueba que todo estudiante tiene que pasar en la vida! Desde que nacemos nos hacen exámenes físicos. ¡El examen médico! ¡El examen físico! ¡El examen de la vista! ¡El examen para sacar la licencia de manejo! Gracias a dios no hacen examen para sacar la credencial de elector. ¡Aunque deberían hacer exámenes para ser políticos! ¡Habría menos ineptos en el poder! ¿Cuántos reprobarían sus exámenes? ¿Cómo habrían pasado esos exámenes si lo hicieron bien? ¿Por su inteligencia? ¿O por los acordeones y copiaderos?



¡Exámenes! ¡benditos exámenes! ¡Cualquier niño que escuche esa palabra temblará de miedo en un segundo! Miles de niños intentarán conseguir la respuesta de manera ilegal, ya sea robándose los exámenes, ya sea copiando al alumno de al lado mientras el profesor no ve. ¡Exámenes!

Y la tormenta terminó, cuando el examen terminó. Sólo quedó esperar por los resultados del examen. Y la revisión de las respuestas. ¡Y entonces se anunciaron los resultados! 9.5 es un resultado favorable. ¿Cuántos exámenes más tendremos que enfrentar a partir de ahora? Pase lo que pase lo haremos, enfrentaremos a esa larga batalla contra las prueba contra reloj, contra el examen eterno de 100 preguntas y saldremos airosos, deseando el mejor de los resultados.

Paulina Mastretta Yanes, estudiante de Lingüística y Literatura/BUAP/Taller de Periodismo Narrativo