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Por: Emma Yanes

Emma Yanes/Entrevista a Ramón Pablo Loreto, 19 de Septiembre del 2003

Defender a toda costa nuestra historia.

La lucha civil de Ramón Pablo Loreto (1912-2010)

Por Emma Yanes Rizo

 


Ramón Pablo Loreto murió el 16 de agosto del 2010 a los 98 años de edad. Artista gráfico desde muy joven, participó desde 1952 en la lucha civil por la defensa del patrimonio histórico de Puebla. Sus grabados y acuarelas demuestran su vocación por la historia de nuestra ciudad. Su Comité de Defensor del Patrimonio Cultural Poblano, A.C promovió el rescate de más de 300 casonas de nuestro centro histórico. En esta entrevista realizada por la historiadora Emma Yanes Rizo en septiembre del 2003 y publicada entonces en el diario La Jornada de Oriente, a sus 91 años, Ramón Pablo Loreto da cuenta de la importancia de la sociedad civil en la defensa del patrimonio histórico de Puebla contra la acción desbocada de las autoridades siempre con el sanbenito de la modernidad.

I

Don Ramón Pablo Loreto es un hombre de 91 años, menudo, modesto, camina despacio, pero no usa bastón. Tiene, desde hace muchos años, una tienda de objetos religiosos en la avenida 16 de Septiembre, muy cerca de la Casa del Deán, de la catedral, del zócalo. Tuvo desde joven una gran virtud: la habilidad natural para el dibujo y la acuarela. Oriundo de Guadalajara y asentado en Puebla, pronto se maravilló de sus casonas e iglesias y las dibujó en una y otra acuarela que empezó a vender. Se enamoró así de su trabajo y de esta ciudad. Sin embargo, a partir de los años cincuenta, observó junto con otros artistas plásticos, como Fernando Ramírez Osorio, cómo mientras ellos se deleitaban con los inmuebles coloniales y los plasmaban en sus trabajos, la supuesta modernidad de la época empezaba a destruirlos o las autoridades permitían que se quedaran en el abandono. Fue por ello que en 1952 dichos artistas integraron el Comité de Defensor del Patrimonio Cultural Poblano, A.C., para la defensa del centro histórico. La idea entonces pareció romántica, pero sin el impulso inicial de estos ciudadanos, Puebla hubiera perdido mucho más de su historia de lo que perdió.

Realizamos la entrevista en su tienda, entre cuadros, imágenes y esculturas religiosas, sentados en dos pequeños bancos. Don Ramón habla pausado y repite una y otra vez “se me van los recuerdos y los nombres”, pero recurre a documentos para confirmar sus afirmaciones y se ayuda de la memoria de otros para respondernos. Se levanta enérgico, sin embargo, cuando le preguntamos de entrada sobre la idea del estacionamiento subterráneo en el zócalo: “El zócalo es el corazón de los poblanos”, dice, y se alegra al leer el periódico del día: el Obispo de Puebla, Rosendo Huesca, dice que respetará la decisión del INAH respecto a los estacionamientos. “Así se hace --comenta don Ramón--, esa es una forma elegante de decirle a Paredes que la Iglesia no lo va a apoyar.”

Don Ramón Pablo Loreto se vuelve a sentar para continuar nuestra plática, que arranca con sus primeros años:

“Nací en Guadalajara en 1912, pero no viví ahí, sino en Aguascalientes, hasta que trabajando en la Huasteca Petroleum Company, sabiendo que yo dibujaba, su Oficial Mayor, Manuel González Ortega, me solicitó que hiciera una acuarela de una belleza arquitectónica, lo que me motivó a captar otros edificios e iglesias en futuras acuarelas y grabados. Ya después nos vinimos a vivir a Puebla, donde, desde luego, continué con esa labor.”

“¿Cómo y cuándo empezó su movimiento ciudadano a favor de nuestro centro y por la defensa del patrimonio cultural poblano? ¿Por qué lo hizo?”

Don Ramón contesta con calma, se da tiempo para tomar un poco de agua:

“Formábamos parte de un grupo de artistas plásticos --dice--.Yo en particular con mi labor como dibujante me di cuenta de cómo se destruía la arquitectura de Puebla, histórica y única, para sustituirla por cajones comerciales sin ningún mérito ni gracia, o sirviendo como cines de mal gusto que levantara alguien que antes fue presidente de la república, el general Abelardo Rodríguez, y que eran su negocio.”

“¿Se enamoró usted de Puebla?”, le pregunto ante el entusiasmo con el que habla del Comité.

“Nos dimos cuenta de lo que vale esta ciudad y de que simplemente hay que impedir su destrucción.”

“¿Cuál fue el primer inmueble que defendieron?”

“En 1952 nos conformamos como Comité Defensor del Patrimonio Cultural Poblano. Inicialmente tomamos la defensa de la Casa del Deán, por ser un inmueble del siglo XVI, a pesar de la oposición del gobernador del estado Rafael Ávila Camacho, quien al entrevistarnos con él nos dijo que no podía hacer nada por el monumento porque el general Abelardo Rodríguez era su compadre y ése era un negocio de él. Entonces nosotros hicimos unos carteles diciendo lo que ocurría y porqué la casa merecía salvarse. Esos carteles los pegamos en México y en Puebla y a Abelardo no le quedó más remedio que decir ´bueno, ya dejen esa casa en paz´. Nosotros hicimos otro cartel agradeciéndoselo. De cualquier manera, sí tiraron una parte de la casa, pero logramos salvar lo más importante, gracias sobre todo a los carteles. Luego de ahí, defendimos el atrio de Santo Domingo, que lo querían convertir en un gran edificio con un gran estacionamiento, como ahora quieren hacer en el zócalo.”

Quedo sorprendida del arrojo de esos hombres hace cincuenta años. Él sigue:

“El presidente del Comité era y es el grabador Fernando Ramírez Osorio. La idea surgió porque como usted podrá observar teníamos a la Casa del Deán muy cerca de mi negocio (16 de Septiembre 702), ya desde entonces teníamos esta humilde tienda de imágenes religiosas, imágenes y acuarelas, muchas de las cuales yo elaboro, ahora con mis ayudantes.”

La pregunta es obligada: ¿cuál ha sido la respuesta de las autoridades ante su defensa del centro?

“A veces ha sido buena, a veces malas… se me van los recuerdos --dice y regresa a su vaso de agua--. Pero nunca hemos quitado el dedo del renglón. Nuestros principales triunfos han sido la Casa del Deán, Santo Domingo y la casona de la 3 Sur 701 (hoy Profética, Casa de la Lectura), que al menos impedimos que la derrumbaran. Por cierto, lugares como el Portalillo del Alto, que defendimos y seguiremos defendiendo, igual que El Parián y, desde luego, el Zocalo, donde Paredes quiere hacer un estacionamiento de tres niveles. Esta es nuestra lucha presente.”

“¿Cuál era la situación de la casona de la 3 Sur 701 cuando ustedes impidieron que la derrumbaran?”, le pregunto, ahora que esta casona ha sido reconstruida para albergar una librería y una biblioteca pública.

“Mire usted --me dice mientras consulta sus papeles--, la defensa de esa casa fue más o menos por ahí de 1973, el propietario era un señor Emilio Yitani, de ese nombre sí me acuerdo, su apellido viene de gitani, de gente muy antigua. Pues ese señor tenía la casa en completo abandono y le pidió al INAH su autorización para demolerla. Entonces nosotros le mandamos una carta al INAH explicando que se trataba de una casa de por lo menos el siglo XVIII y que por favor no dieran trámite a la solicitud de Yitani. Y el INAH  nos respondió favorablemente. Así las cosas, el propietario decidió dejar la casa en el abandono por muchos años. En 1998 nuestro Comité volvió a mandar una carta al INAH explicándole con detalle todo lo que sucedía con el inmueble, todo el robadero que veía a diario cualquier ciudadano. Del escrito que le mandamos al INAH le dejo una copia y le menciono a usted los principales puntos que se pueden leer ahí”.

Dice el documento facilitado por don Ramón Pablo Loreto:

1.- La propiedad de los señores Yitani está siendo sistemáticamente destruida, primero en sus pisos y cimientos, ya que la gente piensa que ahí hay tesoros enterrados. Luego destechándola totalmente.

2.-No sabemos cuándo pasó a ser propiedad del Ayuntamiento, pero hay un rótulo que así lo indica, lo cual nos sorprende porque la casa está deshabitada totalmente y en estado de abandono y suciedad.

3.- A últimas fechas nos informaron de que el edificio ha quedado libre de la protección del Ayuntamiento, ignoramos las razones de esa marcha atrás, pero sus propietarios han tapiado todas sus ventanas y lo están destruyendo por dentro, a pesar de estar registrado como un monumento del siglo XVIII en el Catálogo de Monumentos Arquitectónicos, Artísticos e Históricos de la ciudad de Puebla.

4.- Si nos remitimos a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Históricas y Artísticas, a todo aquel que destruya un monumento se le impondrá prisión de diez y hasta doce años y multa por todo el valor del daño causado.

5.- Debemos recordarle también al INAH que los señores Yitani ya han destruido otros inmuebles históricos sin intervención alguna de las autoridades, nos referimos a las casas 313, 315 y 317 de la avenida 15 Poniente. Se trata, pues, de una familia de “tira casas”.

 


II

 

Después de descansar un poco y tomar aire, don Ramón Pablo Loreto, defensor del patrimonio histórico de Puebla todavía a sus 91 años, continúa:

“Mire usted, ya recuerdo --me dice--, ya se me vino a la mente qué más pasó. Después de mandar ese escrito al INAH sacamos mucha información en los periódicos para sensibilizar a la gente. Y con eso y la intervención del Instituto se impidió que se siguiera tirando la casa, considerada monumento histórico. Sin embargo, como usted ya sabe, la casa siguió en el abandono total y fue saqueada hasta de sus mosaicos exteriores, hasta que este año, como por milagro, la vino a recuperar el señor Escalera, que nosotros ni siquiera conocíamos. La casa de la 3 Sur es una muestra de la arquitectura del siglo XVIII en Puebla, por eso la defendimos, y seguiremos defendiendo otras casas, lo que nosotros pretendemos con la defensa del patrimonio es dar un ejemplo a los poblanos respecto a la conducta que deben tener en relación a lo suyo. Hay muchas casas, en ese sentido, que se deben defender en Puebla.”

Vuelvo al Comité. Le pregunto a don Ramón por sus principales logros. Reflexiona un rato y me responde:

“Hemos dado muchas batallas, muchas ganadas, otras perdidas. De las ganadas, la Casa del Deán, Santo Domingo y la casa de la 3 Sur 701, que de esta última nos dicen va a ser biblioteca pública. Pero mire, para ayudar a mi memoria que viene y va nos podemos ayudar de este documento que escribió el Comité en 1986, nosotros presentamos este texto a la Secretaría de Educación Pública con una lista mínima de los monumentos que, desde nuestro punto de vista, deberías ser conservados a toda costa, a saber, y destacando inicialmente los de los siglos XVI y XVII: Avenida Ávila Camacho 402-404, Casa de la China Poblana; Ávila Camacho 607, Hospital de San Roque; 3 Oriente, fachada de la Alhóndiga, posiblemente uno de los primeros teatros de la ciudad de Puebla; 6 Oriente 406; 8 Oriente 409, casa del Aguacil Mayor, estructura modificada posteriormente; 16 Oriente 201; 14 Oriente 1011, costado de San Francisco, portada del siglo XVI; 14 Oriente 1401, Portalillo del Alto; 14 Oriente 1204, Casa Aguayo; 5 de Mayo 407 y 409, Santo Domingo y Portería; 7 Norte 201; 3 Poniente 512, ‘Casa de las cabecitas’; 3 Poniente 516, casa de los Ramírez Arellano; 3 Poniente 524, con elementos posteriores añadidos; 5 Sur 305, ex convento de San Agustín; 3 Oriente 201, ‘Casa del que mató al animal’; 3 Oriente 403 y 407, ex Colegio de San Jerónimo; 16 de Septiembre 315; 16 de Septiembre 505, Casa del Deán; 16 de Septiembre 701, Iglesia de la Concepción, 703, casa que perteneció al convento, con tres portadas, 706, casa con arquerías del siglo XVI, 901, potada de piedra; 2 Sur 709; 4 Norte 709; 4 Norte 1605; 5 de Mayo 1603; 9 Poniente 309; 5 de Mayo 803, antiguo Colegio de San Luis; 2 Norte 1609, casa con hornacina en su vértice; 4 Sur 104, primer patio de la Universidad Autónoma de Puebla; 8 Poniente 706, esquina con 3 Norte, casa con hornacina de Santo Domingo; 3 Norte 611, esquina con 8 Poniente, casa con hornacina de Santa Rosa.”

Lista larga.

“Como usted verá --sigue don Pablo Ramón Loreto--, desde 19952 no paramos de pelear. De los edificios mencionados, algunos ya los han tirado o modificado, y otros, afortunadamente, han sido salvados, la Casa Aguayo, por ejemplo. Figúrese usted --dice sonriendo--, la rescataron recientemente para volverla oficina del gobernador.”

“Qué opina usted --le digo provocándolo--, de la idea del estacionamiento subterráneo en el Zócalo?

“La idea es nefasta --contesta de inmediato y da unos manotazos en la mesa--. Acabar con el zócalo tal como está hoy es acabar con el corazón de la ciudad y de todos nosotros. El Zócalo es algo más que un jardín, es nuestra identidad y nuestro orgullo. Esa es la peor idea que se ha tenido hasta ahora. Con todos los años que llevo de vida nunca imaginé que a un gobernante se le ocurriría algo así. A pesar de mis 91 años, con las fuerzas que todavía me quedan no dejaré de pelear porque no se destruya el Zócalo.”

“¿Qué inmuebles cree usted que debemos defender como poblanos? --le pregunto finalmente, pues ya me siento apenada por haberlo fatigado--, ¿y cómo podemos participar para conservar nuestro centro histórico?

Responde con calma, pero con seguridad.

“Los ciudadanos debemos defender a toda costa nuestros inmuebles y nuestra historia, porque es el legado cultural que debemos dejarle a nuestros hijos y nietos. Todo ciudadano de Puebla tiene puesto parte de su corazón en el Zócalo. Puebla no es una ciudad colonial, es imperial. Puebla no fue colonia nunca, fue dependencia del imperio español, simbolizada por el virrey. Puebla es una ciudad virreinal y depende de nosotros que siga mereciendo el título que nos dio la UNESCO de ciudad patrimonio de la humanidad.”

Termino la entrevista sin querer irme, repasando una y otra vez las fotos de antiguas casonas que Ramón Pablo Loreto me muestra.

“Se me va la memoria --dice para despedirse--, se me van los recuerdos…”

Pero yo lo encuentro lúcido cuando se trata de la defensa de nuestro patrimonio. Corresponde a las generaciones de hoy seguir el ejemplo de los artistas gráficos de los años cincuenta.