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Fotografías de Marcela Chacón

10.30 de la mañana, gritos estruendosos en una sola voz de consignas, mujeres jóvenes, estudiantes de la normales de Panotla, Teteles y Anicilgo hacen su entrada a Ciudad Universitaria, gritan muy fuerte, los estudiantes se asoman por las ventanas, algo se despertó.

La avenida San Claudio se llena de estudiantes comunes, estudiantes y profesores de la BUAP, el poco tráfico que circula tiene que parar porque “Ayotzinapan” sería gritado varias veces por las voces. El contingente forma tres filas, salen las cámaras y las banderas verdes en los hombros de las muchachas normalistas que paran el tráfico. Los gritos comienzan a escucharse por la 14 Sur, un trío de policías auxiliares en motocicleta no tardan en aparecer para “ordenar” el tráfico; a la altura de la avenida San Francisco aparece la primera patrulla de la policía municipal impidiendo la circulación vehicular.

--¡Esos son, esos son, los que chingan la nación!

Se escuchan las consignas contra el par de policías que deciden no bajar de la patrulla, mientras que del otro lado de la calle jóvenes normalistas ponen sus banderas frente a los autos para dejar pasar al contingente. En el circuito Juan Pablo II se hace una parada para incitar a los de la preparatoria Benito Juárez a unirse, pero no pasa más allá que atraer sus miradas. Comienzan a sonar los claxon divididos entre los que están molestos y lo que apoyan con los clásicos seis pitidos. Cuando las chicas normalistas corren por las banquetas hasta llegar a la Mártires del 2 de Octubre, varios adultos en su calidad de ciudadanos se han incorporado al contingente en solidaridad.

El calor hace de las suyas y se deja caer sobre los rostros de las marchantes, las normalistas que lideran la marcha no muestran signos de cansancio, al contrario, suena más fuerte la indignación en la potencia de sus voces. Doblan por la 39 oriente y se incorporan al bulevar 5 de mayo, donde otro contingente de personas espera desde hace rato. Las miradas recaen sobre miles de personas que gritan:

--¡Esos son, esos son… --y la consigna va contra las oficinas de SAT.

--¡Ayotzin vive, vive; la lucha sigue, sigue!

--¡Hombro con hombro, codo con codo, Ayotzin, Ayotzin, Ayotzin somos todos!

--¡Por qué, por qué, por qué nos asesinan, si somos el futuro de América Latina!

El contingente dobla su tamaño y se dirige al centro de la ciudad, la gente sale de sus negocios, miran por las ventanas; muchos automovilistas muestran su apoyo y unos pocos mueven su cabeza en desaprobación. La marcha da vuelta en el Ángel Custodio y entra al centro por la 7 Oriente, la estreches de la calle hace retumbar los gritos de la muchedumbre, que dobla en la 3 Sur y hace una pequeña parada técnica frente a las oficinas del PRI para  expresarle su opinión sincera:

--¡Asesinos, asesinos, asesinos!

La marcha llega a las puertas del Congreso del Estado y, tras veinte minutos de plantón, nadie aparece, las puertas permanecen cerradas. Detrás de mí escucho una voz:

--No, está tranquilo, son unos que se llaman Frente por la lucha socialista y unas que vienen de blanco --el hombre vestido de civil con una maleta colgada al hombro, mediano, de cabellos negro y celular rojo se pasea entre los demás.

Seguido de esto un helicóptero negro vuela bajo y luego también se pierde. En las puertas del congreso no hay granaderos, solo unas patrullas detrás que evitan el contacto del tráfico con la manifestación.

La falta de respuesta, la indiferencia y desentendimiento del H. Congreso de Puebla, obliga a los manifestantes a dirigirse a las puertas del Palacio Municipal donde, por acuerdo con las normalistas, tampoco hay granaderos.

Las consignas y la indignación resuenan por horas, tanto en Puebla como –supe después-- en Guerrero, Michoacán, Morelos, Veracruz, Chiapas, Guadalajara, Oaxaca, Coahuila, Querétaro, Chihuahua, San Luis Potosí, Distrito Federal, Durango y Monterrey; así como en Berlín, Buenos Aires, La Paz, Londres, San Francisco, Nueva York, Chicago, Montreal, Sant Jaume, Puerta de Sol, Noruega, Manchester y Bruselas, donde Ayotzinapa nos duele a todos.