• Ana María Ashwell
  • 20 Febrero 2014
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El distribuidor vial que el gobierno estatal ha empezado a construir al final de la recta a Cholula ha generado el reclamo de un grupo ciudadano que se manifestó el domingo 16 pasado, ahí mismo, al pie del esperpento que le dedicaron a Quetzalcóatl.

Y nuevamente a través de las redes sociales: la campaña “Pueblo Mágico Sin Tráfico #SinDistribuidorVial” ha juntado alrededor de 1,000 firmas y cerca de 40 organizaciones y comercios la han respaldado. La polémica ha alcanzado nuevamente al INAH, pues sus investigadores se enfrentan por la extensión que se debe atribuir al polígono cholulteca protegido por la ley contra intervenciones de esta índole. Los funcionarios del gobierno estatal por supuesto dejan fuera el área que se llevará la obra.

Los ciudadanos organizados en protesta se preguntan si la obra tiene sentido. Y si no existe otra alternativa que la de vivir para los automóviles.

Presentamos este texto escrito para responder una entrevista al diario La Hornada de Oriente por la  antropóloga Ana María Ashwell, reconocida por su participación en la defensa de Cholula contra intervenciones brutales como la que ahora se presenta contra la más antigua de las ciudades habitadas en América. 


Nunca he tenido miedo de enfrentar a estos gobernadores que asumen su mandato con la pasión de destruir el legado cultural.

Hace unos 2 años escribí un ensayo que se publicó en Elementos y que se llamó Amor al arte o el extravío del amor. No sabía que harían una película de uno de los libros que allí cito (Monument´s Man) pero cada vez que salgo o salí a la calle a defender patrimonio mexicano, el mío, lo hice en el espíritu de aquellos que recuperaron el arte saqueado por los nazis en Europa y sobre todo el que le fue robado a los coleccionistas judíos. La obra del espíritu de un pueblo, sus muestras en arquitectura, literatura y arte es lo único que nos redime de este habitar predatorio y violento que nos caracteriza en la modernidad. Para mí es una posición ética inclaudicable.

 

Todos estamos de paso, pero si se pierde el legado cultural de los pueblos que nos precedieron no hay futuro. Y no hay creación a futuro. Porque no se crea arte y arquitectura desde una tabla rasa sino desde la memoria y desde lo legado. Esa es una Verdad de Perogrullo que este imaginario colectivo instruido por Televisa hoy en México no reconoce. Y este es el momento peligroso que estamos viviendo: México ha dado la espalda a la cultura de sus pueblos. Sus gobernantes no entienden el legado patrimonial, sino sólo en un sentido trágicamente utilitario. Pero en el caso de Cholula se esconde, o se muestra (como se quiera ver), lo que yo creo es racismo: el desprecio por los pueblos indígenas cholultecas y  mesoamericanos. Herencia de una colonización violenta sobre el imaginario moderno pero sobre todo herencia de una colonización espiritual. Los vencidos son despreciados y se desprecia a los pueblos que reclaman esa herencia: los pueblos indígenas hoy.

 

Por eso para mí es importante hacer hincapié en las Cholulas y su pasado mesoamericano. Ese que nadie reconoce y es el suelo, literalmente el suelo, de la ciudad actual.

 

Yo me puedo imaginar (y no estoy reñida con ello) un rescate arqueológico que puede transformar incluso la economía desigual de la ciudad actual. En vez de ser suelo de antros podría desarrollar una propuesta de turismo cultural verdadero... Pero mientras eso no suceda (y se necesita una disponibilidad política para que suceda), al subsuelo hay que protegerlo de más daños. Ha sido ya suficientemente intervenido, porque la habitación continua de Cholula es milenaria, y tiene muestras de toda su historia, hasta que arrancaron estos proyectos modernizadores. Esto de pueblo mágico es eso: reducir la ciudad a una suerte de parque temático. Para atraer un turismo ramplón al que se le inventan historias. Para venderles más memelas o atole. En unos Vips con "arquitectura colonial" falsa.

 

El polígono de protección de la zona arqueológica de Cholula es el gran secreto que siempre nos escondieron los delegados del INAH. Lo usan a según pero tenemos arqueólogos amigos en el INAH que nos pueden facilitar esa información y si no está el recurso del IFAI. Tenemos derecho a esa información. Pero es imposible que no tengan contemplado el subsuelo a 500 metros de la pirámide. Por eso el gobierno solicitó el permiso del INAH para este distribuidor vial.

 

Como fue el caso del teleférico y todos los otros casos en que hemos salido a defender patrimonio de Cholula: hay gente en el INAH que trabaja no para defender el patrimonio sino para el gobernador en turno y para los que quieren destruir patrimonio para hacer negocios. Y reciben su tajada y dan peritajes a modo. Hemos luchado contra ellos también y apoyados por trabajadores honestos del INAH. Voy a mandar esta carta a una colega del INAH que está en el comité con nosotros.

 

La salida de Sergio Arroyo y el retorno de Tere Franco es de hecho el sometimiento del mandato constitucional del INAH para que esta institución sirva a los poderes de facto. Han editado su función de una que defiende, rescata y difunde el patrimonio cultural a una que negocia el patrimonio por supuestas exigencias de la modernidad. Y la modernidad es lo que decide el que tiene el poder y el dinero. Porque ni el viaducto, ni el Teléferico ni muchas otras cosas son en sí "modernas" (incluso como intervenciones urbanas han sido abandonadas en otras ciudades con patrimonio edificado), pero sirven al negocio de algunos o a las aspiraciones políticas y económicas de otros. Y el INAH se convirtió en un lugar de profesionales sin vocación ni la ética que esta profesiones enseñan (en su mayoría); chambistas mediocres la mayoría, que igual podrían estar trabajando en otras dependencias e instituciones del Estado.

 

Modernidad es, como decía Octavio Paz, la disposición por el cambio continuo, el gusto por lo efímero... Por eso nos gusta decir que la nuestra es una crítica pos moderna y eso implica una crítica a la destrucción patrimonial moderna. Una crítica que pone límites a los que se puede substituir o destruir o ignorar porque partimos de una mirada estética que "está de vuelta"; desde una ética que enseña que no "progresamos" ni nos "modernizamos" ni mejoramos en medio de tanta violencia al medio ambiente y a la cultura heredada. Puro cuento de modernizadores pasados de moda y faltos de realidad.

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