• Gira
  • 21 Febrero 2013
".$creditoFoto."

 

Despertó, se sentía la fría y dura cama. Definitivamente no estaba en su casa. Fue abriendo los ojos y lo primero que vio fue un techo gris con un foco colgando.

Trató de levantarse y un estremecimiento recorrió su columna. Sintió dolor en su cadera y se sostuvo la herida vendada preguntándose en dónde demonios estaba. Los rayos del sol entraron por la pequeña ventana con barrotes iluminando la habitación y su rostro. Carmen fue recobrando la memoria de lo que había sucedido.

--Nos atraparon --fue la primera idea a la que pudo llegar. Se recargó en la pared junto a su cama. Era fría. Alguien le había atendido la herida, por lo tanto la querían viva. Como si eso le importara ahora solo quería saber el destino de los demás. Recordaba vagamente que Natalia y Filomena la metieron a la casa después de que la lastimaran. Quizá también las capturaron a ellas. ¿Y su hermano Aquiles? Al pensar en él un vacío incómodo llegó a su corazón. No tenía que esperar a que alguien le diera la noticia. Ella lo sabía, su hermano estaba muerto. ¿Por qué demonios no la mataron también? Se plantó frente a esos soldados que se burlaron de ella y dispararon sin compasión ¿Por qué no murió? La respuesta llegó a su cabeza repentinamente. El rostro de Martina apareció.

--¿Por qué me dieron otra oportunidad? –se respondió a sí misma mientras cerraba los ojos y comenzaba a llorar en silencio.

--¿Por qué lloras, niña? –preguntó una voz al otro lado de la pared, en la otra celda. Carmen se acercó más a la pared y encontró un pequeño agujero, solo un ratón podría entrar por ahí.

--¿Quién eres? – preguntó Carmen.

 --Mi nombre… lo olvidé --le dijo la mujer al otro lado–. Llevo días aquí y ya soy vieja.

--¿Pero cómo pudieron meter a una anciana en un lugar como este?

--Ellos meten aquí a quien consideren culpable, sea quien sea.

--¿Por qué te metieron? –le preguntó Carmen recargando su cabeza en la pared.

--Según ellos por bruja y estar apoyando el movimiento contra el gobierno ¿Y a usted?

--Mataron a mi hermano y nos metieron a prisión a mi hermana, mi suegra y a mí --contestó Carmen--. El mío sin embargo fue “justo” para ellos.

 La otra mujer preguntó:

-¿Cómo te llamas, niña?

-Carmen, Carmen Serdán.

Unas lágrimas de alegría recorrieron el rostro de la anciana, por desgracia Carmen no pudo verlas pues la pared las separaba. Pasaron los días y el único consuelo que tenía Carmen eran las palabras alentadoras de su vecina. Le contaba historias mágicas, de reinos lejanos y antiguos, entre ellos el que más le gustaba era el de la “Mujer guerrera” -

--Cuéntame esa historia de nuevo –le dijo Carmen–. Y sus aventuras en la guarida del jaguar. La anciana empezaba su relato, su voz iluminaba aquella fría y desolada celda. Transformaba el entorno y Carmen se veía como una mujer guerrera que vivía aventuras por el mundo ayudando a los débiles. Como toda guerrera necesitaba una compañera, y esa era una hechicera ciega. Para Carmen esos relatos le hacían sentirse viva y los rumores que se esparcían entre las presas sobre el triunfo de la revolución y la renuncia de Díaz al poder, retirándose éste del país la hicieron sentirse mucho mejor.

Una noche le dijo a la anciana.

--Tus relatos son mágicos, la guerrera triunfó y también la revolución.

Tomó la mano de la anciana, ambas habían hecho que ese hueco fuera creciendo lo suficiente para que se pudieran sostener una mano.

--Mañana, podremos salir de este lugar, buscar una casa en alguna parte de la ciudad, visitar todos los lugares de México y el mundo. Las dos juntas relatando cuentos mágicos a los niños para que olviden los tiempos oscuros.

--Será fabuloso --dijo la anciana, y sostuvo la mano de Carmen con fuerza.

--Ahora es mejor que descansemos, mañana hablaremos cara a cara y necesitaremos estar preparadas --y sus manos se soltaron.

-Buenas noches –dijo Carmen y se acostó en su cama. Mañana dormiría en un lugar mejor.

--Sí, nos vemos mañana --dijo la anciana y cerró sus ojos ciegos. Le agradó encontrarse de nuevo con la niña Carmen. Martina sonrió y de esa manera se quedó dormida encaminándose al reino de la muerte, donde sus ancestros la esperaban.

 

Carmen abrió los ojos, había tenido una pesadilla en la que Martina se despedía de ella.

--Debe estar bien --sonrió--. Llevaré a “cuentacuentos” a que conozca a Martina, seguro se llevarán bien.

Abrieron la puerta, era un hombre uniformado, Carmen lo reconoció de inmediato: era Máximo, su hermano menor.

--Carmen, me alegra que estés bien- dos mujeres entraron, se alegró al ver que eran Natalia y Filomena.

--Las demás presas están siendo trasferidas al hospital, tú también deberás ir --le explicó su hermano.

--¿Y la revolución? ¿Es verdad que triunfó? –le preguntó Carmen, él sonrió.

--La batalla ha terminado, muy pronto erigiremos un altar a los héroes de esta batalla y el apellido Serdán figurará entre ellos. Su hermana y cuñada ayudaron a caminar a Carmen, pues su herida aún no había sanado del todo, tenían que llevarla con un médico profesional. Cuando iban saliendo de la celda Carmen le pidió a Máximo.

--Por favor, hay que sacar a la mujer de al lado, merece ser tratada como toda una guerrera. Máximo se quedó en silencio y las dos mujeres bajaron la mirada. Carmen preguntó:

--¿Qué sucede?

--La anciana murió ayer en la madrugada, en un ataúd se la llevarán con los demás muertos.

Carmen palideció y gritó:

--¡Quiero verla! --las mujeres trataron de detenerla. Su hermano vio el rostro de Carmen, la ayudó a caminar y llamó al guardia. El guardia abrió la celda y ella la vio. Ahí estaba Martina, acostada en la cama cubierta por una sábana blanca. Todo su mundo se desmoronó en ese instante. Se apartó de su hermano y fue a abrazar el cuerpo de Martina, la hechicera ciega y cuenta cuentos.

--Quiero que ella sea enterrada al lado de la tumba de mi hermano; y a mi lado cuando yo muera --dijo Carmen cuando en el auto rumbo al hospital. Máximo asintió, las mujeres permanecieron calladas. Carmen lloraba mientras la ciudad pasaba por la ventanilla. Era libre, era libre, tal y como le había prometido a Martina. Quería gritarlo a los cuatro vientos, quería contarles a todos los niños las historias de Martina, jamás dejaría que la mujer guerrera quedara en el olvido.

Carmen fue internada en el hospital donde permaneció hasta que sus heridas sanaron. Se quedó trabajando un tiempo atendiendo niños y contándoles las historias de la mujer guerrera y su compañera la hechicera ciega. Iba a visitar la tumba de su hermano y luego la de Martina, la mujer que le había salvado de perder la cordura en la cárcel y quien le enseñó que toda mujer lleva dentro de sí una guerrera y cuentacuentos.

Pasaron los años y Carmen fue envejeciendo, les contaba sus historias a sus sobrinos, nietos y amigos de ellos. Ya era una anciana, justo como Martina. Carmen caminó con ayuda de su bastón hacia la ventana de su casa mirando la ciudad. Se sintió en una ciudad desconocida. Puebla estaba cambiando.

La encontraron sentada en su mecedora con el rostro alto y majestuoso con una sonrisa llena de paz. Sus nietos al verla gritaron:

--¡Es Carmen! ¡La mujer guerrera! ¡Es Martina! ¡La cuentacuentos!

Fue enterrada con honores y como lo deseaba: al lado de las tumbas de Aquiles y Martina, las dos personas que habían sido muy importantes para ella. Al funeral fueron sus familiares, amigos y todas las personas que escucharon las historias mágicas de la cuentacuentos. Al final cuando todos se retiraron, una mano anciana depositó una flor en su tumba.

--¿Lo ves? Nos volvimos a encontrar, mujer guerrera, cuentacuentos.

 

(Gira es estudiante de literatura en la BUAP. En sus textos, todas las mujeres cuentan historias.)


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates