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En el marco de la renuncia del Ingeniero Cuauhtemoc Cárdenas al PRD, el partido que fundara en 1989 y que marcó el derrotero político de la izquierda mexicana para la siguiente generación, Mundo Nuestro presenta esta serie de crónicas escritas en 1993 y que dan una idea de la repercusión local que tuvo en las regiones rurales el sur mixteco poblano el movimiento encabezado por el hijo del Tata Lázaro Cárdenas. Veinticinco años después no puede dejar de hacerse la pregunta por la oportunidad perdida para la izquierda poblana.

 

Imagino un mediodía en Azúcar de Matamoros: el sol mortal no descompone el descontento de la multitud que avanza por la carretera federal; el sol en esta ciudad, apretado, incandescente, tienen el color moreno de la piel, se transforma en mil rostros obscuros, se confunde con la luminosidad absurda del pavimento; el sol en este arranque al sur mixteco es el recuerdo fiel, arcaico, arenoso de que la vida no pasa de ser un desierto al que se asoman de cuando en cuando en destellos de espejismo, los sueños.

Matamoros el mediodía del miércoles es espejismo y realidad infernal al mismo tiempo: centenares de ciudadanos marchan por sus calles sin temor a la insolación, no quieren al presidente Cruz Dehesa, cuyo futuro promisorio acarrean en un ataúd que avientan a las puertas de la casa del priista. Miguel Cáceres, candidato de la oposición, observa y deja hacer, casi indolente a una muchedumbre que encontró en su persona la posibilidad de un gobierno sin e l PRI para la región cañera.

“¡El pueblo votó y Cáceres ganó!”, gritan una y otra vez. La ilusión del voto el espejismo.

La ilusión del voto.

La realidad: una oposición encerrada en las inercias personales, en la vanidad en la miseria económica. Por un error elemental de sus partidarios –poner un nombre distinto en la planilla de uno de los partidos que lo postularon a la presidencia municipal-, el doctor Cáceres, joven, carismático para sus paisanos, alternativa para un buen número de ciudadanos cansados de las imposiciones, se queda a un lado del camino sin argumentos legales que impidan la victoria del partido del gobierno. Ahora, en el mitin que cierra la marcha de los descontentos, escucha a los dirigentes perredistas de Atlixco arengar contra la imposición a los de matamoros. Nadie se acuerda de las avenencias de los oradores con el cacique Eleazar Camarillo, ahora están en Matamoros, hay un pueblo encanijado y silencio de parte de los hombres del poder.

Espejismo

Si se presiona, se convencerán en la ciudad de Puebla de que el presidente priista no podrá gobernar Tal vez un consejo municipal sea la salida.

Espejismo y realidad

En la reciente cosecha de caña, los agricultores recibieron pagos ridículos por la tonelada. Como en pocos momentos en la historia de esta región cañera, el descontento campesino ronda acequias y cañaverales. Para qué recordar las precarias condiciones de salubridad en las que la ciudad sobrevive ante la latente amenaza del cólera.

Tal vez por ello la ilusión del voto.

 

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Abril 1993

En estos tiempos difíciles para todos, hasta los políticos priistas se ven sorprendidos sobre todo los priistas que no entienden bien a bien los avisos de encono de los pueblos del sur. Valga lo que sigue como un atisbo de los riesgos posible, pero también para documentar nuestra picaresca.

El agua de las acequias corre, se diría desde siempre, en ciudades y pueblos de la región cañera poblana. A pesar de su alto grado de contaminación –en la práctica son las venas por las que circula el cólera, enfermedad que por número de casos registrados tiene a Puebla en el primer lugar nacional--, para algunos puede convertirse en canales de salvación.

Jueves 8 de abril en la ciudad de Matamoros, jueves santo en el calor del sur. No son muy religiosas las preocupaciones de las poblaciones.

Un rumor recorre las calles: en el auditorio municipal hay un político importante de la ciudad de Puebla. Los seguidores del doctor Cáceres se agolpan y copan las entradas del local. Pronto se enteran de que no es Manuel Bartlett quien está presente. Se trata de Víctor Hugo Islas, presidente estatal del PRI, quien en un acto muy solidario con el alcalde Cruz Dehesa, decidió pasear en semana santa al caldero de Azúcar. Los acontecimientos van rápido: quiere entrar los descontentos, no los dejan. Quieren salir los priistas, no los dejan. Afuera, los policías que protegen al alcalde intervienen: arrojan gases lacrimógenos con poca fortuna, el aire en contra les devuelve esa neblina de tristeza.

Adentro, en el auditorio, el pánico progresa. En el grupo que apoya a Cruz Dehesa, matamorenses al fin, se mezan los cabellos, saben que el peligro es mortal. “Van a matarnos”, chilla alguno. Imagino a Víctor Hugo Islas: el sudor en el sur siempre será inevitable.

Pero hay una salida: si se tumba una barda hay acceso hacia el río por la acequia. Muy bien, pero es un canal pútrido, la vena abierta que expresa el rezago poblano, tan socorrido últimamente en el discurso de los hombres del poder, la orilla opuesta de la grandeza de Puebla. Sea como sea, es una salida, y por ella escapan del asedio de Matamoros, el alcalde Cruz Dehesa y sus seguidores. La crónica popular a la que recurro cuenta los desastrosos resultados que provocó sobre sus cuerpos el paso por la red digestiva del sur. Y la crónica queda ahí, como prueba de que estos tiempos difíciles también los viven los priistas.

 

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Asunto familiar.

Viernes 15, abril de 1993. En la visita de Cuauhtémoc Cárdenas a Izúcar de Matamoros, algunas voces que ayuden a entender lo que ahí ocurre.

Es una mujer madura en un zaguán. Ha terminado el ajetreo de la mañana. Ahora espera el paso de la comitiva de Cárdenas con su vestido floreado, que le descubre los brazos delgados, como presagio de un cuerpo esbelto. “Aquí gano Cazares, señor –arranca sin más a la plática--, y el gobierno no lo quiere reconocer. Y aquí los ricos no quieren enseñar el cobre, no se quieren dar a conocer, pero saben que ganó el PRD. Ocurre que el doctor Cazares se ganó a la gente, él y su esposa, que por cierto a mí me atiende en la clínica del Seguro. Ellos buscan la integración de la familia, y eso es lo que necesita Matamoros, Pero ya ve, a esos que tumbaron el helicóptero los van a mandar a las Islas Marías a los pobrecitos. ¿Y porque no investigan a los presidentes que se roban el dinero? ¿Dónde está la democracia, señor? Dicen que va a venir ese Cuauhtemoc Cárdenas.... Más le vale, necesita apoyar a su gente, de nada sirve allá en México mientras estos pobrecitos están dándose en la madre aquí solitos”.

 

Los caminos perdidos del PRI.

Ángel Vargas Machado ve pasar el día detrás de su mostrador, también sobre la avenida que lleva al zócalo de la ciudad. Es una refaccionaría, y entre posters y calendarios aparecen dos carteles de Manuel Bartlett y su grandeza de Puebla.

“Aquí vienen los perredistas –dice--, y alguno ha tratado de arrancar los carteles, tuve que chispar la pistola y búscale le dije”.

Y don Ángel estalla en un monólogo lúcido, que no admite sino su seguimiento, da por entendido nombres y fechas. Es un priista de los viejos, rotundo: como los brazos floridos de la mujer en el zaguán, vivió grandes momentos.

“Me toca usté lo mero bueno, señor –se lanza, y busca en un portafolio y muestra sin detener la plática fotografías y tarjetas y recados que lo identifican como el hombre de confianza en Matamoros de Gonzalo Bautista, herencia avilacamachista que no entendió el cambio de signos en los tiempos--. Todo esto es provocado, provocado, ya estamos cansados de tanta chingadera. No me cansé de decírselos, fue un error la selección de este señor Cruz Dehesa, y por eso me han tildado de cardenista. Para qué andar con hipocresías. Yo lo dije por radio en la campaña, “Se va a venir la bronca”, pero no quisieron entender.”

Se lo dijo a Cruz Dehesa, porque le pidió consejo:

“¡Quítese la mafia que está detrás de usté, deshágase de esa mafia!, le dije. Porque eso es, una mafia, la gente de Moisés Cruz, el Mojarras, el expresidente municipal, que transó mucha lana en efectivo. Por eso es el conflicto, porque los perredistas lo primero que iban a hacer es una auditoria. Y para que vea cómo son las cosas, Antonio Aranza, extesorero municipal, ahora es perredista, su familia está de cardenista nomás pa que no le griten que es un ratero. A Cruz Dehesa lo tiene atrincherado el Licenciado Marín, allá en Puebla. Desde ahí empieza el problema. Es un filtro que no deja pasar nada de lo que verdaderamente pasa al señor gobernador. Le mandó gente: Alfredo Ríos Sandoval, Hugo Cruz Cosme, Pedro Pablo Sandré González, Marco Antonio Fosado, hospedados en el hotel Cristóbal Colón con todos los servicios. Son de Gobernación y los querían cargan en la nómina. Se lo quise decir a Fito Sánchez Cruz, pero los hombres cambian, me le acerqué cuando vino Manuel Bartlett en la campaña, pero se volteó, hizo como que no me conocía. Pero yo lo sostengo, si no cambian, Matamoros va a ser una zona perdida, por puro capricho, porque no le dicen la verdad al gobernador.

“Pero ahí están las muestras: a Moisés Cruz lo secuestraron los perredistas, y como le fue. Y al propio Mayor Rodríguez Verdín, que es de aquí su familia, su hermano es notario, vino y lo descubrieron, lo corretearon, ya le andaba, se salvó de una pedriza porque brincó a una camioneta que pasaba. La gente está encabronada. Matamoros ha tenido la desgracia de tener presidentes del PRI  que se dedican a sentarse, no trabajan, no buscan a la gente. Como decía Gonzalo Bautista, hay que recorrer los pueblos, hay que darse a conocer, no sólo buscarlos cuando va a haber un acarreo… estamos mal. Vino el presidente Salinas a inaugurar clínicas, estaba Moisés Cruz de presidente. ¿A qué nivel estamos sobre el mar?, le pregunto a Cruz, y el otro sale con que aquí se siembra pura caña. ¿Quién lo puso?, preguntó el presidente. Así no se puede. Luego le dice: ¿en qué lo podemos ayudar, señor presidente municipal? En nada, señor presidente ¡Cómo que en nada! ¿Por qué no lo llevo al portal, ese edificio histórico, donde estuvieron los insurgentes, que se está cayendo de abandonado?

“Pantalones y amistades, es lo que necesita Matamoros para resolver el problema. Si no agarran alguien con arraigo, un hombre duro, pero que conozca a la gente, la que va a pagar es Matamoros.”

 

Encaprichados.

Manuel N. Es un funcionario del gobierno estatal, ha visto pasar muchas administraciones locales. Mantiene su postura de orden, de respeto a las determinaciones legales. Suplica ocultar su nombre:

 “Los señores del organismo electoral lo explicaron claro –dice--, tendrían que volverlo a hacer con estos señores del Frente Cívico. La coalición de partidos fue posterior a las votaciones, esa es la explicación, por eso perdió Cazares, pero ese es el empecinamiento del PRD, están encaprichados con Cazares y  de ahí no los saca usté. Y mire, no hay proporción entre el número de votantes y quienes realizan los mítines. Por eso el PRI debe hacerles ver con documentos que tiene la razón. También es cierto que hubo corrupción con el presidente Moisés Cruz, por eso el descontento”.

 

Mitin

Isabel Ramírez es maestra de primaria. Con ella arranca el mitin con Cuauhtémoc y con ella termina, pues se encarga de dirigir el himno nacional que entonan con fervor el auditorio campesino. Habló primero en un lenguaje sin ambigüedades (“Donde están las ratas traidoras del PRI”), y se despedirá con ese tono arcaico pero imperecedero (“¡Hasta la victoria siempre, compañeros!”). Después del mitin, me hablará con desconfianza – tiene una orden de aprehensión de por medio--, pero con soltura, fuera ya del lenguaje de un discurso estudiantil:

“El movimiento ha progresado porque no tiene líderes de papel. Estamos en esto porque no queremos la burla, la presencia de la policía, la corrupción. En Matamoros no hay una sola cancha deportiva. Mi único delito es hablar. El único culpable es Cruz Dehesa, con el apoyo del gobierno estatal, y los ricos que lo apoyan: Héctor Vargas, comerciante, Raúl Ramírez, que ya fue presidente en 1978, es ferretero, Ángel Valiente que de vendedor ambulante pasó a ser un cacique ferretero, le dicen el Cucharas, a esa gente hay que preguntarle por qué estamos metidos en esto. El Frente Cívico si tiene propuestas, pero las haremos a partir de la renuncia de Cruz Dehesa.

 

La pariente y el Tata

Oliva del Río pronto cumplirá 60 años. Criolla, de ojos intensos, puede tocar todos los extremos de su voz. Ella hizo famosa en México, con los Mulatos de Pepe Arévalo, a Salomé, la canción que sacara a la rumba de la profundidad del barrio en el Distrito Federal. Oliva del Río dejó Matamoros en 1969, a los 38 años de edad, para convertirse en la mayor de las cantantes de rumba en los años setenta. Antes, en Atlixco y Matamoros, había cantado y había logrado conocer el terreno que pisaba, a sus treinta años, esplendorosa, cantó para Lázaro Cárdenas.

“Él llegaba seguido a Matamoros –cuenta la China---,  aquí estaban unas oficinas de la Comisión del Balsas. En un restorán que tenía la familia le dimos de comer durante más de diez años, cada que venía. Tenía alquilada una casa por donde está la Flecha Roja. Él ayudaba al campesino, le traía brigadas de salubridad, les conseguía la titulación de la tierra, les conseguía pies de cría, igual gallinas que un becerro o una chiva. Por eso la gente lo quería, se preocupada por su gente campesina. Salía con él a sus giras, íbamos a Oaxaca, por el rumbo de Huajuapan, nos acompañaba un trío de Atlixco con el que ya me había acoplado, le amenizábamos las comidas, luego bajábamos a algún pueblo y me decía “Parienta, Hija, échales una cancioncita a mi gente”, yo cantaba y él se ponía contento. Luego escuchaba a la gente, se metía la mano al pecho, como Napoleón, mientras su secretario apuntaba lo que le pedían.

“Cuánto le gustaba la música al general. Y si caminaba pausado, muy sereno, había que ver como zapateaba. Le gustaban Caminos de Michoacán y la de Juan Colorado. ¡Había que ver como las zapateaba! Un día me regaló una medalla de oro. Me dijo, “China, con esto consolidamos nuestro parentesco”, porque él era Cárdenas del Río. Era una moneda con una esfinge de Pancho Villa, él estimaba mucho a Villa, una vez me contó que le había regalado una yegua, el 7 leguas. Es una moneda con una  esfinge de Pancho Villa, montado en 7 Leguas, del otro lado, el águila mexicana, de frente, como la de don Porfirio, y decía, General de División Francisco Villa, 1914. En algún lugar la tengo guardada. Ay, debería de ver en qué forma zapateaba Lázaro Cárdenas cuando yo cantaba”.

La China tiene un negocio en las afueras de matamoros, por la carretera a Puebla. Por la tarde, serena, mira pasar a los campesinos que han venido de los pueblos al mitin perredista.