• Sergio Mastretta
  • 24 Julio 2014

Reproduzco una conversación con una muchacha no mayor de veinte años que ha llegado hasta la parroquia de All Saints. Acompaña a Ricardo, su pareja.

Sergio: ¿Y la señorita?

Ricardo: Es descendiente de la Virgen de Guadalupe. (Risas) 

Sergio: ¿De dónde vienes tú? 

Patricia: Yo soy de Woodbridge. Ahí estoy viviendo, pero soy de México, soy mexicana. 

Sergio: ¿De dónde? 

Patricia: Del estado de México. 

Sergio: De la tierra de este hombre. 

Patricia: Queda cerquita. Como a una hora y media, dos horas, de San Martín Oxoloapan. 

Sergio:¿Y qué haces en Woodbridge? 

Patricia: Estoy trabajando ahorita en una tienda de cajera. 

Sergio: ¿Y ahorita te dieron el día? 

Patricia: Ahora me dieron mi día y todo el día ando acá. 

Sergio: ¿Y estás indocumentada? 

Patricia: Sí. 

Sergio: O sea que tú estás bien de acuerdo con la consigna de la marcha.

 Patricia: Claro. 

Sergio: ¿Cómo lo dices tú?, ¿por qué peleas? 

Patricia: Para que se nos respeten los derechos y haiga justicia. 

Sergio: ¿Cuando piensas aquí en Estados Unidos lo ves como un país injusto?

Patricia: Yeap, muy injusto... con los indocumentados. 

Sergio: ¿Y si te dieran tus papeles te quedarías a vivir? 

Patricia: No, regresaría a México. 

Sergio: ¿Pero quisieras ir y venir? 

Patricia: Yendo y viniendo. 

Sergio: ¿Ya hablas bien inglés verdad? 

Patricia: No. (Risas) 

Sergio: ¿No? 

Patricia: Aún no sé. 

Sergio: Tienes el “Yeah” “Yeah” en la boca. 

Patricia: (Risas) Es de que se me ha pegado desde México. 

Sergio: ¿Y cómo le haces para trabajar con la gente que llega que habla inglés? 

Patricia: Pues con lo poquito... que sé, pues ahí sale. 

Sergio: ¿Qué haces en la tienda? 

Patricia: Estoy de cajera. 

Sergio: ¿De cajera? 

Patricia: Yeap. 

Sergio: ¿Y sin hablar inglés? 

Patricia: ¡Y sin hablar inglés! Es que es una tienda hispana. 

Sergio: Ah, la mayor parte de los clientes son mexicanos. 

Patricia: Sí todo, casi la mayoría son latinos. 

            Totonacos

            La Sierra Norte de Puebla en Virginia. Son cinco muchachos que esperan en el 7 Eleven una mañana fría la contratación. Todos llevan más de dos años con esta mecánica de trabajo: esperan a las camionetas de los contratistas, que igual puede ser una ama de casa o un ingeniero de una empresa constructora; si ya conocen al patrón no lo dudan y trepan rápido en la batea; últimamente con las detenciones y los problemas con contratistas abusivos que dejan sin paga al temporalero, los peones estudian con cuidado el porte de quien los contrata; algunas veces prefieren quedarse ahí, en los estacionamientos solitarios, sin el trabajo anhelado. Pero casi siempre trepan a la troca, mudos, y toman rumbo de las yardas, los patios, los techos, a cumplir con una faena larga, a veces como albañiles, otras como cortadores de yerba, muchas más como pintores o impermeabilizadores o desratizadores y envenenadores de alimañas o mudanceros. Se trabaja en lo que sea. Ya con el tiempo, si la suerte está de su lado, se especializan en una de tantas actividades, se aquerencian con los patrones, se van haciendo necesarios y, si todo sale bien, dejan de hacer la ronda en el 7 Eleven, se van directo al trabajo o al taller del contratista, se convierten en un ciudadano más, no importa que sigan indocumentados, siguen su vida como una sombra a la que nadie presta mayor atención. Simplemente dejan de ser temporaleros.

Llegaron juntos el 30 de abril. Al día siguiente ya estaban trabajando como albañiles en la región de Woodbridge. Llegaron para la temporada alta, así que no les faltó el trabajo. Es en estas fechas, del otoño al invierno, cuando pesa la inestabilidad, un día no y otro tampoco y a veces la semana entera, no hay chamba. Y pesa en dólares, estos muchachos viven amontonados en un departamento por el que pagan entre los cinco mil cien dólares mensuales. Hoy es uno de esos días, lluvia y poco movimiento, la temporada navideña encima. Si tienen suerte, sólo uno de ellos se enganchará. En lo que caiga, probablemente con un particular, uno que no pedirá papeles ni seguro ni asombro alguno.

Como no les asombra las preguntas de un reportero mexicano. Es un trabajo como cualquier otro, preguntar, entrometerse en la vida de cinco muchachos que abandonaron un pueblito serrano envuelto en la niebla y el calor de los cafetales de Xicotepec.

--Ellos saben que ustedes están indocumentados, ¿no?

--Sí, sí...

--¿Aprovechan para pagarles menos?

-- Yo digo que sí, porque... nosotros lo que queremos es trabajar, y lo que caiga es bueno, 100 dólares al día, a veces 80, es lo mínimo...

--Es lo que puedes ganar más o menos...

--Es lo que ganan todos los que trabajamos temporaleros.

--¿Ese día trabajas, ese día te pagan?

--Hay unos... Otros inclusive dicen: “no pus mañana los paso a traer en el mismo sitio”, y ya no vuelven a pasar y esa es la estafa que uno tiene ahí porque pues a veces no está seguro del trabajo.

--¿Te ha pasado que te dicen te pago mañana y luego desaparecen?

--Sí, ya no los volvemos a ver, y pues es un trabajo perdido que realmente uno lo necesita y pues ya no se recupera.

Luego una narración certera de lo que ocurre por la presión policiaca: “Uno de mis primos también fue detenido con todo el grupo que sigue en la cárcel, ahí, pero, en ese instante lo volvieron a soltar y le dejaron una hoja donde le dijeron que se presentara a corte el 29 de noviembre. El, por temor a que lo deportaran no fue, mejor se cambió de estado, pues ahorita ya más o menos se encuentra trabajando ahorita otra vez, pero...

Te cambias de ciudad. A las Carolinas. O rumbo de Nueva York. Nadie se queda quieto en esas circunstancias. Mientras seas una sombra, mientras nadie te requiera, mientras nadie te mire, mientras seas tan sólo un momento de la mañana en el 7 Eleven, mientras te quedes en los techos, en los patios traseros. Entonces, no te muevas. Pero si llegó la policía, y ni siquiera la migra, sino el policía del barrio, el que llega en la patrulla y te dice que ya los vecinos se quejaron de tantos morenos ahí en el estacionamiento, y que qué haces aquí, y tus papeles... Entonces te mueves. Mejor te cambias de ciudad.

Como un día se movieron del pueblo. Unos a otros, entre amigos, entre parientes, se echaron la mano para salir del pueblo. Ellos vienen de San Pedro Tlaulantongo, en el municipio de Jopala. Lejos. De Puebla, del DF. Lejos de México, del México moderno. Ellos vienen de lejos, de la montaña, del idioma, del pueblo antiguo totonaco. Desde ahí se movieron. Y lo prueban, desmarañan toda su historia en totonaco en un testimonio que la cámara guarda: cinco muchachos totonacos en un amanecer en Woodbridge, un estacionamiento de un 7 Eleven, trabajo temporalero por ochenta, cien dólares diarios, contra los treinta cuarenta pesos que les pagan por jornal en su tierra. Tres o cuatro dólares contra 80 cien. Mejor te mueves.

Extraño. En totonaco no existe la palabra extraño. O mejor, no existe la idea simple y llana de que te extraño. Tú estás lejos, yo estoy trepado en un techo por el rumbo de la capital del imperio, Washington, y yo te extraño. Tengo nostalgia de ti, mi pueblo. Te extraño. Yo estoy solo, aunque estoy con los amigos, estoy solo. Vivimos cerca del 7 Eleven pa que no se nos haga tan difícil todo, pa llegar caminando. Solos. A pie, sin pedir ray, para olvidar que no hay troca ni licencia.

48 mil pesos. De abril a diciembre, una vez pagados los 250 dólares por cabeza de la renta, la luz, el gas, el teléfono, una vez pagada la comida, las pizzas, los tacos, los refrescos, quedan 48 mil pesos. Son los que ha mandado a San Pedro Teololongo poco a poco. Más preguntas:

--¿Se imaginan viviendo aquí tiempo completo con la familia?

--No –responde rápido--, la situación es difícil para traer a la familia, uno ya lo vivió, el sufrimiento que pasa por el camino, por el desierto, suceden muchos casos difíciles y no queremos que vaya a pasar algo así, y mejor pensamos nosotros hacer algo aquí y regresar a nuestro país.

--¿Si te dieran el permiso de trabajo?

--Bueno –responde otro--, si nos dieran el permiso de trabajo pues sería ya muy diferente, ¿no?, hubiera más posibilidades y nosotros tuviéramos un mejor trabajo, un trabajo seguro.

--Nuestra situación –razona el primero--es llegar aquí, o sea por la economía, ¿verdad?, como todos nosotros, ¿no?, y yo pienso que todos debemos darle la oportunidad a otros compañeros que vienen también, ¿no?. Realmente no es nada fácil, ¿verdad?, no es nada fácil porque pues muchas veces hay gente que ha querido venir o hemos querido venir y no lo hemos logrado, hay... pues realmente pues no, no sé.

--¿Qué opinión tienen de México, que los obligó de alguna forma a venirse para acá?

--La pobreza, la pobreza, trabajo hay, pero no hay dinero, y si hay dinero, pues mala inversión, entonces es lo que nos obliga a nosotros a acudir a este país porque pues el dinero de acá es más, o sea vale más allá en nuestro país y eso es lo que nos obliga a venir para acá porque pues realmente allá la economía está muy abajo, o sea, todos los precios son caros y los sueldos son bajos y pues tener un mejor futuro pues requerimos de lucharle más que nada en este país.

Luego, otra vez, la respuesta en totonaco. Uno de ellos traduce.

--No sí, lo que les dijo ahorita en mi dialecto, o sea, la obligación que nos hizo venir hasta aquí, casi la mayoría están conscientes de nosotros, porque nosotros nunca nos habíamos fijado tanto así como ahorita hasta acá, no, o sea nada más íbamos pa’ México, de México al D.F., pus nos queda cerca e ir a visitar a nuestras familias cada tres meses...

Y el otro sigue. Y lo traducen:

--En Puebla lo que era, lo que era, lo que sí nos mantenía ahí era el café, era el corte de café pero, el café bajó demasiado, bajó mucho y muchos tenían fincas, o sea pedacitos de tierra para...

--¿Si el café valiera estarías aquí?

--No estuviéramos aquí, no estuviéramos aquí. El café si nos levantaba.

--¿El café te daba lo mismo que puedes ganar aquí?

--No mucho pero, para sostener una familia sí.

--¿Para hacerte una casa, para...?

--Si, para hacer una casa, para vivir bien, sale todo ahí para la familia.

--¿Qué es ahorita de esos cafetales?

--Están abandonados, todos los que aquí trabajamos, todos andan aquí.

--¿Eran propiedad de ustedes esos cafetales?

--Sí... sí... sí. Teníamos propiedad dos hectáreas, tres hectáreas, fincas donde podías ir a cortar y ganabas tu dinero...

--¿Sus hermanos, sus papás, no están trabajando los cafetales ahorita?

--No, nadie... Están abandonados por lo mismo de que no, o sea le metes más, o sea la “chapeada”, o sea la limpiada, limpiar, abonar, le metes más y cuando lo cosechas no le sacas nada, o sea no vale.

--Ustedes ahorita están trabajando y piensan inmediatamente en hacerse una casa digamos, para la familia, ¿no?

--Una casa, hacer negocio allá o qué sé yo...

--¿Te imaginas un negocio, te imaginas también trabajar para poder meter dinero ahí al cafetal?

--O sea ya teniendo la feria, hasta tener dos hectáreas de café, mantenerlo limpio, o sea mantenerlos así bien, plantarlos y cosecharlos bien, yo creo que sí la hace uno, y tener el dinero, porque ahorita sin dinero no. Ahorita hay organizaciones pero, no sé si apoyen ahorita, tengo tres años aquí y no, he abandonado la hectárea.

--¿El gobierno ayudó en algún momento, los gobiernos, el gobierno federal, el gobierno del estado de Puebla les ayudó a ustedes como productores?

--Yo digo que no, yo creo que no, yo desde que he estado aquí no he visto... nada más te dan un peso pero que tienes que pagar, pero si no vale el café, ¿de dónde lo pagas?, no, no tenemos cómo hacerle.

--¿Y si no es el café, qué podría ser?

            --Bueno, allá por lo regular se da el maíz, la milpa, o sea el maíz, no en la actualidad el chile ya es muy muy escaso, o sea muy delicado que ya no produce, o sea que es caro pero no se da ya, entonces el único producto que sí es bueno, es el maíz y la gente es lo que produce, puro maíz, pero por decir como lo del café pues se da mucho pero de qué sirve que hay mucho si no vale, entonces no tiene ningún sentido invertir y no sacar siquiera lo de la inversión, si, es por eso que se ha descuidado todas las huertas.

--Ustedes son campesinos...

--Del campo.

--Sin en cambio se vienen acá y son obreros...

--Ya aquí olvidamos los machetes.

--¿Qué va a ser de ustedes? ¿Si tienes que regresar a México, vas a regresar al machete?

--No sé, aquí buscar una profesión que te sirva en México, como la construcción, o sea de la albañilería, carpintería, lo que se trabaja más en México.

--Sí, la pintura, sé pintar.

--¿Cómo son los patrones de ustedes?

--Pues casi la mayoría, o sea, así sin ofender a nadie, los “gabachos” comprenden más...

--¿Los “gabachos” comprenden más?

--Aunque no les hables, no hablamos inglés, ellos te dan, te pagan, te pagan lo que mereces lo que tú trabajas. Acá la mayoría entre nosotros y entre hispanos, los que nos amolamos...

--Te paga a ocho la hora...

--Y si viene un “gabacho” le trabajas y aunque no sabes hablar inglés, te da cien “baros“, el hispano no, te dice: “te voy a pagar ocho la hora”.

--O sea, es decir que si tú tienes un patrón “gabacho” y un patrón hispano...

--Le vas más al “gabacho”.

--¡Qué loco caray! ¿Y por qué crees que sea así?

--yo digo que los “gabachos” son más, o sea, ellos te comprenden, tú estás buscando trabajo y ellos comprenden en lo que andamos y no te pagan más.

--¿Hay racismo entre ellos con ustedes?

--Unos, o sea, no todos, digamos, tampoco no todos los hispanos somos así o sea...

--Muchas veces el hispano nos ofrece trabajo y a la vez exagera mucho en el trabajo, lo cual nos mata mucho trabajando, y con poco sueldo y en cambio un “gabacho” eh, pues, trabaja un poco más tranquilo y reconoce el trabajo y te puede pagar cien, hasta 120 dólares al día, hasta diez o hasta once dólares por hora, pero hay muchas veces que se encuentra uno con un “gabacho” que llega y te ofrece trabajo y ya a la hora en que uno termina de laborar, este, pues nada más no, no te paga, se quedan así, te empiezan a insultar porque uno no sabe hablar el inglés, así es como uno va desconfiando uno de la gente.

--¿Y qué sienten ustedes de no poder pelear sus derechos, de no tener documentos?, estás ahí encerrado en un círculo, ¿no?

--Exacto. Sí, aunque lo hables el inglés pero, o sea, es lo mismo, o sea, ellos piensan que uno no les puede hacer nada, como uno es inmigrante, o sea se esconden, o sea no aparecen ahí en el “Seven” y ya no los mira uno.

--¿En las últimas semanas ha llegado la policía?

--Sí, si ha llegado... pasa a que nos retiremos... ponen pique de 500, de 300 dólares y no tienes jale, ¿cómo lo vas a pagar?, no tienes trabajo.

--¿Por estar parado en la calle?

--Exactamente... en la calle...

--Oye, enséñame tus documentos”, no?

--Nos piden una identificación y como pues, o sea nosotros no, a veces no tenemos, no contamos ni con la credencial de elector, no sé por... en el camino la llegamos a extraviar pues no tenemos con qué identificarnos y ya lo que hacen es darnos tikes, o sea nos dan un papel para presentarnos a corte y pues ahí uno sabe si lo vayan a deportan o dejarnos ahí...

--¿A alguno de ustedes le han dado su  ticket?

--No, no, no, nosotros sabemos por los compañeros que nos platican, o sea y nosotros ahorita Ricardo que nos está ayudando, o sea por medio de ellos o sea, ellos le dan el ticket y él los lleva todo, como 16 serían, como 16 compañeros que agarraron, compañeros nuestros.

--¿A ellos sí los detuvieron?

--Si, los detuvieron... están detenidos ahorita... están igual que nosotros, no deben nada, nada más por estar parados ahí.

--¿Qué sentimiento les da a ustedes esta situación?

--Pus sí, se ve mal...

--Pues sí, un poco de coraje, coraje porque pues uno también como hispano es indocumentado pues, no, no, no esperamos otra cosa mas que se resuelva esta situación, ¿no?, y poder salir adelante aquí en este país también porque andamos en busca de trabajo como todos, ¿no?. Siempre requerimos de un apoyo y espero que esta vez sí, o sea, seamos escuchados también, nos den un poco más de respeto.

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