• Sergio Mastretta
  • 10 Julio 2014
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Supremacía

Pocahontas, John Smith, una película animada, ¿puede empezar por ahí el conocimiento que tenemos de Estados Unidos? Disney como medio para contar una historia. Una de tantas formas que los gringos han usado para referir su mundo. Estamos en Williamsbourg, a orillas del río James en su salida al Atlántico. Es el punto de partida de la conquista del nuevo mundo por los ingleses, hoy convertido en un modelo perfecto del turismo norteamericano.

Tiene la mirada fija en el Atlántico, John Smith, el héroe rescatado por Disney, el Hernán Cortés de los británicos. Finalmente aquí encontró un territorio de conquista. No cualquiera se adentró en este territorio. Ese muchachón en la piedra, John Smith, nació en 1580. Fue soldado de la corona y participó en las guerras de Europa. Fue capturado y vendido como esclavo a los rusos, pero escapó. Este joven llegó aquí por el río y encabezó el primer asentamiento. No le fue bien y no obtuvo el reconocimiento que él pensaba, pero sí llegó a ser el gobernador en 1608; desarrolló un viaje de exploración de más de 3 mil millas en la bahía de Chesapeake. Un personaje sin duda. Y más, fue el que aprendió primero la lengua de los indios de esta región y se convirtió en el principal comerciante de los colonos con los indios. Por supuesto no fue el amante de Pocahontas –esa es la ilusión del cine. Las fronteras se expanden por personajes así, hombres con iniciativa y brutales. Vencer es vivir, dice ahí. Es justo la lógica del siglo XVI que llevó a Europa conquistar América entera. John Smith y Hernán Cortés se llevan casi un siglo, pero los dos fueron hombres que expandieron el imperio de los europeos en América. En el norte los británicos, y en el trópico, España y Portugal. El británico con la carga de la reforma luterana. El español con todo su lastre de la reconquista medieval de la península contra los moros.

¡Aquí está Pocahontas! Murió en Inglaterra, convertida al cristianismo, no se casó con John Smith sino con otro John, conquistador también. Estamos en una casona reconstruída en el siglo XX. Ahí están los antiguos cimientos, los ladrillos originales. Aquí se guarda la historia de esta mujer. ¡Qué tragedia la de Pocahontas! Fue la principal aliada de los primeros colonos; se casó con un colono, John Rolf, visitó Inglaterra en 1616, fue recibida por la reina Ana, la esposa de James, el que le diera el nombre al río. Murió a los 21 años de edad, Pocahontas.

Entiendo que Virginia es uno de los extremos de la civilización blanca, es, de hecho, el principio, el punto de partida de los asentamientos británicos y del establecimiento de la corona en este territorio de las colonias. Entiendo entonces que es un territorio de segregación. Aquí aniquilaron a los indios, fue el punto de arranque de brutal batida hacia el oeste que duraría poco más de dos siglos. Bueno, aquí están regresando los indios y vienen del sur. Yo veo a los gringos, los veo nerviosos, no entienden por qué están aquí, de dónde salen, cómo llegan hasta su mundo perfecto y llegan, por cierto, sin olvidar el pozole, ayer comimos un “pozolazo” en la iglesia de San Agustín.

Un pequeño paraíso, Wiliamsbourg. Con una planta turística que ya quisiera la ciudad de México. Restaurantes, tiendas y hoteles al por mayor por todos lados, todos perfectos, de ilustración de revista especializada, entornos de madera y prados pulcrísimos. Es diciembre, no se ven niños, no hay jóvenes, tan sólo figuras adultas enfundadas en sus abrigos y sus canas. Las cosas funcionan de otra forma en este territorio del despegue de la patria blanca rumbo a la supremacía. Esa es la impresión que tengo: hoy es domingo, deberíamos ver niños y no, no ha sido el caso. Ese es el obelisco que da cuenta de llegada de los ingleses en 1607. Por cierto, no les fue nada bien. De 1607 a 1613 lo recuerdan como el periodo de la hambruna. Comían raíces y lo que les permitía la guerra con los indios, Pescado, eso sí, y mariscos, como hasta la fecha y por la mano de obra de los mexicanos en las empacadoras. Pero no les fue nada bien en un inicio. Bosques y pantanos, como los que todavía cobijan el río James, nombrado así en honor al rey de la época. Primero en los islotes que encontraron, después en tierra firme, los ingleses establecieron los primeros asentamientos un siglo después que los españoles allá en el trópico,

Una vez más, el río. No deja de ser la frontera. Los ríos en América fueron como los brazos por donde se extendió el imperio europeo. En el Golfo de México fue el español. Imagino ahí al expedicionario Cortés entrando por el Grijalva, maravillado por los pantanos de Centla. Sus barcos, sus ojos, sus cristos, sus espadas, sus ambiciones, sus arcabuses en la entraña de la tierra por los ríos. Cortés amarró sus carabelas a las ceibas del río Antigua para fundar la Villa Rica, después las quemaría. Más arriba, el Pánuco, con sus mil quiebres hacia el altiplano de la plata zacatecana, el verdadero sustento del imperio español en toda la extensión de sus ambiciones y feudalismos.

Y bueno, por aquí empezaron los británicos, por el brazo de mar que ahora veo envuelto en una foresta bien lograda de pinos y abetos. Un poco más al norte está el Potomack, junto a toda esa enorme extensión de agua, la bahía de Cheasepeake. Pero aquí arrancaron, y ahí están los vestigios, las antiguas bases del caserío, de 40 pies de largo y 40 de ancho, en forma de H. Las construcciones que vemos son meras reproducciones en ladrillo, así se vería más o menos un asentamiento de los años ochenta del siglo XVII. De aquí arrancó el imperio británico, y en 200 años, para 1813, ya la corona había perdido sus posesiones, guerra de independencia de por medio, entre 1776 y 1783. Pero todavía les dio tiempo para meterse por el río Potomack y ponerles una paliza ahí mismo en Washington, a los orgullosos republicanos. Esa es otra historia, y así es el ir y venir de los imperios. Pero la figura del río es ilustrativa: los imperios entraron por los ríos a América. Este era un territorio indio y durante un buen tiempo le pelearon durísimo a los ingleses, con un levantamiento terrible de indios que buscaron por su puesto recuperar sus tierras. Tan brutal como el sur, no fue la conquista de los infieles sino la aniquilación de los salvajes. La cruz terrible del capitalismo. No fue la mirada del abrazo y el entendimiento. Fue la del exterminio.

Recorro el bosque en las playas del río James. A la vista algunas ruinas, diríamos nosotros, vestigios del asentamiento inglés que arrancó en Virginia, la que sería la colonia británica más exitosa. El río James aquí lo tenemos. Forma parte de la bahía de Sheasepeake. Los negros llegaron en 1619 y no lo hicieron como esclavos. Eran sirvientes. En unas cuantas décadas, para el final del siglo XVII, por supuesto el esquema de la esclavitud estaría perfectamente dispuesto.

¿Hay un retorno de los indios? Este es el territorio, así como prototipo de Estados Unidos: el dominio de los blancos, los negros como primera minoría, más bien como la minoría. Hoy los dos están nerviosos, tanto los blancos como los negros, estos últimos porque los nuevos migrantes les quitan su trabajo, aceptan empleos con menores ingresos y trabajan mucho más, no se quejan y están dispuestos a cualquier cosa con tal de salir adelante; los negros están nerviosos. Del otro lado los blancos, con todas sus contradicciones: por ejemplo, Virginia, el paraíso de las librerías, Richmond, la capital, es la ciudad de la librerías, dicen ellos; sin embargo han aprobado una ley que le permite a la policía local interrogar a un extraño, a un muchacho con el rostro moreno, para pedirle sus papeles y preguntarle qué hace trabajando sin permiso; no lo permitía la ley, ya se los permite, es una ley loca la del estado de Virginia.

No hay mundo perfecto, ¿verdad?, no lo fue para los indios, que se vieron invadidos, conquistados, aniquilados; no lo fue para los británicos cuando aquellos colonos, 150 años después, decidieron salirse con la suya e independizarse de la corona; no lo fue para los esclavistas que miraron una rebelión del capital impulsada desde el norte para terminar con la esclavitud. Aquí empezó, en Virginia justamente, la capital de los confederados, aquella ciudad de “Lo que el viento se llevó”, arrasada por los incendios y los bombardeos.

  A todo este territorio, que hoy encontramos perfecto en estas vistas que les damos, están llegando los indios de regreso, con sus costumbres, sus modos, con su mirada y su memoria en el sur. ¡De paso, están de paso!, y vienen con una virgen morena, que les mira desde el retrato las camisas de los muchachos mexicanos, una mujer morena que llevan como símbolo de su sobrevivencia. Los indios mexicanos, tomando el territorio de los antiguos indios americanos, ¿hasta dónde llegará este retorno?, esta invasión, ¿cómo veremos transformar este mundo de la segregación blanca?, ¿cómo lo veremos transformado por la llegada de los mexicanos-centroamericanos? Ya lo estamos viendo, simplemente con una realidad que ellos no pueden impedir, necesitan ese trabajo, necesitan a las muchachas en las lavanderías, necesitan a los muchachos en la construcción de las carreteras.

También pusieron las bases de lo que era el parlamento inglés. Fundaron, no cabe duda, un sistema democrático que por su puesto se revelaría en contra de la corona en una revolución que también arrancó por estas tierras. La revolución de independencia norteamericana no supuso la extinción del estado de cosas. Tendría que venir una guerra civil en 1861 para que el desarrollo del capitalismo en América contemplara todas sus herramientas para cumplir lo que en algún momento dijeron ellos: América para los americanos. En dos siglos, los colonos y sus descendientes arrebataron la mitad del territorio de México, hicieron lo propio con la colonia francesa y completaron el continente, hasta San Francisco, de costa a costa. Pasaron también por la aniquilación de los indios. Como mecanismo para impedir el mestizaje. Pero la historia cumple sus retornos: ahí están de nuevo los indios mexicanos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos. ¡Qué manera de regresar la historia!

Yo entiendo que los norteamericanos miren con nerviosismo o respondan con violencia a la llegada de los indios del sur. Ayer hemos hablado con un muchacho de Coatepec, estado de México, allá por Ixtapan de la Sal y él ha narrado la situación de los jornaleros, los trabajadores temporaleros, los que trabajan al día y que aparecen en este mundo de la perfección de Virginia, en las mañanas en busca de un empleo en el estacionamiento de 7 Eleven. ¿Qué contraste, verdad? Ellos trajeron a los negros y los negros también miran con nerviosismo a los mexicanos porque trabajan mejor, exigen menos y están dispuestos a cualquier sacrificio para cumplir el sueño americano. Aunque ese sueño sea regresar lo más pronto posible a México.

Las fronteras entonces, ¿en dónde están?, ¿sigue siendo el río James una frontera?, ¿sigue siendo un brazo de mar? Por aquí van y vienen las ilusiones y la memoria norteamericana, sus raíces que pasaron por una brutal aniquilación de los pueblos que aquí estaban asentados. Era la época, diremos. ¿Cómo entender entonces este regreso de los indios al territorio de mayor segregación en América? Bueno… por lo pronto imaginemos esa iglesia que está levantada ladrillo por ladrillo en el siglo XX. Los asentamientos originales están enterrados, de hecho los arqueólogos pensaron que era la mejor idea, dado que no resistiría la lluvia ácida, el viento y el clima del siglo XX.

No hay niños, ¿se fijan?, es un turismo adulto cien por ciento. Sólo hay unos pequeños vestidos de mujeres de peregrinos, pero no se ven niños en el turismo de Virginia. No se ven niños, tampoco jóvenes. ¿Cómo estará ahorita nuestra pirámide de Teotihuacán, o de Cholula o de Montalbán?, ¡caray!

¿Qué recuerda la memoria? Cuidado que los gringos saben de historia a pesar de que la impresión que tenemos de ellos es de que miran el mundo con una enorme superficialidad. Yo pienso que no es necesariamente así. Hay que venir aquí para entender que ellos valoran la historia, las raíces, el paso del tiempo como formación de una estructura, de una sociedad. Este era un territorio de indios. ¿En qué medida lo recuerdan ellos aquí? Estoy en el museo de sitio. Tengo a la vista una ilustración del poblado una mañana cualquiera de 1660 en Jamestown. Ya no se encuentra a los indios. Hay negros y están los colonos. Aquí le están midiendo los dientes a un africano. Aquí ya un africano está moviendo toneles, por allá también. ¡Ya no hay indios en esta ilustración! 

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