• Sergio Mastretta
  • 19 Diciembre 2013
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Por: Sergio Mastretta

Marcación de un teléfono. Martín busca a Estela, la defeña de Houston. De nuevo a la busqueda de pasar al otro lado.

(Estela): Alo…

(Martín): ¿Estela?

(Estela): ¡Qué pasó Martín!

(Martín): Bien nena, ¿estabas durmiendo?

(Estela): ¡Estaba!, ¿qué pasó?

(Martín): Disculpa que te moleste.

(Estela): Esperé tú llamada.

(Martín): Sí. Lo que pasa es que, como pasamos la imágenes y todo eso, si, ya no me dio tiempo y luego cuando venimos ya era tarde. Y ya te iba a llamar como a las 12, pero ya era muy tarde para ti.

(Estela): No, pues yo te estaba esperando, estaba esperando la llamada.

(Martín): ¡Oh, discúlpame¡

Estela): Te estuve espere y espere. Inclusive te llamé al celular pero ya me dijo la persona que tu ya no traías el celular y dije, ah ok. ¿Y qué pasó Martín?

(Martín): No pues, nada más quería saber si hablaste con esa persona.

(Estela): Sí hablé con ella, si hablé con ella pero me dijo, que tendrías que irte hasta Laredo.

(Martín): ¡Oh!, ¿hasta Laredo?

(Estela): Sí, porque dice que es por donde ella viene, por Laredo.
(Martín): Por Laredo, Texas...

(Estela): Tendrías que irte a Laredo; está cerca de ahí, como dos horas, ¿no?

(Martín): Ajá.

(Estela): Está cerca. Y dice que te cobraría 2 mil 300…

(Martín): ¿Dólares?

(Estela): ajá.

(Martín): ¡ah!, ok.

(Estela): Se me hace mucho.

(Martín): Sí, bastante, nomás quiero ir a Corpus Christi.

(Estela): A mí se me hace muchísimo dinero.

(Martín): Si nomás están cobrando aquí 800 dólares, a Corpus Christi.

(Estela): ¿Hasta dónde?

(Martín): Hasta Corpus Cristi.

(Estela): No, pues está mejor. ¿Pero es gente confiable Martín?

(Martín): Pues no, pero de todos modos yo voy a tratar así.

(Estela): Pues lo que le pudiera yo decir, que pues… mil.

(Martín): ¡uhm!

(Estela): Digo, si ella lo necesita, lo va a agarrar.

(Martín): Claro.

(Estela): Ella está necesitada de dinero.

(Martín): ¡oh!

(Estela): Y ahorita le diría sabes qué: lo más que te ofrezco son mil.

(Martín): ¡uhm!

(Estela): ¿Quieres que le diga eso?

(Martín): ¡Eh!, a ver, si por fa… si, no de todos modos ahorita voy a ver a este muchacho a ver qué, que puedo resolver con él.

(Estela): Ahorita yo veo, y si no te hablo al ratito.

(Estela): No, yo le hablo ahorita por teléfono. Le voy a hablar ahorita, ojalá la encuentre porque quede de llamarle anoche y ya no me hablaste y ya no le hablé.

(Martín): Sí.

(Estela): Déjame llamarle ahorita…

(Martín): ¿Y por dónde pasaría ella?

(Estela): Le voy a decir, ¿sabes qué?, que pueden ser mil como máximo que puede, ¿no? Porque yo también comprendí: no, es bastante porque es ahí cerca, ¿no? Y además, no le caería mal ese dinero tampoco. Deja llamarle y llámame en 30 minutos.

(Martín): Órale.

Coyote

Nueva marcación telefónica. Dos días después. Miguel Ángel se comunica con Chuy, un muchacho que trabaja con un coyote que se ha llevado a Martín para pasarlo por Reynosa.

(Miguel Ángel): Bueno… ¿Chuy?, hola, ¿cómo estás?, habla Miguel, el amigo de Martín. ¿Cómo estás? Oye, pues nada más para saber si tienes noticias de mi amigo Martín. ¿Sí te acuerdas de él, verdad, el que se fue el domingo? Sí, Martín es un alto moreno; que nos contactaste en la terminal de Matamoros. Sí, que iba para Houston. ¿En dos horas?, bueno, ok, gracias.

(Jorge): ¿Qué te dijo?

(Miguel Ángel): Que en dos horas tenía alguna información. ¡Está como sacado de onda, cabrón!

Monólogo

Me fui con ellos. Duramos dos, tres días en una casa, sin comunicación. Comíamos lo que ellos nos daban, a veces nomás puros frijoles con tortilla y dormíamos en el suelo... Muchas mujeres ahí, teníamos que bañarnos así turnadamente, si queríamos hablar con nuestros familiares teníamos que pagarles a ellos para que ellos comprarán una tarjeta y así podíamos hablar por el celular.

Nos dijeron que había teléfono ahí y que podríamos hablar sin ningún compromiso, pero no fue así... De ahí nos fuimos, nos llevaron a otro lado cerca del río, ahí nos tuvieron otros, que serán, dos días más, y ya después al siguiente día nos llevaron al río, cruzamos, y lo chistoso de ahí fue que iban dos coyotes, y entonces, uno cruzó a tres personas, tres mujeres en las cámaras de llanta, y después el otro se pasó, entonces el coyote que me iba a pasar a mí y a otras dos señoras, no sabía nadar, entonces me dice, me pregunta a mí, me dice: “¿sabes nadar?”, le digo: “sí un poco”, entonces me dice: “Ok, entonces tú me vas a llevar”, le dije: “¿cómo?, yo no te puedo cruzar, tú me estás cruzando”, me dice: “no, tú me vas a llevar”, me dice, “porque yo no sé nadar”, y llega el otro coyote y se enoja y empiezan a discutir los dos en palabras, entonces a fin de cuentas se enojó el otro coyote y entonces me tocó cruzar al coyote yo nadando, nadando con la cámara de llanta y nadando, arriesgándome que nos podamos ahogar o lo que sea.

Al final de cuentas, a mitad de camino, a mitad del río, la corriente es muy fuerte, el otro coyote al que iba yo ayudando, de repente veo que se desvanece, se cae al agua, ya no tenía fuerza, ya había cruzado dos veces el río nadando y entonces el agua es muy fría y muy rápida, entonces le eché ánimos, le dije que no, que se levantara que ya nos faltaba poco, de repente oímos que viene el helicóptero y le digo: “vámonos, vámonos, que ya nos agarraron, síguele, síguele”, entonces el chavo se volvió a animar y seguimos así hasta llegar hasta la orilla, no nos detuvieron porque la avioneta o el helicóptero se dio vuelta antes y no nos captaron. De ahí seguimos caminando hasta encontrar la carretera, y ya ahí nos estaban esperando y a cómo caíamos así en la camioneta. A mí me tocó ir en la cajuela todo bien apretado, los demás compañeros iban en el suelo así amontonados, unos los iban apachurrando uno tras otro, así duramos como dos horas en carro hasta llegar a Mac Allen, Texas, y de ahí estuvimos una noche y hasta que otro día nos fuimos porque supuestamente uno de los coyotes que tenían enemigos, habían avisado a migración y entonces migración nos iba a caer en la propia casa.

Entonces estos coyotes nos dijeron que nos teníamos que salir rápido y nos salimos, pero no era en una camioneta sino ya en un carrito chiquito, que apenas y cabíamos y pues íbamos bien apretados ahí, nos faltaba el oxígeno, bueno aguantamos hasta que de repente, pasamos un retén y una patrulla nos hizo la señal y no nos páramos, nos seguimos, y adelante estaba otra patrulla y tampoco nos páramos, nos seguimos y nos votaron una lámpara de esas que usan ellos de puro metal, no se rompió de milagro el cristal, le pegó en la cajuela y bueno ahí seguimos corriendo y cuando volteamos venían como cuatro o cinco patrullas de migración y unas dos o tres de policía, venían correteándonos, veníamos como a unas, que serían, unas 120 millas por hora ahí en la carretera y de repente dicen los vamos a votar, bueno, ya nos desviamos a la orilla de la carretera y empezamos a brincar y venían con nosotros unas, eran cinco mujeres, una de ellas venía embarazada, bueno a ellas las agarraron rápido porque no pudieron brincar y a nosotros nos corretearon un poquito pero ya no podían entrar más los policías porque ya era territorio de otra persona, de los rancheros.

Entonces corrimos bastante, bastante, hasta llegar hasta un punto que ya no vimos que nos corretearon y hasta ahí descansamos. Los coyotes, el jefe de los coyotes empezó a hablarles por radio que qué había pasado, entonces les explicaron que nos corretearon, que nos encontraron, que la mitad de nosotros nos habían agarrado, que nada más habían tres que podían pasar, entonces el jefe de ellos les dice: “¿sabes qué?, regrésate porque el carro lo dejaron, nada más lo revisaron, lo dejaron ahí y las llaves están ahí, regrésate por el carro y te regresas por los muchachos”, y bueno, a fin de cuentas ellos dicen, nos dijeron: “¿saben qué? espérennos aquí, nosotros regresamos por ustedes”, bueno decimos “no pero ustedes no van a regresar”, y dicen: “no, sí, si regresamos, ustedes quédense aquí”, bueno. Entonces ellos fueron supuestamente para buscar a las mujeres y el carro, dieron como las seis, dieron las siete, las ocho de la noche, ya estaba oscureciendo y pues quedamos entre los tres muchachos que quedamos, quedamos en que si no regresaban, nos íbamos a tener que ir insólitos caminando, ¿no?, a ver que podríamos lograr hacer.

Oscureció y empezamos a caminar, a caminar como unas cinco horas. En el terreno encontramos pantanos, animales que ni sabíamos que eran, de repente oíamos venados, de repente no veíamos nada, sólo oíamos que se movían las hierbas. Tú veías ya ahí en el camino las luces de las torretas, las luces de los carros, entonces tenías que cruzar, cruzamos dos carreteras de migración, teníamos que brincar la cerca y empezar a correr, a correr, a correr hasta brincar hasta la otra cerca para que no nos encontraron en la carretera, y así hasta que los muchachos definitivamente se cansaron, ya no quisieron estar más, se pusieron a llorar, no que ya tenían frío, que ya no querían seguir, que ya se habían cansado, bueno, entonces en fin de cuentas pues los tuve que sacar a la carretera y no me querían dejar sólo, bueno me animaron y ya hacía mucho frío, y pues tuvimos que caminar en la carretera para que nos encontraran los de migración y duramos como un ahora caminando en la carretera, hacía un frío bastante fuerte, no se soportaba, no llevábamos ni sudaderas, ni suéteres, ni chamarras porque todo nos pidieron que lo dejáramos en la casa, así caminamos con mucho frío hasta que nos encontró migración y pues nos dio luego, luego agua y de ahí nos mandaron a la prisión, ¿no?

Me soltaron hasta Matamoros otra vez, no mentira, de ahí nos regresaron un pueblito que no me acuerdo como se llama el pueblito y pues no había ni carros ahí y estaba lejos de Matamoros, entonces yo sin dinero, ni nada, entonces, tuve, unos muchachos me prestaron una tarjeta que venían conmigo también, me prestaron una tarjeta para poder hablar a Nueva York con mi esposa para que me mandará dinero y sí me mandó luego, luego dinero, lo recuperé pero tenía que ir hasta Matamoros a traer el dinero.

Entonces encontré un taxista ahí y le platiqué mi situación, le digo: “¿Sabes qué?, es que me agarraron así y le expliqué y le digo pues: “no tengo dinero, sabes que llévame a Matamoros y yo te pago ahí mismo lo de que me vas a cobrar, te pago si quieres el desayuno pero llévame hasta allá, pero hasta allá mismo te pago, sacó el dinero y te pago”. Y bueno, se portó bien el señor, me dice: “si, no te preocupes, súbete”, me subió, me llevó a varias tiendas en las que yo podía sacar el dinero, pero me dijeron que no, que hasta llegar hasta Matamoros y ahí mismo le pagué, le di las gracias y me fui otra vez al hotel, y bueno de ahí empezamos, ya ahí me tuve que ir a Nuevo Laredo mejor...


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