• Constantino Giacomo Beltrami, 1824
  • 10 Abril 2014
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    Del libro La ciudad de Puebla y sus viajeros entre los años 1540 a 1960, Antología realizada por el maestro poblano Ignacio Ibarra Mazari.

 

Cholula moderna es todavía un gran pueblo muy risueño, cuyas calles son espaciosas y cortadas con cordel. Alrededor hay muchas hortalizas, cuyas hileras de Maguey forman pequeños cuadrados, que vistos desde la cima de mi campanario ofrecen un conjunto muy extenso de raros arriates.

El convento de San Francisco es uno de los más antiguos de México. Por su estructura se ve que fue fundado en medio de la sangre y la discordia; parece una fortaleza resistible también contra armas que los indios no tenían. Encontré ahí una curiosidad: un pequeño registro de los primeros bautizos y del os matrimonios que los monjes de la Conquista celebraron con sus primeros neófitos.  El bautismo está representado por una cabeza con el nombre cristiano del Catecúmeno; el matrimonio por dos cabezas, varón y hembra, que se miran  se inscribe en ellas los nombres cristianos e indios de los dos esposos.  Están sobre un papiro diferente de lo que ya hemos visto, no sé a qué especie vegetal pertenecen. Pude obtenerlo mediante una “elemosina” (sic) para una misa, pero las misas son caras en México: con el dinero que cuesta esa misa, podría mandar decir cincuenta en Italia. Continuamos nuestro camino y alcanzamos a Pignatelli que nos esperaba en Puebla.

      Me había mandado preparar una buena cena en cada de unos de esos criollos corteses y hospitalarios, que muy a menudo se encuentran en México: en la casa de don José García, uno de los más ricos y de los más honrados particulares de la ciudad.

      Puebla es quizá la única ciudad de México que haya nacido enteramente española; todas las otras han sido reconstruidas sobre las ruinas de ciudades o de aldeas indias.

      Cuando la Conquista quedó en cierta forma asegurada, el mar vomitaba todos los días sobre las costas de Anáhuac barcadas de “lobos hambrientos”, que venían a cambiar el orgullo y la fe españoles por el oro y la libertad de los infortunados indios. La ciudad de México estaba llena de ellos y no tenía ya la capacidad ni física moral de contenerlos.  Se trató de fijar una colonia donde esas arpías serían menos voraces saciándose un poco con los frutos de la tierra. El sitio de la actual Puebla fue bien elegido, reuniendo todo aquello con lo que la naturaleza puede coronar a la industria, y las primeras explotaciones de terreno respondieron prodigiosamente al a prueba: la tierra como la de Isaac, rendía el ciento por uno; los manantiales de agua cristalina proporcionaban una bebida salubre y los arroyos que fluyen del volcán, de los “nevados” etc., fertilizaban los campos con una irrigación nitrosa, impregnada de jugos vegetales.  El algodón y el hilo del maguey abundaban sin el auxilio de la agricultura, así como los frutos de la región; ese clima celeste, la región risueña, dorada por un sol radiante de nuevo esplendor y su situación, casi mediana entre México y Veracruz, eran otros tantos profetas de u prosperidad futura.  El plano de la ciudad fue trazado bajo los auspicios de la bendición del hermoso Toribio Motilinía, ese monje, hombre de gran mérito, que hemos visto ya uno de los primeros Conquistadores.

     Primeramente no fue más que una pequeña reunión de chozas construidas con palma; más tarde con muros de tierra apisonada y al fin con construcciones de piedra, han hecho una de las más bellas ciudades de México, que disputa ahora la primacía a Guadalajara, después de México. Es la ciudad más comercial del Anáhuac, si se exceptúa a México, San Luis Potosí, Veracruz y los otros depósitos marítimos que se abren ahora sobre el Golfo.

      Como México, casi todas ella es sagrada, quiero decir que pertenece en sus tres cuartas partes a los sacerdotes, a los monjes, a las religiosas, a las Congregaciones, etc., así como las tierras de la Provincia. Es también un gran recurso para el tesoro nacional.

       Los conventos y las iglesias son soberbios. Ved Santo Domingo, San Agustín, San Francisco. En esta iglesia se venera una imagen de la Virgen, bajo el nombre de la Conquistadora; es profanarla de la manera más imprudente; sería bastante para inspirar el odio, en lugar de la adoración, si los indios pudieran ejercer sus facultades intelectuales, independientemente de la voluntad de los monjes. ¡Es cruel (dicen algunos) ver hacer ofrendas a la Conquistadora con lo poco que los conquistadores no han podido arrancarnos!

       En el Carmen se ve cuatro bellos cuadros de Morillo, había ocho, pero unos de esos distribuidores de bellas promesas de libertad, e incendios que tantas veces han conmovido también a la pobre Italia, vino durante la Revolución a adular a esos pueblos con la protección de su gabinete, codició cuatro, sin duda los mejores y no se supo más ni de él, ni de su gabinete, ni de los cuadros.

      La Catedral es, como la de México, uno de los más bellos templos del Mundo y sobre todo uno de los más ricos. El altar mayor ha costado casi medio millón de piastras y todo es del país; los mármoles y la mano de obra, el oro y la plata que dominan con elegancia, y con profusión, dos cosas que raramente concuerdan juntas. Si San Pedro en Roma no tuviera su confesión, envidiaría este altar a la Catedral de Puebla; más la Catedral de Puebla no le envidiaría su confesión, porque se sabe aquí como en otras partes que ha costado, como los Palacios del Nepotismo, la destrucción de los más bellos monumentos de la Antigüedad.

      La fachada y las dos torres, con todo el interior de ese gran edificio ofrecen un conjunto arquitectónico que está uno muy lejos de esperarse cuando se desembarca de los dos mares sobre las miserables playas de México. ¡Cosa sorprendente! En otras partes, es en las planicies y cerca del mar donde está reunido lo que hay de grande en el país; aquí se le encuentra en las más altas montañas y en las tierras más retiradas. Un buen clima es el primero de los beneficios de la Naturaleza y una de las principales influencias sobre la industria y las bellas artes. Testigo de ello nuestra pobre Italia, en donde el genio renace siempre de sus propias cenizas, a pesar de los esfuerzos de la política y del vandalismo más bárbaro que emplean sin cesar para extinguirlo o envilecerlo.

     Ya que estamos en el capítulo “iglesias”, no olvidéis, si venís a estos países, ir a ofrecer vuestras oraciones a Nuestra Señora de Loreto, situada en la cima de la colina que domina la ciudad al norte.  El paseo que os conduce ahí y la vista que os ofrece el lugar darán fervor y al mismo tiempo premio a vuestra devoción.

       Puebla es la Capital del Estado federal del mismo nombre; podría serlo de un imperio como México, Guadalajara y Valladolid, la Capital de Mechoacán (sic), tanto brilla con bellos edificios, bellas plazas; tan llena está de riquezas territoriales y se distingue por establecimientos de utilidad pública.

       Acaba de abrir una gran escuela gratuita en donde la juventud encuentra una educación completa, desde los primeros rudimentos de la enseñanza mutua, hasta la latinidad, las matemáticas y la filosofía.  Estando dirigida  toda la juventud por el celo verdaderamente patriótico y en consecuencia puramente religioso del Reverendo D. Antonio María de la Rosa, iluminada por sus profundas luces y alentada por su dulzura y sus maneras más atrayentes, ella sólo necesita buena voluntad y docilidad para triunfar.

        Este hombre distinguido ha reunido en el mismo local que es vasto y bien distinguido, una Academia de Bellas Artes, igualmente gratuita. Es una nueva magia filantrópica que, poniendo a los jóvenes en contacto con lo bello y lo sublime excita su estimulación, su ambición de pasar de la instrucción de primera necesidad a la del lápiz, de pincel, de buril, del cincel, etc.; mostrarse dignos de entrar en el templo “delle tre arti sorelle” (de las tres artes hermanas).

         Esta institución es hija del genio y del alma bien nacida de este venerable eclesiástico y al noble ejemplo de su generosidad, todos los ciudadanos notables, el mismo Congreso, del cual es Presidente, se han apresurado a ir en auxilio de su proyecto.  Ella prospera y un día será un monumento ilustre de su ilustre fundador.

        Yo veía en las iglesias y en las casas particulares bellos cuadros, bellas esculturas de madera y me decían que pertenecían a cinceles, a pinceles criollos; yo lamentaba no tener tiempo de ocuparme de ellas para procurarme una impresión histórica de las artes y de los artistas de esta distinguida ciudad. Pero ese Reverendo Padre del pueblo y del os Extranjeros, tan amable como instruido, quiso ayudarme y en pocas páginas me dio todo lo que yo deseaba conocer. Es una pieza llena de gracia, de elegancia, de elocuencia, de una crítica al a vez profunda e imparcial; su estilo modesto, tranquilo y fluido, hace amar a la lengua Española.  Es un trozo precioso q sentiría perder y que guardaré siempre con orgullo, como una prenda de bondad de ese ilustre personaje: os envío una copia muy fiel.  Es el único de todos mis envíos, incluyendo mis cartas, que a mis ojos me merece vuestros agradecimientos.

        He ahí, Condesa, un sacerdote ¡como se necesitan muchos! Y no creáis que como tantos otros sacerdotes y monjes haya templado sus sentimientos liberales en el yunque del Fanatismo y las reacciones. No, Condesa, sus manos de paz nunca han sido manchadas por las armas de guerra; no ha alejado nunca de los deberes del sacerdocio; predicando el bien que hace y haciendo el bien que predica, que ha servido mejor a su país que estos sacerdotes y monjes impulsados por la Irreligión o la Ambición a cambiar el breviario por la espada.  Siempre moderado sin dejar un momento de ser un buen Patriota, ha sido elevado a las primeras dignidades del Estado, porque la Iglesia lo quiere, el Público lo admira  y todos los hombres de bien aprecian su talento y sus altas cualidades del corazón.

     El Estado de Puebla, aunque nuevo como todos los otros y más rodeado de obstáculos de todas las clases, está ya muy avanzado en sus instituciones administrativas, judiciales y económicas.

      Ningún Estado de la Confederación ha estado más agitado por las convulsiones políticas. Era el principal hogar de todas las intrigas, de todas las conspiraciones de los españoles contrarrevolucionarios y el teatro de las reacciones que le siguen. Unos jefes de facciones, bajo pretextos especiales de defensa, entregaban la región a todos los horrores de pasiones ávidas y parricidas.

      Recientemente también, un tal Vicente Gómez, que durante la revolución figuró, a veces como patriota, a veces como sedicioso, a veces como traidor y siempre como monstruo, recorría la provincia contra el Gobierno, pretendiendo hacerle la ley y a forzarlo a expulsar a todos los Españoles, y bajo ese pretexto cubría a la región con asesinatos y rapiñas, para apoderase de todos los convoyes de Veracruz a México y viceversa, y saciar las pasiones más brutales y más sanguinarias.  Ahora se ha retirado después de una amnistía vergonzosa, pero restos de su banda y quizá él mismo, infestan todavía esas regiones y los caminos reales.  Para daros la idea más exacta de este hombre y el estado al que había reducido la región, he transcrito un pasaje de un manifiesto del Presidente del Congreso, el Reverendo de la Rosa. Es un fragmento digo de su elocuencia sublime y de su alma generosa. “Si otras luces (Gómez) que una inclinación a los vicios más degradantes, fortificada por el ejercicio constate de ellos; sin otro título, que su antojo, y sin otro motivo, que el desenfreno de su furor, osa intimar a la cara patria que renuncie el yugo que gloriosamente quebrantó. Extremo increíble de temeridad.  ¡Loco arrojo que las voces no bastan para explicar en lo que incluye de absurdo, como la indignación no alcanza a perseguir con la vehemencia debida a lo que tiene de pérfido! ¡Pretender que la ilustración ceda su puesto al capricho de un rugo salvaje! ¡Intentas que desaparezcan nuestras sabias instituciones, fruto de los costosos sacrificios de tantos años, nada más que porque a si place a un ruin y lascivo sátiro, a un feroz y despiadado cíclope! (sic)

      “Vengad o pueblos, el oprobio conque os deshonra el soez tirano que aspira a incadenaros; repeled con noble fiereza el vilipendio con que trata de abatirlos; purgad vuestro delicioso territorio de este infame monstruo, que doquiera que posa sus inmundas plantas, lleva consigo el llanto, el luto y la desesperación” (sic)

      Para terminar el retrato de este monstruo agregaré otro hecho histórico. Todos los españoles que caían en sus manos, durante la revolución, escapaban difícilmente a su cuchillo asesino; mutilaba a los que perdonaba, para que no tuviesen, decía él, que renovar su raza.

     Antes de dejar Puebla, debo deciros una palabra de su Obispo.  Es un personaje de mérito, muy distinguido por su talento, sus nobles maneras y su amabilidad, a tal grado que se le achaca como crimen el haber agradado a todo el mundo.

     Presidente de las Cortes de España cuando Fernando regresó del mal colegio de Valencey, en donde como tantos otros nada aprendió y nada olvidó, agradó a su soberano y fue nombrado Obispo de Puebla, al ciudad que él representaba y de donde sólo era canónigo.  Al regresar a su patria y a su puesto, se mantuvo bastante bien con todas las facciones que sucedieron ahí. Imperialista con Iturbide, Centralista con los Alamán, los Bravo, etc., y ahora es Federalista con Victoria y Guerrero.  Esta feliz conducta podría hacerlo parecer Epicúreo como los sacerdotes de tantos otros países, cuyo “motto” es Dum vivimos, vivamus et in abundantia et lae titia (sic); pero según yo, es el verdadero hombre del Evangelio que se repite a cada nuevo meteoro. Obedite proespositis vestris, etimsi discolis (sic), y sigue su camino con sus 80,000 piastras por año, con su gusto por las bellas artes, con su palacio, del cual la Sobrina no es el mueble menos precioso.

    Llega el tiempo de separarnos del príncipe Pignatelli, que quizá no veamos más. Le hice aceptar todo lo que mi situación, más dichosa que la suya me permitía ofrecerle; más dichosa, porque hasta ahora mi orgullosa independencia no se ha rebajado ni ante la altivez de los advenedizos, ni ante la altura de los grandes, ni ante la necesidad. Nos abrazamos, no sin bañarnos de lágrimas.  El partió para Oaxaca… ¡Qué el cielo lo bendiga! …Yo me dirigí hacía esta ciudad (Tlaxcala).

 

Beltrami, Giacomo Constantino. Le Mexique, Voyage Second, Paris,  Crevot, Delaunay Libraire, 1830, pp. 288-299.

Traducción Ignacio Ibarra Mazari.





Nació en Bérgamo en 1779; muere en Filottramo (Marcas) en 1855. 

   Descubrió en 1823 las fuentes mayores del Misisipí en Minnesota, en el condado que desde 1868 lleva su nombre. Después visitó México y se dedicó a estudiar su historia y costumbres.; al regresar a Europa publicó en Paris (1830) en dos tomos Le Mexique, voyage de ameno estilo y agudas observaciones. Es jacobino que llegó a nuestro país por el puro interés de conocer países extranjeros. 

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