• Sergio Mastretta
  • 28 Noviembre 2012
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Monólogo de un juez federal atribulado


No ser un juez así.


No los veas, no entables relación con ellos. Que no te reconozca esa señora que está ahí llorando. Que no diga tiene que escucharme señor juez, mi hijo no pudo haber hecho eso que dicen. Cómo puede usted creer que con un machete le iba a cortar la cabeza a alguien. No, no los veas, no formes parte de las diligencias. Tú quédate en los expedientes, extrae de ahí la personalidad del sicario, confirma que es una persona que va con todo, sabe que desde que le entra a eso, sus días están contados, o lo mata el ejército o lo matan ellos mismos, por una deuda, por una orden no cumplida, lo matan, son muy rígidos, muy disciplinados. Cuidado, tienes que decirte, son todos unos sicólogos, desde que llegan son víctimas, los golpearon los policías, los soldados, tiene que entender a esos muchachos van a decir sus abogados, van a ser tiernos con las muchachas de las diligencias, van a saber  envolverlas, no perderán oportunidad de hablarles, de sonreírles, y si ellas tantito los alientan, tratarán de intimar, y tendrás que llamarles la atención, tenga cuidado abogada, no les dé usted entrada, no les reciba los recados que mandan con sus abogados, ni muchos menos los dibujitos casi infantiles que quieren ser el retrato  de la licenciada, lo mandan con sus abogados, que dice yo ai se lo dejó, señorita, se lo manda mi defenso, recíbaselo por favor, yo no quiero tener problemas. No, mejor no los veas, recuerda a esta gente, no lo olvides,  son muy hábiles, son muy astutos, son muy violentos, no conocen el arrepentimiento.

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El video no forma parte del expediente. Se lo muestra el proyectista, que lo ha bajado de youtube. Ha ido y venido por todos los puestos de fayuca en el país, de los más vendidos en San Cosme. Ahí está su imagen, es su rostro perfectamente reconocible. Y sin embargo ahí está, para atrás y para delante con el control que tiembla en la mano, machete en mano, con las voces de sus compañeros sicarios alentándolo, mira, agárralo de los pelos, levántalo y golpea aquí, justo en ese hueso abajo del cráneo, y sí, golpea, sin el mayor reparo, mientras el cuerpo de la víctima todavía convulsiona, y sí, ofrece sin pudor el trofeo al camarógrafo que lo inmortaliza.  Pero no es una prueba, no la ha aportado el MP, no forma parte del legajo que ahora revisa preguntándose si tiene sentido seguir leyendo. Lo vio en persona en la preparatoria, lo escuchó negar su responsabilidad, acongojado, no puede ser él.


Acuérdate, en México todos mienten.

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