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Por: Sergio Mastretta

 

La Sierra Norte de Puebla es un conjunto de cañadas y barrancos por las que el altiplano escurre hacia la costa veracruzana. Sus ríos Necaxa, Ajajalpan, Zempoala, Ateno y Apulco forman una cuenca ecológica, la del río Tecolutla, considerada prioritaria por las instituciones ambientales mexicanas. Es el bosque mesófilo, dicen los biólogos. En sus abismos persisten el rumor de los anfibios, el vuelo rasante de las aves sobre las frutas, el corazón aterido y nostálgico en la niebla, los caseríos originarios. No es sólo un paisaje idílico. Es un territorio histórico social marcado por sus contradicciones. Con cinco ciudades medias (Xicotepec, Huauchinango, Zacatlán, Chignahuapan y Teziutlán, la Sierra de Puebla resguarda centenares de pueblos y comunidades indígenas nahuas y totonacas que le dan una gran particularidad histórica y cultural.


Hoy estas montañas sufren el asedio industrial cobijado por el Estado neoliberal.


Oro y plata en las cañadas de Ixtacamaxtitlán, Zautla y Tetela; petróleo en los potreros tropicales de Venustiano Carranza; feldespato en las lomas peladas que se asoman al río Ajajalpan en el municipio de Ahuacatlán, a lo largo de las carretera interserrana; agua en represas para generar energía eléctrica sobre los ríos Ajajalpan, Zempoala, Ateno, Apulco. Es el acoso capitalista sobre la Sierra Norte de Puebla en un proceso normalmente llevado en silencio, ajeno a los asuntos de la capital poblana, como si ese territorio vital de las montañas no existiera, como si perteneciera a un estado sin nombre, sin gobierno al que reclamarle por su ausencia, sin pueblos originarios que ven venir indefensos a las corporaciones y sus inversiones, sus empleos prometidos, su maquinaria, sus ingenieros, sus proyectos y sus manifestaciones de impacto ambiental que cumplen con todos los mandatos de las leyes federales. Sus espejitos de desarrollo sustentable.


El encanto de ese desarrollo oculto lo han roto las movilizaciones de los pueblos de la montaña en Tetela y Zautla contra la instalación de las mineras. La rebelión campesina es hoy la gran noticia en la Sierra.



La Sierra Norte de Puebla ya ha sufrido asaltos brutales antes. La naturaleza se ha cobrado los crímenes ambientales y ha desnudado las profundas desigualdades sociales. En 1999, entre el 4 y el 7 de octubre, una tormenta tropical devastó las montañas, produjo más de 250 muertes, destruyó alrededor de diez mil viviendas, cortó en tajos certeros más de 120 puntos la carretera interserrana y dejó incomunicadas semanas enteras a miles de personas.  Esa terrible llamada de atención no provocó una respuesta estratégica del Estado mexicano, ni de la sociedad y gobierno poblanos. La acción gubernamental no pasó de recuperar en los años siguientes la infraestructura destruida en esas montañas. Y todos perdimos la oportunidad de replantear nuestra vinculación con esas cañadas y pueblos, con su riqueza ambiental, con la añeja carga histórica y cultural de sus comunidades originarias.


Este nuevo asedio histórico, el del intento de introducir en estas montañas rurales estos enclaves industriales --intento plenamente logrado con las perforaciones petroleras y en la extracción de feldespato--, debe generar una respuesta distinta de la sociedad organizada. La elaboración de una política estratégica de Estado para la Sierra Norte de Puebla.


En los últimos cinco años se desarrollan en la Sierra Norte de Puebla nuevos proyectos económicos que puedan transformar la realidad social y ambiental en la región. Son proyectos particulares ligados a grandes corporaciones empresariales mexicanas como los grupos CARSO e ICA, y están vinculados a procesos económicos que van mucho más allá de las dinámicas regionales. Construcción de infraestructura carretera, como la autopista México-Tuxpan, generación de energía eléctrica por medio de obras hidroeléctricas, la explotación de minerales metálicos (particularmente oro) y no metálicos (feldespato) y, en el extremo norte del territorio poblano, con la perforación de centenares de pozos pretoleros por empresas privadas contratadas por Pemex.